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ENTREVISTA: “Nuestra sociedad chilena es particularmente arribista”

En “Succión”, Nicolas Poblete ausculta la compleja sociedad chilena, atravesada, según el autor, por “un feroz neoliberalismo que caracteriza a nuestro país y que es el resultado del laboratorio que hemos sido desde el Golpe” (por Mario Rodríguez Órdenes con fotografía de Mateo Goycolea)

Nicolás Poblete Pardo se ha consolidado como uno de los escritores más relevantes de la literatura chilena reciente.

Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor y doctor en Literatura por la Universidad de Washington. Acaba de publicar “Succión” (Editorial Cuarto Propio, 2023). Con justeza la escritora, Lina Meruane, ha señalado:

“Esta inquietante novela sobre el duelo de una madre por su hija se sitúa a distancia de la prosa elegíaca y doliente. Lo que Nicolás Poblete urde en este libro es la posibilidad de superar la pérdida mediante la producción y la venta, el consumo y la acumulación… Nicolás Poblete extiende en estas páginas esa prosa aséptica y escéptica, a ratos desengañada, que caracteriza su obra tan deslumbrante como prolífica, tan incisiva en su abordaje de las cuestiones más complejas de nuestros tiempos”.

Poblete Pardo se ha consolidado como uno de los escritores más relevantes de la literatura chilena reciente. Entre sus libros destacamos “Dos cuerpos” (2002), “Replicas” (2004), “Sinestesia” (2017) y “Dame pan y llámame perro” (2020). Actualmente hace clases de literatura, es traductor y colaborador del diario Cine y Literatura; de la revista La Panera y de la publicación valenciana Ucrónica. Reside en Santiago.

Nicolás, la estrategia narrativa de cruzar el relato con algún hecho de la realidad… ¿qué le ha permitido?

“Esta estrategia permite referirse a un momento histórico particular, así como a un hecho reconocible en nuestro contexto social. Suele ocurrir que un acontecimiento concreto, un evento extraordinario, una noticia que permanece como preocupación o enigma, se eleva como preocupación y se presenta como gatillo para la elaboración de un trabajo estético”.

¿Qué hace que la muerte de Ingrid se convierta en una adoración popular?

“En nuestra idiosincrasia la muerte violenta en una carretera, generalmente de una persona joven, ofrece la posibilidad de transformar a ese fantasma en objeto de adoración popular, porque el dolor y la impotencia necesitan de una canalización que, de otro modo, quedaría tronchada y con la sensación de que no hay sentido en tal deceso”.

¿Es también un grito de desesperación de los que necesitan algo y no lo encuentran en las creencias tradicionales?

“Exactamente. Es un grito de desesperación por parte de personas que buscan un sentido y que no lo encuentran en las tradiciones más esquemáticas que ofrecen, por ejemplo, las religiones. Aquí está la posibilidad de adaptar mis particulares creencias, deseos, supersticiones y proyecciones sin la jerarquía que suelen organizar las religiones tradicionales, como la católica”.

La protagonista, Sarai, cree que, en el consumismo, la madre de Ingrid encontrará consuelo. ¿Qué logra conseguir?

“Sarai cree en la acción y su visión es progresiva, con miras hacia el futuro. Ella consigue que Betty, la madre, avance en su proceso de duelo gracias al mercado que acoge su emprendimiento. Como es obvio, la muerte ofrece un mercado específico, desde los servicios funerarios, cementerios, ataúdes, etcétera, hasta los formatos admitidos en el luto, que van desde la oferta de flores, coronas de caridad, hasta las ropas y atuendos adecuados para los ritos”.

Marcia, la secretaria del gimnasio, cree vivir feliz en el sistema de consumismo desenfrenado, pero su vida es una contradicción. ¿Cómo no logra darse cuenta?

“Es verdad que hay una contradicción en su persona, pero ella no la ve, porque está genuinamente abocada a sus evangelizaciones, que ella no cuestiona. Ella se muestra conforme con su situación y, solo hacia el final, manifiesta preocupación por su estado de salud, pues su sobrepeso le ha pasado la cuenta y su alarmante diabetes la obliga a tomar conciencia de lo peligroso de sus hábitos. Marcia encarna a aquella persona que es presa fácil de la publicidad.  La víctima predilecta del mercado”.

Nicolás, ¿qué influencias fueron claves para su formación como escritor?

“El ambiente en mi casa fue clave, porque tanto mi madre como mi padre eran lectores ávidos y me inculcaron la lectura a temprana edad, motivándome con un sinfín de incentivos. Luego, estudié periodismo y trabajé en una librería varios años. Después estudié literatura”.

¿Lo marcó haber crecido a la sombra de una dictadura?

“Muchísimo. Yo y mis hermanos crecimos con ese miedo. Mi mamá era profesora en el Pedagógico y ella sufrió mucho con amigos desaparecidos y con la tremenda represión que le tocó allí. El departamento de inglés, donde ella trabajaba, fue literalmente derribado, y luego fue expulsada, entonces era imposible no percibir ese terror. Era indispensable mantener un perfil bajo, no hablar, no cuestionar. Ahora entiendo lo difícil que ha de haber sido para ella mantener la templanza, viendo cómo desaparecía gente querida, a la vez que intentar proyectar un futuro para unos niños en este contexto”.

Se cumplen 50 años del golpe militar. ¿Cuál es su balance y cómo ha influido en su literatura?

