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CUANDO SE SUPERA LA POLÍTICA por Franco Caballero

Que el bien se hace antes que se alcance, invierte la pirámide que generó la democracia liberal con la ley de la competencia para pensar en otra ley, en el que el más fuerte hace el sacrificio por ayudar al más débil, sin explotarlo. El cambio de paradigma entre la lógica de Hobbes, Rosseau como pensadores del Estado moderno y la de Maquiavelo, Spinoza, es la de lo inexistente y lo existente. Crear un ideal es crear lo inexistente, construir un castillo en el aire genera violencia, control, dominio entre el espacio de aquello que debería ser y lo que es. La concepción de lo ausente, de aquello que no está, que no existe genera el miedo latente que pervive en el cotidiano del ciudadano actual. Esa brecha liberal terminó por separar a la sociedad, alejando a cada individuo en su atomismo inconexo, sucumbido en su condición de viajero a explorar las profundidades de su ser, como slogan délfico, atormentado en la más absurda soledad, ahondada, con el derrumbe de la creencia, en el temor crónico, dimanado en la emoción cultivada, la angustia de un futuro acechante.

Ahora que podemos hablar de comunismo, aparecen aquellas ideas que existen entre líneas, cubiertas por la persiana de las perspectivas que al girarse se presentan como esperanzas que renacen detrás de un pensamiento rendido. ¿Es posible superar la política? Si acaso lo es, el camino es la igualdad como umbral iniciático, como portal axial de un nuevo orden mundial. Cuando vemos la política como un paradigma le hacemos juicio histórico y la sopesamos en su condición de variable. Así como la conocemos ahora, bajo el aspecto de esta democracia liberal que creamos, donde hicimos del Estado un ideal trascendente y abstracto de la sociedad, hemos disminuido al sujeto bajo la falsa noción liberal de la libertad personal. El renacimiento y su humanismo fue una antorcha que se extinguió rápido.

“Jesús quiere perdonar tus pecados” dice un letrero afuera del Jumbo, la pregunta es ¿Cuáles pecados? La era del conocimiento viene a comprender y quitar el velo de todo idealismo.

Cuando se habla de comunismo no puede más que sonreír la filosofía que se ha dedicado a desmitificar y fortalecer el criterio del sentido común de una sociedad libre, pero libre de verdad y como sociedad toda. Ese “toda” es el cuerpo que materializa la sociedad como sujeto desde la mitad del siglo XX en adelante cuando la explosión demográfica hizo de las masas un agente activo o pasivo del orden de las cosas, por tanto, siempre posible de expresión. ¿Cuál puede ser el siguiente paso de aquel sujeto cuando ya sea un solo un gran cuerpo? La intuición y la consciencia, en términos concretos, el dominio del medioambiente. El muñeco humano lo creamos por partes, primero el cuerpo, después la mente.

Estas ideas soñaba el teósofo C. Jinarajadasa en la primera mitad del siglo pasado, quien estudioso del humanismo, proyectaba una nueva era de la humanidad basada en la intuición, con Latinoamérica como pionera. [Ya hallamos una superación de la política cuando atendemos el tiempo historial, en su dimensión pasado, presente y futuro que, además, ayuda a desapasionar el análisis]. Conducir el medioambiente requiere de la inteligencia humana, ya que, si bien hemos logrado intervenir el medio, no hemos sabido hacerlo sin explotarlo. Las ideas tras la persiana contribuyen a pensar en el universo, en cuanto a naturaleza, como un gran pensamiento más que como una gran máquina (James Jeans, físico). Una idea que tiene mucho sentido cuando nos aproximamos al Dios de Spinoza y habitamos la idea de producir el bien antes que padecerlo. El engaño del idealismo radica en la interpretación de un bien castigador y controlador de la naturaleza humana, por eso hablamos de desmitificación.

La tristeza es la incertidumbre, el desconocimiento dicen los jungianos, la alegría es certeza. Toda información que circule respecto a lo que no es, pero podría, funda temor. A esto le hemos llamado sujeto, al producto del Estado liberal, que tras 200 años con este tipo de democracia ha mantenido su prevalencia y trascendencia a costa de mermar al ser cívico de su condición más primordial que es la conexión con los otros.

La política moderna existe porque hay desigualdad, tiene su origen en la separación del Estado con la sociedad, lo que terminó por separar todo encuentro cuando la ilusión del capital infestó el deseo auténtico y se sobrepuso en la dopamina delirante del placer instantáneo que devoró con su hambre jerárquica toda unidad, hasta que vino nuevamente, una vez más, la consciencia por el conjunto. Por eso, aprovechamos el virtuoso mirador de la Historia para poner un ojo en el pasado y otro en el futuro, más allá del instante polémico e iracundo de lo inmediato; nos preguntamos por posibilidades e hilvanamos una posible respuesta. Un mundo sin política, es un nuevo mundo, ocupado y preocupado del siguiente paso cuando la consciencia sea encontrada. La política ayudó a esculpir la estructura corporal de la sociedad universal, la política entonces es el albañil, el constructor, el cincel, la piedra, el proceso, el clinamen de Epicuro, el rizoma deleuziano, la pequeñísima labor de cada actuante, de cada existente; la política eres tú, pero quiénes somos nosotros.

Franco Caballero Vásquez

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