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SIEMPRE ESTÁ LA ESPERANZA por Horacio Hernández

Día a día nos golpean noticias inquietantes del acontecer mundial. Sofisticadas guerras regionales y el despliegue de aparatos de alto poder destructivo, los vemos por la pantalla, con la secuela de horror y muerte. Presenciamos escenas dramáticas y denigrantes que arruinan a pueblos y siembran el hambre en víctimas inocentes que deambulan famélicas, sin rumbo ni esperanza. Las potencias políticas, militares y religiosas del globo, determinan en forma loca el curso de hechos bélicos, de los que apenas sabemos, pues las noticias, llegan dominadas por tácticas comunicacionales.

Es desolador el cuadro de los organismos internacionales y de los jefes de estados del mundo, que no logran detener las escaladas devastadoras que ponen en peligro la suerte del planeta. Porque la tecnología y la ciencia al servicio de armamentos, quedan a merced de voluntades que exaltan muchas veces ambiciones y egolatrías, y por las cuales se muestran determinantes en los sucesos. Tras imponer el poderío militar, hablan o vociferan sobre la paz y así prometen resolución de conflictos, poniendo condiciones que socaban la dignidad.

Estas tragedias en Medio Oriente, en Gaza, en Ucrania y tantos otros lugares, los que mantienen al mundo en vilo, y el vaivén de las economías, permite la especulación y el abuso.

Lo que ocurre en el mundo se hace patente en forma aguda en nuestro país. Vivimos la constante incertidumbre de estar a merced de poderes externos. Pero también, de grandes poderes e instituciones nacionales, publicas y privadas que han perdido credibilidad y confianza pública. Todo ello, por el conjunto de graves hechos de corrupción denunciados, que no son puntuales, sino que abarcan a los cuadros más elevados de la sociedad: municipios, autoridades políticas de todos los colores y tendencias, entidades públicas de la Fuerzas Armadas, de Carabineros y PDI; empresas de aguas, de electricidad, ministerio público, hospitales, médicos y clínicas con licencias médicas falsas, que diezman el erario nacional… En fin, una seguidilla de episodios oscuros y torcidos, como fenómenos del narcotráfico y violencias, cuyo caldo de cultivo son los grandes sectores de marginalidad y abandono. No escapan a estas circunstancias desoladoras, los opacos y turbios dirigentes del país implicados en fraudes y cohechos. Lo cierto es que impresionan e indignan las grandes cifras que a cada instante aparecen en desfalcos, robos, transacciones de bandas criminales.

La consciencia de todo lo que reflexionamos aquí puede abrumar y en algunos casos, hacer perder la ilusión por el futuro y abandonar la esperanza. Pero, ¿son estos sucesos catastróficos el curso real de la vida y de la historia? En el mundo y nuestro país, los hay desoladores. Pero, el misterio de la vida y sentido, del bien y la bella, no tiene los estruendos de las bombas. El bien y el amor no hacen ruido ni vociferan; crecen en héroes y heroínas, sencillos y abnegados, nobles corazones cuyas entregas por la justicia y la honradez son insobornables, trabajos que son la base de la sociedad que nos brindan esperanza.

¡Es que la violencia y la ruina no tienen la última palabra!

Continua la sonrisa del niño que celebra sus 7 años…, y despierta a vida. Cada jornada, nuevos amores forjan personas para nuevos tiempos: el minero y labores humildes, continúan sus afanes, así como madres y mujeres, cuidan de la vida y de nuestras especies.

En medio de tanta desazón, siempre está la esperanza, que se vive y lucha cada día. No hay que dejarse vencer por la tristeza… La bondad de Dios calla en tiempos obscuros, pero su presencia silenciosa solo la advierten el corazón y el oído vigilante y confiado.

Horacio Hernández Anguita

Fundación Roberto Hernández Cornejo

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