Muchas veces ocurre que la vorágine de lo cotidiano no nos permite empinar a vista hacia el horizonte que está un poquito más allá. Es probable que la hojarasca de nuestra contingencia, (el ambiente más fiestero que patriótico que se percibe y la farándula electoral que se nos viene encima) haya impedido sopesar en su debida dimensión un hecho de notables proyecciones ocurrido hace unos días. ¿Cuál?
Se trata de la cita, allá en Beijing, que congregó a los más destacados líderes de las principales potencias asiáticas y orientales. La lista es larguísima, pero vale la pena señalarla: Se reunieron con Xi Jinping, el presidente de Rusia Vladimir Putin; el presidente de Corea del Norte Kim Jong Un; el primer Ministro de India Narendra Modi; el Presidente de Irán Masoud Pezeshkian; el presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko; el presidente de Indonesia Prabowo Subianto; el presidente de Vietnam, Luong Cuong, y el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim; el líder de la junta militar de Myanmar, Min Aung Hlaing; el presidente de Laos Thongloun Sisoulith; el primer ministro de Pakistán Shehbaz Sharif; el de Nepal Khadga Prasad Oli; el presidente de Zimbabue Emmerson Mnangagwa; el de Congo Denis Sassou Nguesso; el presidente de Azerbaiyán Ilham Aliyev; el primer ministro de Armenia Nikol Pashinyan; por último, los presidentes de Mongolia Khurelsukh Ukhnaa; de Kazajistán Kassym-Jomart Tokayev; el de Tayikistán Emomali Rahmon; el de Kirguistán Sadyr Japarov; el de Uzbekistán Shavkat Mirziyoyev y el de Turkmenistán Serdar Berdimuhamedow.
Si el Lector soportó leer la larga lista (olvidé poner al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel) habrá notado que estuvieron en la magna reunión realizada el 3 de septiembre los principales líderes de los países más poblados del mundo (China, India, Indonesia y Pakistán suman cerca del 60% de la humanidad), los Estados militarmente más fuertes (a excepción de EEUU), de las economías más fuertes del planeta (excepto Estados Unidos) y, dato relevante, pareciera ser una suerte de club de líderes que odian a Trump y a su país.
¿Para qué los reunió el presidente chino? Formalmente para realizar una cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). También, para presenciar un gigantesco desfile militar con el que China conmemoraba el término de la Segunda Guerra Mundial. Y, además (y aquí el “además” es el que importa) para exhibir ante estos líderes anti-occidentales una amplia, variada y poderosa gama de armamento de última generación, con el que la potencia china busca afianzar la unidad con sus aliados y enviar un mensaje a occidente, y en especial a Donald Trump, de que no se dejarán intimidar. La presencia tanto de Vladimir Putin como de Kim Jong-Un, representantes de países que han cuestionado la influencia de Estados Unidos en el orden global y que se han atrevido a desafiar algunas de sus medidas, releva el ambiente de pugna e incertidumbre generado por Trump y las medidas comerciales y económicas de su gobierno. En la oportunidad, el presidente chino dijo «La nación china es una gran nación que no teme a ninguna tiranía y se mantiene firme sobre sus propios pies (…) Cuando en el pasado se enfrentó a una lucha a vida o muerte entre la justicia y el mal, la luz y la oscuridad, el progreso y la reacción, el pueblo chino se unió en el odio al enemigo y se alzó en resistencia». Este discurso cobra relevancia en un horizonte lleno de conflictos y en el que las fricciones comerciales con Estados Unidos han atizado el fuego ya varias veces. Por otra parte, no debe dejar de atenderse que el desfile ha brindado la oportunidad a la industria militar china para mostrar sus avances en la producción de armas y consolidar su objetivo como proveedor militar de avanzada y de vanguardia, gracias al uso de tecnología de punta, drones e Inteligencia Artificial.
Así, la cita oriental del 3 de septiembre no debe ser vista sólo como una vitrina armamentista ni como una reunión de críticos de Trump. La ocasión habrá de ser considerada como una preocupante instancia de planificación y coordinación de la respuesta de oriente, ante los intentos norteamericanos de reactivar un occidente que, antaño, fue poderoso y no quiere dejar de serlo. Algo así como la respuesta a un hipotético “Let’s Make the West Great Again”.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho