¿Cuándo comenzó tu interés por la fotografía y por qué te decidiste adoptarla como medio de expresión?
“Mi interés por la fotografía empezó porque mi papá siempre andaba tomando diapositivas para todo. Siempre andaba con una cámara Canon Ft Ql, que es la que yo recuerdo, pero antes tenía otras, de esas cámaras con envase de cuero café. Como a mis 14 años, él me prestó su cámara para que yo hiciera fotos en el zoológico en Santiago, donde habíamos ido de paseo. Ahí me gustó y después siempre andaba con una cámara; mis compañeros de colegio todavía se acuerdan de que yo siempre andaba tomando fotos y es verdad, me gustaba mucho. Y después quería estudiar, quería ser periodista, psicóloga, quería estudiar teatro, y cuando ya estaba en la universidad mi hermana se casó con un gran fotógrafo, Juan Domingo Marinello, y ahí entendí que mi gusto por la fotografía podía ser una profesión real, bien valorada. Hablé con mis padres y me dijeron que diera la prueba de nuevo, y que si me sacaba más de 300 puntos -que era obvio que me los iba a sacar- me regalaban la cámara y me pagaban estudios de fotografía”.
Ponerte en peligro, fotografiar violencia en dictadura, tener miedo, escabullirte para captar momentos históricos. ¿Cuáles son aquellas experiencias que quedaron grabadas en tu memoria?
“Yo nunca dejé de tener miedo. Fue una experiencia donde lo traumático no lo vivíamos en el momento mismo. El miedo siempre estaba, pero yo y otras personas que ejercíamos en la prensa en ese momento, teníamos una vida bastante corriente. O sea, después de estar en situaciones de mucho estrés, llegábamos a las casas, éramos muy jóvenes. Yo estuve trabajando en eso de los 21 a los 28 años. Nos íbamos a la casa, nos duchábamos y salíamos a carretear. Cuando no andábamos reporteando, nos íbamos a carretear, hacíamos fiestas, íbamos a bailar, después íbamos al galpón de Matucana. Había lugares para pasarlo bien. Yo siempre digo que, si bien lo pasábamos mal, también teníamos una vida en que había mucho arte, hacíamos exposiciones, íbamos a escuchar música los fines de semana al Café del Cerro. Era parte de mi circuito. Distintas cosas, una vida muy interesante”.
Y estaba la otra cara de la moneda…
“Me marcaron muchas cosas. Por ejemplo, la valentía que tenía la periodista Pamela Jiles, que era tremendamente osada, valiente, defendía a la gente; ponía el cuerpo. Había mucha gente que ponía el cuerpo. Hubo asesinados hasta el año 89… Pero también me marcó mucho la pobreza. La pobreza era increíble. Me tocó fotografiar gente cuando los supermercados llevaban camiones con alimentos a chancheras, los daban vuelta, y los niños y adultos se peleaban por la comida. Y los más osados se subían al camión, antes que entrara a la chanchera, y de ahí le tiraban a sus familiares que sé yo… el costillar; el hueso del medio de la columna de un animal. La pobreza y la valentía de la gente que salía a las calles para mí fue muy fuerte. Y lo otro que me impactó fue cuando sacaron 18 mil milicos a la calle. Era impresionante, estaba todo Santiago rodeado de militares, que daba terror. Aunque tú los vieras jóvenes, era muy aterradora la situación porque era un país sitiado, era muy fuerte. Quizá comparado a lo que pasa hoy en la Araucanía, de alguna manera, que se ven con tanquetas y todo. Ir a recorrer en las noches y encontrarte con tanquetas escondidas, detrás de una barricada…son tantas las experiencias… Las ollas comunes, cómo se organizaban, la gente que protestaba con niños en sus brazos. La gente era muy valiente. Había mucha dignidad sobre todo en las mujeres que no dejaron nunca de luchar”.
¿Cuándo y por qué decidiste ser activista feminista y cómo lo vives concretamente?
