A Felipe Rojas le gustan los asados. Y para un buen asado un cuchillo filoso es muy importante. Así, casi por casualidad, decidió unir sus aficiones y aprendió a armar cuchillos, a forjar metales y unir mangos y hojas. Además, sumó otro hobby: las antigüedades (texto y fotos: Rodrigo Contreras Vergara)

Todo partió con un asado. Más bien varios. A Felipe Rojas le gusta hacer asados. Y un asado requiere de un buen cuchillo. Y de una buena carne. Y un buen fuego o un buen carbón. Pero a Felipe lo que le atraía, además de asar una buena carne, era cortarla con un buen cuchillo. Bueno, bueno…
Felipe tiene su profesión. La misma que hace siete años empezó a flaquear. Entonces, miró a los cuchillos de otra manera. No, nada de eso. La situación no era tan mala. Le gustaban los cuchillos y no le costaba el trabajo manual. Un día se le rompió el mango de plástico de uno y lo arregló sin mucho esfuerzo. Se le daba el trabajo.
Se maravilló con la forja, la técnica de templar los metales, como en las películas históricas donde un herrero machaca con un martillo la hoja de una espada. Se quebró la cabeza para juntar la madera del mango con el fierro de la hoja. Aprendió y se especializó. Al comienzo trabajó con las tijeras para esquila. Después descubrió otras opciones.
Felipe Rojas se instala con sus cuchillos los fines de semana en el CREA de Talca. También asiste a ferias artesanales. Me lo topé en la 1 Norte, afuera del Museo O’Higginiano, junto a un par de anticuarios. Una mesa y un paño sirven para desparramar sus cuchillos y un montón de antigüedades. Sí, antigüedades, candelabros, planchas antiguas, copas, fuentes, loza, figuras, adornos. Porque Felipe, en algún momento, sumó a la oferta su hobby de coleccionista.
Se hace difícil conversar con calma. Son casi la una de la tarde y los transeúntes se detienen a vitrinear. Preguntan por los candelabros, por una fuente y un adorno que aparenta ser una piedra pero que en realidad en una caja de madera. Por unos platos y unas copas. Algunos se deciden y compran. Ha sido un buen día o una buena mañana.
Pero lo que le entusiasma son los cuchillos. A intervalos me cuenta la historia del cuchillo Bowie, bautizado en homenaje a Jim Bowie, un estadounidense que en 1830 peleó a muerte contra 2 o 3 sujetos solo armado de un cuchillo. También menciona al cuchillo Nessmuk, especial para la caza y la pesca.
A su emprendimiento de los cuchillos lo llamó “Cuchillos El Andino”, nombre que hace referencia a su otra afición, el montañismo. Así, todo calza. Y pese a los años de experiencia, asegura que recién está en una etapa de aprendizaje.
Mientras las personas siguen deteniéndose frente a su puesto, Felipe comienza a empacar sus antigüedades y cuchillos. El tiempo avanza. El filo de los cuchillos brilla bajo un tibio sol de otoño.