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Entrevista: “Alone le confirmó a Rivano que la literatura era lo suyo”

Con lucidez, el crítico Juan Andrés Piña, en “Luis Rivano. La memoria de los olvidados”, profundiza en la compleja biografía del escritor y muestra las luces y sombras de su época (por Mario Rodríguez Órdenes)

“Conocí al ‘Paco’ Rivano primero como lector de sus novelas y después presenciando sus obras de teatro”, recuerda Juan Andrés Piña sobre su relación con el escritor.

El crítico Juan Andrés Piña ha escrito una biografía notable del escritor Luis Rivano Sandoval y de su época. Se trata de Luis Rivano / La memoria de los olvidados” (Ediciones Universidad Diego Portales, 2023). Según Piña, toda la obra de Rivano “fue empujada por su inteligencia intuitiva, por sus lecturas, por su inquietud emprendedora y su conexión con el país profundo, uno invisible para la mayoría de las personas. Rivano fue un representante privilegiado del lado B de Chile, de su cultura arraigada en las clases populares”.

Rivano conoció tanto el elogio como la indiferencia de la crítica, hasta su definitivo reconocimiento en la primera década de este siglo.

Juan Andrés Piña nació en Santiago en 1953. Estudió Pedagogía en Castellano y Periodismo en laUniversidad Católica de Chile. Ha ejercido el periodismo cultural en los últimos 45 años en diversos medios de comunicación y ha sido director editorial en las Editoriales Pehuén, Arrayán y Zig – Zag. Por más de cuatro décadas fue crítico teatral de las revistas Mensaje, Hoy y Apsi, del Suplemento Artes y Letras de El Mercurio y de La Tercera.

Entre sus libros destacamos: Conversaciones con la poesía chilena (2007); 20 años de teatro chileno (1976 – 1996) (1998) y Conversaciones con la narrativa chilena (1991).

Juan Andrés, ¿cómo surge “Luis Rivano / La memoria de los olvidados”?

“Conocí al ‘Paco’ Rivano primero como lector de sus novelas y después presenciando sus obras de teatro, que critiqué de manera abundante en varios medios de comunicación escritos de esos años (los 80 y 90). Después trabajé en dos antologías de sus obras de teatro y en su Narrativa completa que publicó Alfaguara en 2010. Eso me produjo mucha cercanía con él. En diversas conversaciones me contaba de su azarosa vida y cómo, gracias a sus esfuerzos, surgió desde una situación muy desprotegida, más bien pobretona. Y siempre yo le insistía que escribiera eso, que publicara sus memorias, pero se negaba. Después de muchos años de fallecido Rivano, yo tenía material suficiente y con el apoyo de la familia me atreví a recrear su apasionante vida”.

No le preocupó lo que dijo alguna vez Luis Rivano: “Yo no resistiría que alguien hiciera mi biografía… Lo mandaría a matar”…

“Yo nunca escuché que dijera eso. En realidad, conocí esa sentencia cuando estaba trabajando con los materiales para esta biografía, y seguí adelante porque pensé que no le resultaría fácil —aunque no imposible, nunca se sabe— que cumpliera esa amenaza cuando ya llevaba varios años de fallecido (en 2016)”.

¿Qué fuentes fueron claves para construir la biografía?

“Él recopiló a lo largo de los años todo el material que los medios de comunicación escritos publicó sobre sus obras y sobre él: entrevistas, reportajes, crónicas, críticas e incluso simples menciones. Esa fue una fuente significativa. Yo tenía parte del material, aunque no todo, obviamente, y así lo completé. Además, estaban las conversaciones que tuve tantas veces con él”.

¿Qué conversaciones sostuvo con el propio Rivano?

“Centenares, y de los temas más variados: literatura, teatro, pintura y hasta política. También relataba anécdotas de su juventud y de su infancia, de su vida como carabinero. En otras ocasiones se refería a uno de sus temas favoritos: el lenguaje popular, el del hampa, y cómo evolucionaba hasta las capas superiores de la sociedad. Muchas veces me consiguió algún ejemplar inencontrable que yo necesitaba para algún libro que estaba escribiendo. Era un hombre muy generoso”.

¿Por qué considera esta biografía una especie de “memoria de los olvidados”?

