Era mi interés visitar la Fundación Norman Foster, mejor dicho, la exposición de arquitectura que debe contener. Sin embargo, estaba cerrado, como muchas actividades e instituciones en el mes de agosto, por vacaciones de verano en España; incluso vi oficios notariales cerrados por feriado de todo el personal.
Para los que no hayan escuchado de Norman Foster, él es un pionero en el uso de la tecnología del cristal en la arquitectura, y justamente, lo que quería ver, son los muros de cristal que sirven de estructura para sostener un techo de vidrio construido en ese edificio, por una española, sin que se vean los soportes de la estructura.
En todo caso, si andan por acá, den una vuelta por el barrio donde se ubica la fundación, en la calle del Monte Esquinza 48, muy cercano al paseo de La Castellana, en un edificio que continúa siendo un hermoso palacio. Dando vuelta la esquina hay otra Fundación, esta vez, del colegio de ingenieros de caminos; allí, en un pequeño patio, encontrarán un rico café negro cortado con un chorrito de leche y unas bollerías que siempre están frescas; en Madrid es impensable que se vendan pasteles o dulces añejos.
De ahí nos fuimos al museo Cerralbo, en la calle Ventura Rodríguez del barrio de Argüelles, próximo a la calle de la Princesa, cercano a la Casa de los Alba, a la plaza de España y al palacio Real.
En este museo vivió en el siglo XVII el marqués de Cerralbo, Enrique de Aguilera y Gamboa, junto a su mujer Inocencia del Valle Serrano, y los hijos de ésta. Por fuera es una construcción de piedra y ladrillo, con ornamentaciones propias de la época en que fue construida, entre los años 1885 y 1893.
El museo se forma con el mobiliario de los propietarios del palacete, como también con las colecciones de artes que el marqués recopiló en el transcurso de su vida. Como no tuvo herederos forzosos, estableció un legado testamentario a favor del Estado español, acrecentando el patrimonio público de ese país, Lo recomiendo, por ser un testimonio de un estilo de vida y una explícita muestra del gusto decorativo de una época.
Si salen del museo y caminan por Princesa, en sentido contrario a la plaza de España, llegarán a la puerta de Moncloa, si caminan hacia la plaza de España, les sugiero que suban al piso 27 del hotel Riu, y verán Madrid en 360 grados; se ingresa por la calle ubicada en la parte posterior del hotel.
El miércoles, último día en Madrid, lo dejamos para salir con Lucas Biel, a jugar en dos parques cercanos a su departamento; es curioso lo que se ve y se escucha en esos lugares. Las cuidadoras de los niños, generalmente ecuatorianas, venezolanas, dominicas o filipinas, intercambian sus vivencias y hablan de sus familias que están lejos. Otro grupo lo forman los abuelos y las abuelas, no solo nacionales del país, sino que, de otros países, ya que en la urbanización donde vive mi nieto, muchos de los padres son extranjeros que trabajan en España. Mientras los infantes juegan, los abuelos conversan. Esta vez, lo hicimos con dos parejas, una de peruanos que nos contaban sobre la fortaleza de su moneda, señalándonos que un euro equivalía a tres soles, pero doliéndose de la violencia. La otra, unos franceses, que hablaban bastante bien el español, nos narraban que están viviendo momentos muy difíciles, que la gente y, en especial los jóvenes, no respetan a nadie, menos a la policía y a las autoridades, agregando que lo mismo está ocurriendo en Bélgica. Es el mal de los tiempos.
Retornamos a Chile, en un vuelo que debió salir a las 12.30 horas, pero que lo hizo casi dos horas después. No les recomiendo viajar a esa hora, se pierde un día, siendo preferible volar de noche y, menos, hacerlo a esa hora en el mes de agosto europeo. El terminal aéreo estaba colapsado, desde los aparcamientos hasta el edificio mismo, había tanta gente como un día viernes en el terminal de buses de Santiago, sin vendedores ambulantes, por cierto.
Para abordar el avión, a la antigua, tuvimos que bajar hasta la losa y subirnos a un bus que nos llevó hasta el avión.
“Oh, oh”, como dice Lucas, para descender del bus, tuvimos que esperar que se terminara de limpiar el avión, saliendo con casi dos horas de atraso.
Recién a las 15.30 horas, dejamos atrás las Canarias y las islas portuguesas de Funchal y Vila Baleira, mientras almorzábamos. A las 20.22 horas de Madrid, 14.22 horas de Chile ingresamos a territorio americano, por Brasil; quedándonos 5 horas 29 minutos para llegar a Chile.
Rodrigo Biel Melgarejo
Abogad
Profesor de la Universidad de Talca