De Albania sabemos poco y recibimos muy ocasionalmente alguna información. Por eso, el que una noticia proveniente de ese país se repitiera en numerosos medios a lo largo del mundo, nos llamó fuertemente la atención. Más aún cuando, al leer el contenido de las notas de prensa, su tenor fuera todavía más inusitado. Ocurre que el asombro no proviene del hecho de que una mujer haya sido nombrada Ministra encargada de las licitaciones públicas del estado balcánico, sino de que esa mujer, de nombre Diella, no existe. Al menos, no con forma humana.
¿Una mujer inexistente nombrada como ministra? Sí y no. Es que Diella no existe en carne y hueso, como la hija, la señora o la mamá del Lector. Y, a pesar de esa inexistencia, Diella tomará decisiones, impartirá instrucciones y dirigirá las múltiples estrategias del Estado albanés, para detener la galopante corrupción que se ha transformado en el principal dolor de cabeza para el gobierno y el mayor desafío para la flamante ministra. Diella será la primera ministra digital, tras la cual una poderosa inteligencia artificial tomará decisiones que, se dijo, estarán 100% libres de corrupción e intereses espurios.
Es que el gobierno albanés, encabezado por el Primer Ministro Edi Rama, ha decidido convertir la lucha contra la corrupción y el impulso a la transparencia en su principal objetivo. Y, para conseguirlo, había que liberarse de todos aquellos obstáculos e inconvenientes que pudieran entorpecer tal propósito. Y, uno de los mayores escollos era, sin duda, la debilidad humana frente a los múltiples estímulos con que los agentes de corrupción tentaban a los funcionarios que decidían licitaciones y contrataciones públicas. Hasta ahora. Porque Diella será incorruptible por la sencilla razón de que carece de ambiciones personales, agenda propia y afanes que no sean dirigir procesos estrictamente apegados a la ley. Con ella, ese gobierno pretende no sólo erradicar su aguda corrupción (en 2024 Albania ocupó el puesto 80, entre 180, en el índice de corrupción de Transparencia Internacional), sino mejorar su imagen frente a la Unión Europea, bloque del que espera que acepte su incorporación en 2030.
Con todo lo novedoso que la decisión albanesa significa, el caso exige revisar, someramente, algunas implicancias derivadas de que un proceso tan importante como es la adjudicación de contratos públicos tremendamente sustanciosos, sea decidida por un bot. Porque, a fin de cuentas, eso es Diella, aunque su nombre signifique sol en idioma albanés, en esencia es un software alojado en algún servidor gubernamental. Y eso ha sido el motivo por el que la medida ha sido criticada y resistida por numerosos políticos y dirigentes gremiales de aquel país. Por su parte, la ministra digital intentó tranquilizar a quienes sienten alguna inquietud frente a ella diciendo: “La Constitución habla de instituciones al servicio del pueblo. No habla de cromosomas, de carne o huesos. Habla de deberes, responsabilidad, transparencia, servicio no discriminatorio”. “No estoy aquí para reemplazar a las personas, sino para ayudarlas. Es cierto que no tengo ciudadanía, pero tampoco tengo ambiciones o intereses personales”.
Pero, la verdad es que el desasosiego persiste y la discusión sobre los retos legales y éticos de delegar decisiones gubernamentales en sistemas automatizados está recién comenzando. Adicionalmente, se abren aquí legítimas dudas para el futuro de la gestión pública. Porque ¿puede la tecnología ser suficiente garante de transparencia y justicia? ¿Podríamos, en un futuro mediato, entregar la labor jurisdiccional a jueces digitales, tal como se ha descrito en la ciencia ficción? ¿Habrá, en algunas décadas, un software que asigne ayudas gubernamentales, beneficios sociales u obligaciones tributarias, con total prescindencia de humanos? O, por el contrario, ¿seguirá siendo imprescindible la supervisión y el juicio humano para tasar, equilibrar y ponderar aquellos factores que no pueden reducirse, simplemente, a una serie de unos y ceros?
El impulso hacia la transformación digital, sumado a la urgencia de recuperar la confianza ciudadana en las instituciones públicas, apostando por una solución que mejore la transparencia en un ambiente marcado por la desconfianza, junto a la necesidad de cambio, no pueden llevarnos a exagerar la respuesta y arriesgar que Diella resulte peor que la enfermedad.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho