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LA BIOPOLÍTICA DE FOUCAULT Y LA ASTUCIA DEL CHILENO por Franco Caballero

 

Imagínate elegir por amor y no por ideal. Casarte con el repartidor del diario y viviendo del amor puro y soñado, antes que haberte casado con el que duerme ahí a tu lado, él que nos dio una linda casa, salud, educación y todo el pack que implica el valor del “capital humano”. En ese pequeño espacio de voluntad y conciencia que implica nuestra elección, conectado al impulso del deseo, de lo que quiero, lo que anhelo, conducido por el instinto de querer en mis hijos la mejor inversión posible, haciendo de la escuela una inversión, algo innegable hoy en día, algo normalizado, como la migración, otra inversión, tanto de país como de barrio. No es tu culpa esta elección, es lo que ha formado en nosotros la producción de subjetividades que ha sido el modelo gubernamental y que se ha disfrazado de democracia, que en su historia comprende un periodo liberal y luego neoliberal. La democracia entonces es el pequeño formato estatal de garantía y respaldo para el dominante movimiento económico que a través de acciones reguladoras condiciona el marco necesario para permitir el mejor uso del mercado.

 

He terminado de leer el “Nacimiento de la biopolítica” de Foucault, un archivista como decía Deleuze, que da cuentas casi como a modo de historiador, de lo biopolítico, mencionando un par de veces dicha palabra, explicando cómo el mercado ha ordenado la población, las tierras, el medio ambiente, las legislaciones, interfiriendo pues en las bases culturales, materiales, técnicas y jurídicas para permitirse el desenvolvimiento necesario que genere mayor energía comercial. Quizás esto ya es muy sabido, el neoliberalismo en nuestro caso, el chileno, ya es más que evidente, la historia se sabe, pero no está de más aterrizar el sujeto que emana y que produce la condición de este tipo de democracia donde el Estado es un ente diminuto y que se asoma de vez en cuando al levantar prácticas sociales que ponen en jaque al mercado.

 

En tal aspecto, una cosa destacable irrumpe desde la sociedad —aliada del Estado y frontera adversaria del mercado— es la explosión del “empresario de sí mismo”, entendido mediante la idea del capital humano que son los ingresos futuros del trabajador dice Foucault, el capital es la renta del salario, los ingresos que un trabajador recibe. Para ser un trabajador y obtener estos ingresos debe ser óptimo en cuanto a cuerpo del trabajador/a, puesto que requiere de condiciones físicas y psicológicas que le permitan ser un capital humano. Esto es el “homo aeconomicus” que refiere el francés, cuando un desempleado se convierte en un discapacitado económico. Una persona, además, en su condición de obsolescencia, de caducidad debe administrar su vida considerando los años que le restan sin el salario regular. Así el cuerpo se convierte en una máquina, diría Deleuze, desconectado de su deseo natural como ser, y condicionado por la uniformación, la normalización que produce el actuar como un capital. Piense usted en la conducta gerencial, vestimentas muy similares, formas de pensar muy similares, formas de consumir similares, elecciones de casas similares y en el fondo, formas de desear muy similares, volviendo al amor un asunto eugenésico, que es lo que plantea Negri.

 

Antes, con el liberalismo cada persona pudo adquirir una propiedad privada, gracias al levantamiento del valor de la libertad, cada persona pudo ser más libre cuando adquirió sus propias dependencias, transformando al proletariado en una dimensión de pequeños micro empresarios, “ciudadanos valiosos y libres”. Pero luego las políticas sociales de mitad del siglo XX comenzaron a emerger y amenazaron el orden de la democracia liberal creando un nuevo sistema, surgido primero en Alemania con el ordoliberalismo a finales de los 40, post guerras mundiales y luego con el anarco liberalismo en EEUU de los años 70, a lo que se le conoce como neoliberalismo. Nuevamente el Estado vuelve a ocupar su sitio reducido solo a administrar y sostener la forma de vida, bajo condición biopolítica, que es la forma de vivir que produce tal neoliberalismo. Los sistemas económicos, dice Foucault, actúan reactivamente ante los movimientos del Estado y la sociedad.

 

Entonces, ¿cuál fue la astucia chilena? ¿Cuál fue la astucia de un país que fue y es la carne de cañón del neoliberalismo? Fue la plataforma “tu empresa en un día” de Michelle Bachelet, donde nos convirtió realmente, no solo en la teoría, a todos los ciudadanos en verdaderos empresarios, ya sea como «spa» como en «irl». Si bien para Foucault “la multiplicación de las formas de empresas dentro del cuerpo social constituye el objetivo de la política neoliberal”, esta misma multiplicación para Deleuze genera nuevas formas de interacción, y para Negri conduce a nuevas formas de encuentro y posibilidad de fortalecimiento de la sociedad, la cual actúa como el límite del neoliberalismo, es la frontera del mercado. Cuando la sociedad, que es el Estado, se solidifica, se hallan las salidas necesarias para el equilibrio. Foucault plantea la tecnología gubernamental considerando el liberalismo instalado mediante la unificación del “homo aeconomicus”, es decir, el capital humano junto con la sociedad civil para equilibrar la balanza, aunque sea un poco, toda vez que la “sociedad es producto de nuestras necesidades”.

 

Pero bueno, ya sabemos que esta dimensión es solo una parte de la concepción universal, porque ahora nos entendemos como occidentales antes que mundiales, a saber que existe un paradigma diferente, donde la sociedad prevalece políticamente, a pesar de no tener el título inventado de “democracia” porque no se manifiesta neoliberalmente, y en donde el Estado está por sobre las empresas que le terminan tributando a él. Ese es el caso de China.

Franco Caballero Vásquez

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