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DE PRIMERAS VECES por Jane Doe

¿Se les ocurre algo más memorable que una primera vez? Y me refiero a la primera vez de lo que sea.

No sé, por ejemplo, la primera vez que recibieron un pago por su trabajo.

¿Se acuerdan? Yo sí. ¡Que sensación más maravillosa!

Saber que aquello que estudiaron durante años, rendía por primera vez sus frutos, para mí fue simplemente genial.

Tantos desvelos, tantas noches mezclando café con Coca Cola, tantas lucas (que aún no se terminaban de pagar), tantos torpedos escondidos en lugares misteriosos, tanto estrés en los exámenes orales; se transformaban en un cheque. Seguro que no tan grande como quisiéramos, pero con el sabor maravilloso de saber que por primera vez generábamos ganancias.

Mire que hasta entonces éramos sólo perdida. Reconozcámoslo.

El primer amor. ¿Qué decir del primer amor?

Mmmm. 2° medio. 14 años. Primer día de clases en colegio nuevo, sol molesto en los ojos que obliga a mirar a la izquierda y al final de la fila del 3°, todo brillante, sonriendo y con sus rulos al sol; el primer amor.

Importa un carajo lo mal que terminó. El tiempo y la memoria se encargarán de borrar lo feo, lo malo y lo oscuro, dejando de manera absolutamente contra natura: sólo lo lindo.

El primer hijo. ¿Habrá un amor más profundo y lleno de errores de ejecución que el que tenemos por el primer hijo?

Porque nos guste o no, el primer hijo es el primer intento. Bienintencionado y todo lo que quieran, pero todo aquel que haya hecho panqueques sabe lo que pasa con el primero: una suma de buenas intenciones, errores y poco aceite, que lamentablemente para él, iremos mejorando sólo con la práctica.

De a poco iremos aprendiendo que importa poco que se ensucie la ropa, que se duerma tarde o que no coma brócoli. Ya con el segundo las cosas irán yendo mejor. O con el tercero. O con el cuarto… Después de todo, echando a perder se aprende.

Pero la primera vez que hoy me quita el sueño es la primera que una compañera de curso se pone botox. ¡Y era tan linda ella!

Rubia casi natural, bien guapa, la primera en casarse y aquí está sonriendo sin expresión ni arrugas y recordándonos más a la Tigresa del Oriente que a la antigua amiga a la que esperábamos ver.

¡Qué pasó querida! ¡Si eras una mujer hermosa! ¿No escuchaste a Arjona con eso de “con sus cuarenta y tantos encima deja huellas donde camina”? Entiende que el tiempo es algo que nos pasa a todos y todas tenemos más arrugas, canas y kilos que en el 91.

Mejor hagamos un salud y olvidemos juntos esta fea y ojalá última, primera vez.

Jane Doe

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