Pocas comunas del Maule reúnen en su trayectoria cívica y social, tan relevantes elementos que denotan valores humanos, conciencia ecológica, posibilidades económicas y un amplio espectro de esfuerzo, capacidad y creatividad en su devenir. Fue la primera zona vinícola cuando Pedro de Valdivia entregó tierras a los encomenderos Blumenthal y Lisperguer en 1549. Ubicada en un punto estratégico del mapa regional, fue, hasta fines del siglo XVIII, el camino real del país. (Jaime González Colville. Academia Chilena de la Historia)
El primer español que cruzó el río Maule y entró en las que, siglos más tarde, serían las tierras de San Javier de Loncomilla, fue Martín Monje, soldado de Diego de Almagro quien fue enviado en una avanzada para reconocer el territorio, en el invierno de 1536. Martín Monje había sido tripulante de Cristóbal Colón, en su cuarto viaje. No es un dato menor.
El trayecto que sigue esa columna se convertirá al correr de los años en el camino real de Chile, fundándose más tarde Nirivilo, Huerta de Maule y luego Sauzal y Cauquenes.
Pueblos prósperos fueron los dos primeros, en especial Huerta de Maule, que alcanzaría preminencia y significación como villa, con recursos y poder. Los dos son hoy jurisdicción de San Javier.
Pero le correspondió al valle de Loncomilla, regado por el río de su nombre, ser testigo y la puerta de la historia. Apenas se desató la guerra de la Independencia, a contar de 1813, cuando las huestes del Brigadier español Antonio Pareja llegan al sur de Chile, emprendiendo el camino hacia Santiago para poner fin de raíz a los intentos de los chilenos, el aguerrido General José Miguel Carrera sale de Santiago a principios de abril de ese año al mando del recién creado Ejército de Chile, con la idea fija de llegar al Maule y esperar allí al invasor. Aquí hace artillar los cerros de Bobadilla, cavando en la futura villa de San Javier las primeras trincheras de esa contienda.
Pareja no logra cruzar el río Maule y debe retroceder a Chillán al ser sorprendido en Yerbas Buenas por la avanzada del coronel Juan de Dios Puga, quien (otra vez) cruza la que sería la comarca sanjavierina para cumplir su cometido. Pero el camino real que, como se dijo, cruzaba por Nirivilo y Huerta de Maule, a fines del siglo XVIII había sido cambiado al vado de Bobadilla por el Gobernador Amat de Junient. La razón era simple: el sector de Morro era difícil de cruzar por sus torrentosas aguas aun en verano, mientras que el ya citado, en el valle del territorio, ofrecía menos dificultades.
Y desde esa lejana centuria hasta hoy, sigue siendo el camino principal para unir el territorio, lo cual se vio reforzado cuando, en 1890, el Presidente Balmaceda inaugura personalmente el puente ferroviario, antiguo anhelo de los maulinos, que integró a un Chile invertebrado. Durante cien años sirvió a la economía y el transporte ferroviario y caminero. Sacado de uso en 1994, es declarado monumento histórico, pero de poco sirve tal honor, por cuanto la mitad del sólido viaducto se derrumbó por abandono del Ministerio respectivo y no hay esperanzas que sea restaurado.
Al intentar los vecinos fundar la villa, en 1848, el entonces Presidente Manuel Bulnes dejó sin resolver la situación, por cuanto Huerta de Maule hizo ver mejores merecimientos (y los tenía) para ser el lugar de la nueva ciudad. Pero las influencias del citado Presidente, quien tenía buenos amigos en la zona, convencieron a Manuel Montt para determinar el actual lugar.
Pero, además, el río Loncomilla daba fuerza hidráulica a cinco o seis molinos en las riberas. Esa enorme producción se embarcaba en los puertos fluviales de Juntas Viejas y El Romero, este último cuatro kilómetros más al sur. Se decía, con sobradas razones, que San Javier era el “granero de América”.
San Javier de Loncomilla se fundó casi sobre la sangre de la batalla de Loncomilla ocurrida el 8 y 9 de diciembre de 1852, encuentro brutal y horroroso, como son las guerras civiles, en cuya victoria se afirmó el gobierno de Manuel Montt amenazado por el candidato derrotado, general José María de la Cruz.
Pero en 1888 San Javier perdió la gran oportunidad de ser la estación principal de un ferrocarril proyectado por el ingeniero Pascual Binimelis, que cruzando pueblos y valles llegaría hasta Concepción y Talcahuano. Demoras, intereses, malquerencias y otras causas impidieron concretar esta obra, que habría conectado comercialmente a este valle con el entonces importante puerto penquista.
