Lo más probable es que el título de esta columna no le dice mucho a usted, estimado lector. Y es comprensible, pues una de las cosas más frágiles que tiene el ser humano es la memoria.
Esta fecha, (25E como se nombra ahora, a las fechas que marcan) significó para esta región, entre muchas otras cosas, lo siguiente: cuatro personas muertas, más de 250 mil hectáreas de vegetación consumidas por el fuego, un pueblo entero quemado (Santa Olga) y 48 instalaciones industriales quemadas (es decir, trabajo de miles de personas).
Esta semana se conmemoraron cinco años de ese fatídico día en que ocurrió toda esa tragedia de manos de las llamas, encendidas por alguien.
La comunidad de Santa Olga ha debido someterse a tres tipos de reconstrucción: la más importante, la reconstrucción del espíritu, con un ejemplo de resiliencia a toda prueba (2009 crisis subprime, con miles de empleos perdidos; 2010 terremoto; 2013-14 incendios sector Las Corrientes-Purapel, muy cerca de Santa Olga); la de la infraestructura, con importantes avances; y la reconstrucción laboral, todavía en proceso.
No se ha logrado avanzar mucho en la reconstrucción del paisaje, pues (salvo los propietarios de mayor capacidad financiera) la gran mayoría de los miles de pequeños propietarios afectados no ha logrado recuperar sus suelos dañados y volver a tener suelos con capacidad productiva y /o protección ambiental.
Sin duda, una tragedia de proporciones, con una gran paradoja. Todos quedamos impresionados y conmovidos por esa situación y, por consecuencia, el sentido común debería suponer alguna lección aprendida, pero al año siguiente, nuestra región tuvo ¡160 incendios más que el año 2017! Es decir, nada aprendido.
Hoy la indolencia, la irresponsabilidad y la negligencia, siguen presentes y, cada día, no uno, sino que varios incendios ocurren en nuestra región. No son solo incendios forestales, son -en general- incendios rurales, pues también hoy una gran cantidad de la ocurrencia se presenta en el sector agrícolas, pese a que las autoridades -hasta el cansancio- indican que todo tipo de quemas está total y absolutamente prohibido.
¿Qué nos pasa? ¿Qué es lo que no se entiende? ¿Deberemos esperar otro Santa Olga, en cualquiera de las comunas o poblados de nuestra región? Ese egoísta pensamiento de “a mí no me va a pasar”, con el fuego, no corre. Le puede pasar a cualquiera, por pequeña o grande que sea un poblado o ciudad, pues el fuego de hoy es un tipo de tormenta, imparable con cualquier medio que se disponga. En la tragedia del 2017, fue principalmente el clima, lo que logró apaciguar y ayudó a un combate más eficaz.
Cada vez que vemos las diarias estadísticas de ocurrencia, no dejo de recordar a Freddy Fernández y Mauricio Roca, ambos carabineros, que acudían a rescatar a familias en sector de Maquehua; a Hernán Avilez, bombero que estaba en un rescate de familia en sector de Huillin; y a Mario Arzola que estaba en su vivienda en Santa Olga. Todos murieron quemados.
Que el 25 E sea de reflexión y de proacción, no más, de tardía reacción.
Leonardo Vergara