15.3 C
Talca
InicioOpiniónSIEMPRE EN EL DÍA DEL LIBRO por Franco Caballero Vásquez

SIEMPRE EN EL DÍA DEL LIBRO por Franco Caballero Vásquez

Mi hijo come lento, y yo como tan rápido que reposo entero todo su almuerzo. Mi impulso es apurarlo, me tengo que forzar el saber esperarlo. Una noche Omar Mondaca me manda un mensaje con una conferencia de Nuccio Ordine, en la cual el filósofo italiano aborda el poema de Kavafis, Itaca, y además lee el elogio a la lentitud de Nietzsche al punto que me impactó su lectura lenta.

Las universidades replican el modelo de las masas dice Ordine en el video. Los profesores enseñamos para cumplir con los requisitos de egresados en tal cantidad de años dice. «Debemos enseñar para cambiar la vida de los estudiantes» agrega. Transformar, o intentar, a ayudar a la transformación de las personas. Para comprender que la belleza está en el proceso y no en el resultado como enseña el poema Itaca. Al fin y al cabo, no tiene mucha gracia llegar a la meta, porque el sentimiento de salir campeón en algo es efímero, se desvanece rápido, más no así el camino para llegar a serlo, apunto.

Si acaso la educación, sosteniéndome en las ideas de esta conferencia, debiese buscar, incansablemente, el cambio en sus estudiantes, pensando pues que toda formación implica un cambio, debemos entonces atender el cambio en una fundamentación para la vida reposada. Si usted está en vía formativa, piense cuánta velocidad se adhiere a su ritmo, producto de la vida actual. Porque no creo que la velocidad surja desde nosotros mismos, creo que es añadida a nuestros estilos. Sino es cosa de mirar atrás y pensar en la vida de antes. No siempre hemos sido como somos ahora. Creo que el desafío es a vivir la vida que queremos.

Las causas, a estas alturas, ya las conocemos bien: El valor por el dinero, el uso de internet, la inmediatez e instantaneidad de los nuevos recursos sociales, ya sabemos. Las consecuencias de ello pasan a ser imperceptibles, como adheridas en lo superfluo, escondidas tras cada gesto y solapadas en las conductas de la vida cotidiana. Es que acaso ¿tenemos que vivir determinando inmediatamente, una postura frente a las cosas? Claro que no tiene nada de malo, pero creo que la reflexión no se cocina en casa de lo categórico. Y las formaciones requieren una cuota altísima de pensamiento y/o cuestionamiento. Para generar una transformación, hay que comenzar por reestructurar mediante la duda, aquellas certezas que nos ayuden a encontrar los sentidos. Y digo encontrar, como podría decir desarrollar.

Vivir sin sentido, es vivir sin amor, con indiferencia, apatía, sin consideración del otro, tan ligeros como somos hoy una cosa y mañana otra. Por eso es relevante pensar en el sosiego, para permitir reflexiones. Alguien dijo: “La duda es la suspensión de la mente”. En la velocidad no hay suspensión, solo movimiento. La producción es movimiento. La necesidad de producción, que es otro síntoma de las causas antes mencionadas, se erige en tiempos limitados. Ya lo vemos:

Esta semana todo apuntó a la lentitud. Rodolfo Schmal me envía un video llamado “A fuego lento: la virtud de la lentitud” de Darin McNabb, el profesor de filosofía youtuber, donde levanta argumentos por su decisión de dejar la universidad porque -dicho en mis palabras- la lógica productiva le cortaba las alas de creatividad y no le permitía reposar la vida. Esto quiere decir, que la lógica de productividad establece parámetros para el desempeño de las ideas, los cuales delimitan y coartan los recursos “artísticos” para establecer la misma naturaleza de esas ideas. La universidad como empresa arruina el patrimonio artístico y la investigación científica, decía por otra parte en el video anterior Ordine.

Pero bueno, el asunto convocante es pensar en la lentitud. ¿Cómo podemos descansar de la vorágine del día? ¿Cómo podemos sumar lentitudes? Aquí hay una buena receta: leer y escribir. Y ojo que no lo digo desde el podio, porque de niño he debido aprender a sosegarme. Y en realidad permanentemente, cada día, cuando veo a mi hijo comer plácida, lánguidamente, tengo que respirar y calmar el nervio para no apurarlo. Pero si hay algo que ha cautivado mi calma, ha sido cuando escribo en manuscrita, dibujando cada letra, sopesando cada palabra como una estructura que se levanta. Cuando leo tiendo a acelerarme más, pero intento mantener la actitud que me enseñaron, donde no importa terminar el libro, sino palpitar en cada contenido que se lee. Por ello creo que el libro, que representa estas acciones, es una manifestación de la lentitud virtuosa para combatir la aceleración de hoy.

Cada vez que se celebre lo concerniente al libro, se estará promocionando una cuota más de paz y serenidad al ritmo convulso de los días, por lo que siempre es buen momento para hacerlo. Cuánto se ha perdido en las relaciones humanas por culpa de la falta de tiempo, por no tener tiempo para los hijos o para los demás. Quizás la lectura y la escritura colaboren indirectamente que sea, a este ejercicio vital de poder encontrarnos.

Franco Caballero Vásquez

Mantente Informado
18,771FansMe gusta
8,476SeguidoresSeguir
2,501SeguidoresSeguir
1,130SuscriptoresSuscribirte
Noticias Relacionadas