
El cáncer de mama es una realidad que afecta a miles de mujeres en Chile y el mundo. Sin embargo, detrás de cada estadística, hay una historia de lucha, esperanza y resiliencia. Como matrona, he visto de cerca el impacto que esta enfermedad puede tener en la vida de las mujeres, especialmente en su sexualidad.
De acuerdo con el Ministerio de Salud, en 2020 se diagnosticaron cerca de 4.500 nuevos casos de cáncer de mama en Chile, y se estima que una de cada ocho mujeres desarrollará esta enfermedad a lo largo de su vida (MINSAL, Guía de Práctica Clínica para el Cáncer de Mama, 2020). Si bien los avances en detección precoz y tratamiento han permitido mejorar las tasas de supervivencia, las consecuencias de estos procesos suelen tener un impacto significativo en la sexualidad y el bienestar integral de las pacientes.
Algunas de las secuelas potenciales de cada tratamiento es la disfunción sexual. Esta puede manifestarse en una disminución del deseo sexual, sequedad vaginal, dolor durante las relaciones o dificultad para alcanzar el orgasmo. Las causas son múltiples y dependen del tipo de tratamiento recibido. La cirugía mamaria, por ejemplo, puede generar alteraciones en la sensibilidad debido a daños en terminaciones nerviosas o cambios en la forma y tamaño de las mamas, afectando la autoimagen corporal y la confianza en la intimidad. La radioterapia, por su parte, suele provocar fatiga, disminución del deseo y alteraciones cutáneas —como sequedad o sensibilidad— que interfieren con la comodidad durante la actividad sexual. En tanto, la quimioterapia puede inducir una menopausia temprana, acompañada de disminución del deseo sexual y sequedad vaginal, lo que conlleva dolor y malestar en los encuentros íntimos.
Frente a este panorama, el acompañamiento profesional se vuelve esencial. La matronería en Chile desempeña un rol clave en la atención integral de las mujeres con cáncer de mama, no sólo en la prevención y el diagnóstico temprano, sino también en la educación, el acompañamiento emocional y la recuperación de la función sexual. Las matronas pueden orientar a las pacientes sobre estrategias de autocuidado, alternativas terapéuticas para mitigar los efectos secundarios y recursos disponibles para favorecer la reconexión con su propia corporalidad.
En materia de prevención, es fundamental reforzar la importancia de los controles periódicos y las mamografías anuales a partir de los 40 años, o antes en mujeres con antecedentes familiares. La detección temprana continúa siendo la herramienta más efectiva para reducir la mortalidad y mejorar la calidad de vida de las pacientes. No obstante, la prevención no debe limitarse al diagnóstico médico: también implica educar sobre los efectos del tratamiento, promover el diálogo abierto sobre la sexualidad y garantizar una atención humanizada.
El cáncer de mama no debe entenderse únicamente como una patología de alta incidencia, sino como un desafío de salud pública que requiere estrategias integrales de acompañamiento. Fortalecer el rol de la matronería dentro del equipo de salud es una tarea necesaria para avanzar hacia un modelo de atención que reconozca la salud sexual y emocional como componentes esenciales del bienestar de las mujeres que viven y sobreviven al cáncer de mama.
Carolina Poblete Ramírez
Docente
Obstetricia y Puericultura
Universidad Autónoma de Chile
Talca









