Dicen que los hombres, con el avance de la edad, terminan pareciéndose a sus padres. En mi caso, me sorprendo cada tanto, diciendo cosas que me asemejan a mi abuelo. Y, si bien no estoy seguro que eso sea del todo bueno, al menos lo reconozco. Y no reniego de ello.
En largas conversaciones (pareciera que en la vejez hay tiempo para conversar) mi abuelo intentaba hacerme ver la importancia del ahorro. Con variados argumentos, múltiples ejemplos y razones varias, trataba de hacer de mi un tipo ahorrador. Que nunca se sabe cuándo se va a necesitar recursos, que tener ahorros aporta tranquilidad, que ahorrar es demostrar templanza y autogobierno y otros tantos argumentos que, entonces, yo medio entendía y que, hoy, entiendo mejor.
¿De dónde ha salido la plata que se ha gastado en el combate a la pandemia?
No quiero marear al Lector con cifras que, más encima son tan grandes que se escapan de una cabal comprensión. Pero, baste decir que han sido, has ahora, miles de millones de dólares. El costo de las vacunas, el financiamiento de los variados subsidios, bonos, exenciones y subvenciones ha sido formidable. Chile es uno de los países que más ha gastado, en proporción al tamaño de su economía, en la efectiva respuesta a la pandemia que nos ha asolado. Y ha sido, sin duda alguna, dinero bien gastado. Más bien invertido, en beneficio de la salud de los chilenos.
Y vuelvo a hacer la pregunta: ¿de dónde han salido esos cuantiosos recursos? La respuesta tiene relación con lo que mi abuelo trataba de enseñarme: del ahorro. Porque los Estados, algunos, también ahorran. Esos ahorros estatales se denominan Fondos Soberanos y constituyen dineros fiscales que el Estado reserva para contingencias o gastos futuros, invirtiéndolos en diversos instrumentos en el extranjero y que, cuando es necesario, retira a fin de destinarlos a financiar algún determinado gasto. Algunos Estados, que cuentan con grandes recursos, destinan parte de estos a constituir Fondos Soberanos que les permiten, en palabras de mi abuelo, enfrentar emergencias y vivir más tranquilos. Son, en palabras simples, ingresos que no se destinan a gasto actual, sino inversión y gasto futuro. Generalmente provienen de excedentes de la balanza de pagos, operaciones de cambio internacional, recursos provenientes de privatizaciones, superávits estructurales y fondos resultantes de exportaciones estatales.
Hoy día existen poco más de 60 países que cuentan con Fondos Soberanos. De ellos, la mayoría corresponde a países productores de petróleo y otras economías de grandes ingresos. Unos pocos, muy pocos, son países en vías de desarrollo, como es el caso de Chile. Nuestro país inició estos ahorros en 2006, cuando se destinó parte de excedentes de la balanza de pagos a constituir el Fondo de Reserva de Pensiones, un ahorro para financiar las pensiones solidarias, y el Fondo de Estabilización Económica y Social. Desde entonces, la política de responsabilidad fiscal ha sido consistente con el objetivo de inversión y, hasta antes de la pandemia, se había acumulado cifras cuantiosas. Y fue precisamente esa cuantía la que permitió que, en 2020, el gobierno retirara de dichos Fondos casi US$6.000 millones y, en lo que va de este año, una cifra un poco menor. Así, se espera que, de no volver a recrudecer la emergencia, los retiros totales signifiquen unos US$10.000 millones que han servido para los gastos sociales e inversiones en salud, antes señalados. Entonces, cuando observemos las variadas políticas públicas a través de las que se ha enfrentado la emergencia, ya sabemos de dónde ha salido el dinero para financiarlas. De los ahorros que sucesivos gobiernos habían hecho, en previsión de emergencias como la actual. Por eso, es de esperar que los gobiernos venideros cuenten con la disponibilidad de recursos como para volver a ahorrar, así como, también, tengan el criterio que se requiere para hacerlo.
El ahorro, como la templanza, es una virtud escasa pero valiosa, decía mi abuelo.