Como a Ella Baila Sola es algo que se me va de las manos, se desparrama entre los dedos, porque el fundamento, la teoría, la filosofía, los poemas por lo colectivo es inmenso, expansivo y una y otra vez considerado y concluido a lo largo de toda la inmensa enciclopedia humana solo que en clave del amor. Por fin podemos hablar ahora de humanidad, de especie humana, ahora que somos conscientes de que el mundo no es occidental, ni tampoco es oriental dirán los del otro lado, sino que global. Enhorabuena, la globalización hizo del mundo una casa y entre todos nos podemos defender, así como también nos podemos coordinar para abarcar el crecimiento que nos haga mejores. Las teorías de la “Era de Acuario” en definitiva, tenían razón. Al fin se concretó la canción de Los Iracundos, la esperanza de los hippies, la ambición de los activistas cuando todos proclamaban cambiar el mundo y mejorarlo hasta que se hizo parte de un anhelo común gracias a la conexión tecnológica. Y no se trata de que bajo el monte lleno de miedo y ambiciones siempre debe haber ese algo que no muere, sino que también de poner los pies sobre la tierra y ver en la certeza del optimismo que se acoge las variadas formas del encuentro. La socióloga chilena Kathya Araujo lo concluyó en sus investigaciones anteriores, existió un deseo por salirse del sistema, por huir, irse a vivir al campo y desarrollar un yo lejano. Pero luego pienso que vino otro tiempo que lo cambió todo y el índice de energía social subió. Ni la pandemia pudo con tal nivel de encuentro e inserción en lo colectivo. Y aunque sea especulativo me la juego, ahora el paradigma colaborativo se impone a ese “escaparse” de Araujo.
Desde ahí surge el elogio a la multitud como cuerpo unificado tras un objeto/anhelo que nos adhiere a una causa multitudinal; dígame usted que no ha sentido la gloria abrazado de veinte personas, o más, en medio de la plaza saltando inmerso del sudor conjunto. Así como no ha sentido recorrer el vibrar del presente cuando se toma de las manos entre varios como una ronda de niños brincando como Heidi, corriendo como Pedro, en medio de cualquier patio o gimnasio escolar, que en la imaginería fácilmente puede ser un prado de los Alpes suizos. Nuestra cordillera, otra multitud, no tiene césped, sino más bien roca. Una roca dentro de otra gran roca como la montaña, la cordillera es una multitud establecida, hecha y contenida de una serie de abrazos en cadena, pero no nos desviemos.
Un círculo, de lectura, de terapia, de estudio es una multitud que se reúne por una causa en común. Imagina lo que es hablar de los “círculos de poder”, cosa seria. “Círculo de amigos del Museo de Arte” por decir un ejemplo, un círculo que trasciende como la cordillera el instante de la causa, y que puede perdurar de manera incierta como ese círculo literario que duró 25 años. Mucho tiempo, pero se cumplió el final, pues es necesario terminar por la misma razón de que una terapia debe tener un término donde se cierre el círculo para entender el proceso. No se puede entender el proceso viviendo y siendo el proceso. Nadie se hace profesor solo estudiando pedagogía. Pero bueno, entonces un círculo es una multitud, independiente del tiempo que perdure se conforma por una causa puntual. Círculo de Viena es otro.
Los colectivos podrían tener categoría intermedia, porque en un colectivo como los del deporte, existe algo más que no tiene desarrollado el círculo, que es la articulación de sus elementos. En el colectivo requiere de una organización, es un organismo, pues tiene algo más vital, ya que crea algo, es como la vida, creativa porque es. El círculo sostiene algo que ya existe, que ya es, y puede variar sus componentes, pero sigue siendo un colectivo. Este requiere articular, produce desde la composición y si un elemento cambia por otro, eso modifica el cuerpo armado, así como en una empresa o un equipo de futbol. Entonces los colectivos también tienen una causa convocante que existe en la ganancia. Si todo esto fuese así, el círculo es Narciso y el colectivo es Goldmundo, uno para dentro y otro para fuera.
Los colegios son mi favorito, colegio de abogados, colegio de profesores, colegio de periodistas, colegio de bibliotecarios, colegios como establecimientos educacionales. Escuelas donde se exuda multitudinamismo, más que una marcha efímera, es una revolución constante, un movimiento, una escuela es una multitud por excelencia. Una universidad, una red de conocimiento donde toda ambición queda superada, todo materialismo queda fuera de la puerta, la igualdad se reparte como por inercia porque el bien que se busca, el objeto que convoca es un bien mayor, superior a todo lo que es y lo que no es. En el colegio se acaba la multitud insurrecta y la convocatoria del conjunto se disuelve en lo colaborativo necesariamente relacional, conectivo y útilmente social. Muchas personas que nunca más habitaron la colectividad y terminaron sumidas en la soledad del trabajo y algunas veces de su familia y no encontraron nunca más el pálpito de la mirada, la mano, el sudor, la apatía, la discordia y todas esas cosas que ocurren cuando estamos rodeados de la igualdad de los otros y pertenecemos a un curso. Imagina nunca más haber vuelto a sentir que habitaste un curso…
Franco Caballero Vásquez