En el ámbito religioso, tan valioso y respetado por todas las generaciones de nuestra sociedad, se logró construir un soberbio templo, el más imponente de la zona, solemne y acogedor en el extremo poniente de la plaza. Un siglo exacto duró su presencia en la fe de los sanjavierinos por cuanto, sin mediar razones de mucho peso técnico, fue demolido hacia 1961 para ser remplazado por una parroquia que poco o nada recuerda de la bella prestancia de su antecesora.
El 13 de mayo de 1906 se puso la primera piedra de El Convento de la Merced. Un cuarto de siglo después aún estaba en construcción. Hoy es un bello edificio. Dos años antes, el 8 de diciembre de 1904, las católicas damas sanjavierinas lograron adquirir en Europa una imagen de la Virgen del Carmen, que llegó al puerto de Talcahuano y de ahí en ferrocarril a San Javier.
Quizás los sanjavierinos de más remota edad recuerden el puente de madera que, en Juntas Viejas, al poniente, cruzaba el río Loncomilla y que se construyó en 1910, tras ser arrastradas otras obras por las crecidas del río. Nostálgico, lugar de encuentro de enamorados, de bien lograda estructura, su demolición en la mitad del siglo XX fue llorada y reprochada por todos los habitantes.
Al fundarse el Departamento de Loncomilla el 11 de diciembre de 1873, nuevamente Huerta de Maule disputó a San Javier el ser sede de la Gobernación Departamental. Hicieron presiones, elevaron memoriales, enrostraron la “mediocre condición” de los loncomillanos, pero no lograron su objetivo. San Javier tuvo Gobernador por un siglo: 1873 a 1973.
En 1934 el Presidente Alessandri, al reformular el territorio, quiso anexar San Javier a Talca. La reacción fue tan violenta que las autoridades no se atrevieron a insistir. Miles de papeles con la leyenda ¡A TALCA NO! llenaron las calles.
Jerónimo Lagos Lisboa, nacido en San Javier en 1883, poeta desde muy joven, pero activo impulsor de las letras, estuvo presente de manera decisiva en los Juegos Florales de Santiago de diciembre de 1914, cuando una joven Gabriela Mistral gana la Flor de Oro con los Sonetos de la Muerte e inicia su sorprendente camino al Premio Nobel y, cuatro año más tarde, Lagos Lisboa impulsa con decisión los Juegos Florales del Maule, efectuados en Cauquenes en octubre de 1919 y donde un niño de 15 años, radicado en esa época en Temuco, participa con el poema “Comunión Ideal”, y tres sonetos. Lagos defiende la opción del desconocido poeta que intenta renovar las letras liricas chilenas y se le otorga el tercer lugar al poema y una mención honrosa a los sonetos. El participante no utiliza el seudónimo de Neruda, sino que se oculta bajo el nombre de “Kundalini”. En 1945, Lagos Lisboa forma parte del jurado que otorga a Neruda el Premio Nacional de Literatura.
LA BATALLA…
San Javier fue, tal vez una de las primeras agrupaciones sociales del mundo, que dio una tenaz batalla por evitar el corte de los centenarios árboles de la Avenida Balmaceda (todos nativos) que unían el entonces estrecho camino hacia la estación ferroviaria. Cortar esas especies era indispensable para ampliar la vía a como lo es hoy, sin embargo, el municipio, recogiendo el sentir de los vecinos, consideró una barbaridad la medida. La situación escaló hasta La Moneda y de ella se hizo parte el Presidente Aguirre Cerda quien encomendó al Ministerio de Agricultura examinara lo que sucedía.
Se trataba, según datos de la época, de quinientos árboles. Por San Javier se formó una comisión integrada por el regidor Juan Lillo C., además por Pedro Nieto, Raquel del Pino C., Perpetuo Labra Alfaro y Manuel Osses. Lo sucedido determinó que el gobierno propusiera en esa época la dictación de medidas legales que impidieran, a futuro, esta tala de árboles. Sin embargo, como era necesario ampliar esa vía a la Estación, el corte debió efectuarse.
LAS PALMERAS
Las palmeras de Avenida Chorrillos fueron plantadas a partir de 1938, en la Alcaldía de don Fernando Villagrán. Sin embargo, treinta años después, y siendo alcalde don Ignacio Silva Fuentes, cuatro regidores, aprovechando una mayoría ocasional, resolvieron cortarlas para ampliar la avenida, lo cual dio motivo a un intenso debate a través de la prensa. Se convocó a un cabildo abierto, donde el alcalde Silva, con decisión, resolvió no dar lugar a lo resuelto por la sala de regidores. Las palmeras siguen hoy siendo un símbolo de la ciudad.
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