“El feminismo fue en 1983, lo recuerdo perfectamente. Yo estaba en la revista Hoy, y me mandaron a reportear a la Casa La Morada, por unos talleres que había. Y había talleres con unos nombres como Mujer y Sexualidad; Lo público y lo Privado; cosas que no me hacían sentido. Pero entré a uno de los talleres y quedé alucinada. Cada vez más identificada. Y desde ese día me empecé a instruir, porque de ahí salían células de mujeres. Yo estaba en una en la que nos juntábamos todas las semanas a trabajar y a entender el feminismo, a conocer y leer. Había una mujer que nos guiaba en estas lecturas y estas reflexiones. Reflexionábamos muchísimo y eso me daba un plus para mi trabajo como fotógrafa. Empecé a integrar esto a mi vida. Una vez dije que una es feminista 24 horas al día y otra feminista se río de mí. Y la verdad es que sí, es una filosofía de vida ser feminista; es un adjetivo calificativo más bien. Quiero decir que no son puras acciones, es una forma de vivir la vida feministamente, y no es fácil porque una nace y vive en un mundo patriarcal; una se cría en un mundo machista y tiene incorporado todos los conceptos, toda la forma de vivir es así. Hasta el día de hoy yo tengo que seguir luchando con mi propio patriarcado interno. Así es que el activismo feminista ha sido una de mis formas de expresión y las posibilidades de conversar sobre ello con otras personas; escribir, los programas de radio en los que me ha tocado la suerte de ser conductora, ha sido parte de lo que hago. Compartir el feminismo quizá ha sido mi forma de vivirlo. Vivir con valores feministas. Es mi vida, es cómo soy mujer, cómo soy madre”.
Respecto a la estética del horror, decías que no te gustaba intervenir fotografías. ¿Consideras que eso quita el impacto real de los sucesos?
“Sí, creo que intervenir la fotografía para embellecerla para que parezcan carteles de película es un error, porque te quedas pegada en la estética y se pierde el fondo. No solo lo hacen mucho las nuevas generaciones, sino que hay un concurso que se llama World Press Photo, que siempre me ha cargado por eso. Es tanta la estética de las fotografías que son tremendamente dolorosas, que pierden la fuerza de lo que realmente está pasando. Te quedas en esa estética y no en el fondo dramático que tiene la situación que se está intentando mostrar. Se pierde absolutamente. Es un afiche ficción. Lo que ahí se ve cuando se hace eso, es ficción y no realidad”.
¿Cuáles han sido tus principales referentes en fotografía y por qué?
“Mi principal referente ha sido Juan Domingo Marinello por el nivel de su fotografía, pero además por su generosidad. Pocas veces me ha tocado ver a un maestro que entregue todos sus saberes. Y si él aprende algo nuevo, te lo va entregando. A pesar de la edad que tiene, fue una de las primeras personas que se metió a la fotografía digital y aprendió y la conoció y ha seguido dando clases. Es un maestro maravilloso, que no se esconde, que no oculta las cosas. La Paz Errázuriz también en mis inicios fue un referente. Es una creadora importante, que siempre ha estado buscando qué fotografiar, qué realidades traer. Y de lo demás, he visto tanta fotografía que es difícil seleccionar. No quiero dar puros nombres de fotógrafos antiguos, hay muchas fotógrafas modernas. Me inspira mucho lo que hace Zaida González que es muy diferente a mí y me fascina lo que hace. Y así hay muchas personas que me han marcado con fotografías que no son como las que yo hago. Y de reporteros gráficos, conozco pocos que me inspiren o me hayan inspirado al principio de mi quehacer”.
Hoy ¿qué te tiene interesada?
“Hoy día me tiene muy interesada seguir fotografiando lo que pasa alrededor de la Plaza Dignidad. Estoy muy interesada ahora en que en el GAM, donde se eliminaron todos los carteles que habían, ahora se estén volviendo a instalar. Y también me tiene interesada que saco un libro en septiembre, y la exposición en octubre, noviembre y diciembre; que me lleva harto trabajo. También mi concejalía, que es muy importante para mí y que además me permite tomar muchas fotografías, porque cuento con ella para desempeñar bien mis labores, si no, sería súper aburrido no usarla como parte de mi trabajo”.
(FOTOGRAFÍA: Raoni Vale)