“Los protagonistas de los relatos y de las obras de teatro del Paco son una especie de desechos de la sociedad chilena entre los años 40 y los 80: prostitutas, choros de los barrios bajos, cafiches, delincuentes de poca monta, cantantes rascas y artistas de extramuros, bailarinas de cabaré, ladrones solitarios de tiendas que caen una y otra vez en la cárcel, todo ese mundo que alguna vez se llamó con desdén ‘de los bajos fondos’. Antes del ‘Paco’, casi nada se conocía de esta realidad chilena que estaba ahí, con la fuerza de su tragedia. Se trata de los más olvidados: ni los políticos, ni el Estado ni la Justicia se preocuparon de ellos”.  

Juan Andrés, ¿quién era Luis Rivano Sandoval y de dónde provenía?

“Luis Sady Salvador Rivano Sandoval era su nombre completo. Su familia era de Cauquenes y aunque el padre, Milcíades, hijo de emigrantes italianos, tenía grandes condiciones artísticas y manuales, no pudo llevar adelante una buena situación familiar: eran trece sus hijos y a poco de nacer Luis, la madre murió. Los niños se repartieron entre parientes y amigos, porque era imposible alimentarlos y educarlos a todos bajo el alero paternal”.

¿Qué significó para Luis la muerte tan temprana de su madre?

“Él tenía pocos meses al momento de esta muerte, así es que no tuvo conciencia. Sin embargo, significó que fuera acogido por unos tíos ya mayores en Llolleo, quienes lo criaron, alimentaron y se preocuparon de su educación. Según la opinión generalizada en la familia, ‘Salvita’ (así le decían), a diferencia de algunos de sus hermanos, tuvo suerte con este destino”.

¿Cómo lo golpeó la crisis económica de los años 1929 y 1932?

“Esa crisis significó que miles de trabajadores sin ocupación y familias desesperadas migraron hacia Santiago, buscando una ocupación. Como la ciudad no tenía las condiciones de infraestructura elementales para absorber semejante contingente, comenzaron a aparecer las llamadas poblaciones callampas en torno al radio urbano. Las epidemias, los piojos, el tifus, el hambre y la vida sin albergue pasaron a ser algo común para miles de familias desintegradas por la miseria y la falta de redes asistenciales. Así, no es raro que la casi totalidad del clan Rivano Sandoval, en menos de una década, terminara radicándose en Santiago. Todo parece indicar que el gradual hundimiento en la pobreza debilitó en muchos casos los vínculos de Milcíades con sus hijos, y también de los hermanos entre sí”.

Siendo muy joven construyó un refugio en torno a los libros. ¿En qué lo ayudó?

“Desde pequeño la lectura y los libros fueron su pasión, algo que no solo se constituyó en el centro de su vida, sino que le ayudó a vivir con el negocio de las librerías, donde destacó ampliamente sobre el resto de los libreros. Es decir, además del refugio ‘espiritual’ y el aprendizaje que significan la lectura, le dio un oficio”.

Fue autodidacta y su ascenso económico y cultural lo consiguió partiendo desde abajo. ¿Cuál era su principal fortaleza?

“Trabajar sin descanso, convencido de que las cosas no llegan del cielo ni las regala el Estado, sino que se consiguen por el esfuerzo personal, la batalla permanente, el estudio constante”.

¿Qué circunstancias lo llevan a trasladarse a Santiago?

“No alcanzó a terminar el colegio y se vino a estudiar asuntos relacionados con contabilidad en un instituto del centro de la capital. Sin embargo, a los pocos meses se dio cuenta de que eso no era lo suyo. Siguió en Santiago, fascinado por ese ambiente nocturno, las calles y su gente”.

¿Qué resultó clave para que se convirtiera en escritor?

“Talento innato, algo silvestre quizá, ante todo. Pero también fue clave su pasión por la literatura chilena, sus innumerables lecturas y el conocimiento directo de muchos escritores nacionales”.

Entre sus novelas, cuentos y obras de dramaturgia, ¿en qué ámbito se sentía más cómodo?

“No creo que prefiriera un género específico: la narrativa y el teatro le gustaban por igual. La prueba es que al final de sus días, después de todos sus estrenos teatrales, publicó dos novelas en editorial Alfaguara: Pedro Ivanovic, terrorista y Mis tres homicidios”.

¿Se puede señalar que los diversos formatos que utiliza forman parte de una sola obra?