“Ha influido mucho, porque yo tengo 52 años, entonces es un período de tiempo que coincide con casi la totalidad de mi vida. Es posible que solo con la edad, con el paso del tiempo, uno pueda tomarle el peso a la historia, porque la evaluación es retrospectiva. Para mí es muy difícil escribir disociado de la historia y, en particular, de nuestra historia chilena. Mi primera novela, Dos cuerpos (2001), surge de la frase de Pinochet sobre la economía de enterrar dos cuerpos en una misma fosa. Succión (2023), mi última novela, puede verse desde el prisma del mercado, del feroz neoliberalismo que caracteriza a nuestro país, y que es el resultado del laboratorio que hemos sido desde el Golpe”.

¿Estamos atrapados en el liberalismo que se impuso en esos años?

“Sí, estamos atrapados, porque la educación aún es un privilegio de pocos”.

Al profundizar en la epidermis de la sociedad chilena, ¿qué es lo que encontramos?

“Encontramos un sinfín de prejuicios en nuestra sociedad. Es alucinante y es lo que se ve en Succión, donde, gracias a su protagonista, se hacen evidentes prejuicios de clase, raza, género. Nuestra sociedad chilena es también particularmente arribista, cosa que se ejemplifica en la novela con la introducción de nuevas tendencias culinarias en la escena chilena, con novedades venidas de Europa y los Estados Unidos, y con una admiración hacia la genética caucásica, que se denuncia con la moda de los últimos años de rastrear tus genes a través de test”.

Los personajes de “Succión” han logrado acomodarse al modelo, ¿qué costos les ha traído?

“En general les ha traído beneficios, porque los costos son alternativos o son costos que no se consideran como tales, no hay conciencia de esto, como en el caso de Marcia. Esto es algo muy típico y que uno ve frecuentemente: el colapso de una persona agotada producto del sistema, pero que no vislumbra una salida; no tiene una salida. Solo en la debacle se ven los costos. De allí, el epígrafe que da inicio a la novela, que es una cita de La amortajada, de María Luisa Bombal: ‘ningún gesto mío consiguió jamás provocar lo que mi muerte logra al fin’”.

¿Han encontrado cierta felicidad en el consumismo desenfrenado?

“La felicidad es un concepto ambiguo, muy difícil de definir y, de seguro, una sensación personal, pero los formatos disponibles para asirla o comprenderla, son dispuestos por el mercado, especialmente en las masas embrutecidas por trabajos alienantes. Así, las promesas de felicidad tienen que ver con poder adquisitivo, propiedades, mercancías, autos, casas propias; con pasajes a locaciones exóticas, en vacaciones con masajes que pueden derivar en encuentros sexuales. En muchas perspectivas, felicidad es sinónimo de consumo. Basta pensar en el popular concepto: cajita feliz”.

 Nicolás, ¿cómo ha sido la experiencia de traducir algunos trabajos al inglés?

“Es fascinante la traducción. Es un trabajo muy creativo, también exigente. Es un proceso que, si quieres, puedes perpetuar, porque siempre está la posibilidad de volver, repensar, corregir, etcétera. Se trata de una experiencia muy interesante para mí, especialmente cuando traduzco algo escrito por mí mismo, con la ayuda de otra mano. Ves cosas nuevas, bajo otra luz, y eso es muy entretenido, da para muchas discusiones, porque tienes la posibilidad de ver (o no) con otros ojos, que son culturalmente distintos”.

Entiendo que hay una traducción de “Dame Pan y llámame perro”

“Sí, tradujimos y corregimos esa novela, que se llama Gone to the dogs, un título que costó hallar. Ya está terminada y estamos en el proceso de búsqueda de editorial”.

Siempre pienso que su doctorado en literatura en Washington University St. Louis, ha sido clave en su vida y fueron años muy felices. ¿Qué claves aprendió?

“Sí, fue maravilloso y una oportunidad única de estudiar gracias a una beca. Aprendí muchísimo y fue una manera increíble de acceder a una infinidad de materiales textuales y, principalmente, conocer gente de otras partes, intercambiar y contrastar idiosincrasias y culturas. Ahí yo hice un doctorado en literatura hispanoamericana, porque tenía muchas lagunas de esta rica tradición. También ahí aprendes (o, más bien, te enseñan) a escribir en clave ensayo académico, con los formatos correspondientes, y eso fue interesante, porque es un mundo muy activo, de mucho intercambio”.

¿Pudo contactarse con escritores americanos?

“Eso fue otra suerte de haber pasado por ahí, porque tienes la posibilidad de acceder a charlas, conferencias, intercambios de todo tipo. Pude asistir a muchos coloquios con distintos escritores, tanto norteamericanos como europeos y latinoamericanos. Con algunos sigo en contacto y eso siempre es un lujo”.

¿Cómo era el ambiente cultural, pudo asistir a encuentros relevantes?

“Claro que sí. Imagina poder escuchar a Louise Glück, William Gass, Joyce Carol Oates, Bell Hooks, Carlos Fuentes”.

¿Cómo han sido recibidos sus libros?

“En general han sido bien recibidos, especialmente por la crítica, y, bueno, muy bien recibidos por mis amigos”.

¿Qué trabajo literario prepara ahora?

“Ahora estoy escribiendo sobre un joven carabinero que es dado de baja durante las manifestaciones del estallido social en Santiago. Es un desafío, porque soy muy ignorante del mundo policial, de esa jerarquía, entonces estoy aprendiendo mucho. Es una narración con tintes de terror”.

Por último, ¿cómo logra sobrevivir en una ciudad como Santiago, con rasgos tan inquietantes?

“Sí que es inquietante, pero uno habita su cuarto propio, donde quiera que esté. Creo que es una característica de la escritura y de la lectura, que te permiten una reclusión dentro del caos y el torbellino de una gran ciudad como Santiago”.

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