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Independencias culturales

Hace rato, desde el barrio Seminario se escuchan grandes zumbidos de auto, sin saber por qué. Luego, conversando sobre eso, fuimos comprendiendo que se trataba de las carreras tunning del poniente de la alameda. En breves momentos retumban vehículos, que entre calles cerradas por otros mismos autos, dan curso a la carrera.

El tunning es el arte de personalizar el vehículo, pudiendo modificar no solo las características de su apariencia, sino también modificando las cualidades técnicas del automóvil, que entre otras cosas puede servir para prepararlo para este tipo de encuentros.

Si bien es cierto, existe una apropiación del espacio público, sin permisos, ni acreditaciones para ocupar una calle larga y recta como aquella primera cuadra de la alameda, no podríamos determinar qué genera mayor problema.

Seguramente ese condimento de apropiación genera la adrenalina que segrega esta actividad, pero aun así supe que están buscando permisos necesarios para utilizar el espacio seleccionado de la vía pública, aunque sea por un cuarto de tiempo. Allá se verá si acaso los consideran o no, y si acaso realmente son tan organizados, o si efectivamente están solicitando los permisos necesarios, yo solo lo escuché. Lo que sí es cierto es que son una independencia cultural.

La cultura podría ser aquello que se realiza, aquella actividad similar que se realiza en un grupo de personas de manera constante a tal punto que genera un conocimiento colectivo de aquello que se hace, es decir un conocimiento que ha surgido gracias la dedicación conjunta a dicha acción.

Camino por alamedilla de La Florida y pasa un grupete contundente de patinadores de todas las edades; les he visto instalarse en la plaza Abate Molina, y entrenar, distribuyéndose roles inclusive. Desarrollan la cultura del patinaje. Desarrollan la independencia cultural del patinaje. Desarrollan la habilidad colaborativa, en vez de la habilidad competitiva, si se quiere aproximar a asuntos pedagógicos.

Una red colaborativa, que distribuye funciones, que genera una identidad, que permite y sostiene un apoyo piscoemocional, psicosocial, produce bienestar personal, porque hago lo que me gusta a la vez que pertenezco a un espacio donde desarrollar relaciones sociales.

Sospecho que estos grupos surgieron espontáneamente, y por tanto tienen que haber comenzado desarrollándose entre pares, sin jerarquías, cada elemento colocándose al servicio del objeto común que para todxs es el mismo, interés al tunning o a los patines, o lo que fuere.

Es posible pensar que el interés común por estas actividades surja por la influencia de algún consumo que les ha entusiasmado, como por ejemplo una película, o un estilo de música tan popular como el K-pop que ha logrado convocar a varios adolescentes frente a los amplios espejos de la Provincial de Educación.  O el boom de las series medievales que ha reunido varias personas frente al TRM en la alameda, teatralizando los combates épicos, entre otros.

Será porque los y las jóvenes de hoy son más participativos, son más públicos quizás, puesto que no se han formado con el recelo hacia el otro, generado por el clima previo a la explosión cibernética, me refiero a la década de los 90. O incluso la misma explosión cibernética del nuevo milenio globalizado fundamenta estas nuevas prácticas, lo importante es que tras ellas existe un espíritu colaborativo, que nos acerca y no nos separa. Que convoca y que reúne.

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