“Si se miran en perspectiva tanto los textos narrativos de Rivano —sus cuentos y novelas— como sus obras teatrales, se verá que ambos forman un tejido de referencias, una especie de composición coral donde unos personajes transitan desde un cuento hasta una obra de teatro, o se reiteran en textos distintos. Así lo reconoció una vez: ‘Mi interés es que todas mis obras sean parte de una obra que está dividida en diferentes posibilidades más pequeñas. Esto puede ser reversible. Así, la gente de Te llamabas Rosicler puede interactuar con la de Los matarifes; es decir, la Rosicler puede ir a comprar a Franklin y el Yayo puede salir a robar y encontrarse con Padilla, y robarle la billetera, puesto que en todas mis obras hay un mundo completo que voy pintando de a poco’”.

¿Qué relevancia tuvo en su vida y en su obra el Barrio Franklin?

“Como conscripto, en su periodo de Servicio Militar Obligatorio, debía atender lo relacionado con el abastecimiento de carne a varios regimientos. Ahí conoció a fondo el Matadero del barrio Franklin, sus personajes, modos de vida, valores y existencia cotidiana. Ese periodo marcó el paso hacia la adultez. Finalmente, todo ello dio como resultado la obra Los matarifes, probablemente la de mayor recepción masiva de toda su dramaturgia”.

¿Qué le permitió a Rivano captar lo más profundo de la sociedad chilena, invisible para la mayoría de las personas?

“Fue criado y vivió hasta ser adulto en ese medio. Lo sufrió, lo disfrutó y lo amó profundamente, una condición necesaria para captar esa capa oculta de la sociedad chilena”.

¿Por qué costó tanto que el canon oficial de la generación de los 50 lo considerara entre los suyos?

“Porque ni siquiera había terminado la educación secundaria, provenía de un sector más bien pobre, no tenía conocidos en el mundo cultural y sus obras eran autoeditadas, carecían del prestigio oficial. Los miembros de la generación del 50 eran todo lo contrario: universitarios, cultos, viajados, de buenas familias y editados por los sellos más importante de la época (años 60): Zig-Zag y Nascimento. Estos ni sabían que escritores como Rivano existían”.

¿Le dolía la fragilidad de sus personajes, tan cercanos a la tragedia?

“Absolutamente. Como ejemplo, cito su propio testimonio: ‘Recuerdo que hace muchos años, en los 60, fuimos a un restaurante de mala muerte con unos estudiantes de Filosofía, alumnos de mi hermano Juan. Había un pequeño escenario donde tocaba una orquesta y de pronto un hombre ya viejo se acercó a los músicos y les pidió espacio. Era un muy antiguo actor de radioteatros que ya estaba al final de su vida. Tenía un peluquín que se le había corrido debido a la transpiración. Cuando se hizo silencio, comenzó a recitar un poema a la madre. Era algo tan patético, tan terrible, que mis amigos empezaron a reírse. Me dio mucha rabia y los reté. Les expliqué que para ese hombre ese acto artístico era su existencia misma, su pasión de vivir y debíamos respetarlo’”.

¿Qué le significó la crítica de Hernán Díaz Arrieta, Alone, a su obra “Esto no es el paraíso”?

“Desde su tribuna de El Mercurio, Alone era el crítico más prestigioso e influyente de su época y el hecho de haber alabado de manera efusiva esta novela primeriza le confirmó a Rivano que el camino de la literatura era lo suyo: fue el gran estímulo para seguir escribiendo, tal como le ocurrió a varios otros escritores chilenos”.

¿Qué razones tuvo la editorial Zig – Zag para no publicarl0?

“Que contenía groserías y palabras ofensivas para los carabineros y ello podía provocar una mala reacción de los altos mandos. Hay que tomar en cuenta que la revista de la institución se imprimía en los talleres de Zig-Zag”.

¿También le significó la salida de Carabineros?

“Rivano autoeditó su novela cuando aún era carabinero. Cuando sus superiores la leyeron, le dieron la baja de inmediato, aunque nunca explicaron las razones. En todo caso, eran bastante obvias”.

¿Cómo fueron sus últimos años, ya alcanzado el reconocimiento de su obra?

“Igual que lo fue siempre: trabajando todo el día en la librería, escribiendo, acumulando libros, cachivaches y pinturas originales, y buscando algún grupo teatral que se interesara por sus obras”.

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