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NEOPOPULISMO por Juan Carlos Pérez de La Maza

El fenómeno político y social representado nítidamente por Donald Trump desde, al menos, 2016 y más aún tras su rotundo triunfo del martes 5, permite redefinir el antiguo concepto de populismo, presente en la política desde tiempos casi inmemoriales. Trump, con su estilo provocador, disruptivo y pendenciero, junto con ese displicente rechazo a las élites políticas y económicas norteamericanas tradicionales, ha configurado una nueva versión, algo así como un populismo 2.0, al cual, a falta de otro nombre, habría que denominar “neopopulismo”.

Es que este nuevo estilo de hacer política, caracterizado por un uso intenso y estratégico de las redes sociales, unido a una notable capacidad para polarizar y movilizar a las masas, ha encontrado en Trump a uno de sus exponentes más notorios. Su habilidad para conectar con los votantes a través de mensajes simples y directos, sean la inmigración, el desempleo o la inflación, a menudo acentuados con una retórica incendiaria, es una clave para entender su éxito. El recientemente electo Presidente norteamericano ha sabido aprovechar el descontento y la frustración de amplios sectores de la población norteamericana, presentándose como una suerte de guerrero outsider que desafía las élites y el establishment, prometiendo devolver el poder al verdadero «pueblo».  Por otra parte, su estilo de comunicación, que prefiere el mensaje directo mediante redes sociales (Twitter y, al ser sancionado por esta, su propia red “Truth Social”), le ha permitido mantener una presencia constante en la mente de los votantes, controlar la narrativa mediática e imponer su propia agenda. Esta estrategia ha sido especialmente efectiva en un contexto en el que se une a la creciente desconfianza popular hacia los medios tradicionales y las instituciones políticas. Frecuentemente Trump ha utilizado estas plataformas para atacar a sus oponentes, desacreditar a los medios de comunicación y promover teorías de conspiración, creando un ambiente de constante conflicto y división.

Pero su ascenso al poder no sólo fue una reacción contra el establishment político y económico, sino también una manifestación del descontento de amplios sectores de norteamericanos que se sienten al margen de la globalización y los cambios culturales contemporáneos. Es por esto que el neopopulismo de Trump también incluye un marcado énfasis en temas nacionalistas y proteccionistas, apelando a los sentimientos de identidad y pertenencia de la “norteamérica profunda”, quienes son sus más fanáticos seguidores. Su exitoso eslogan «Make America Great Again» resume esta visión, prometiendo el retorno a un pasado idealizado y una defensa de los intereses nacionales frente a las amenazas externas. Junto a lo anterior, la postura valórica conservadora de la cual Trump hace gala, le conecta con ese mismo sentimiento de rechazo al progresismo liberal, más identificado con su rival demócrata.

En resumen, el neopopulismo de Trump es una combinación de retórica populista, estrategias de comunicación digital y un enfoque en temas nacionalistas y conservadores que ha logrado movilizar a esa base de seguidores leales y apasionados, quienes le han dado el triunfo electoral nuevamente. Su impacto en la política estadounidense y global es innegable, y su reciente triunfo garantiza su influencia en el panorama político, social y económico mundial de los próximos años.  En un contexto más global, este fenómeno “neopopulista” no es exclusivo de Estados Unidos. En América Latina (Bolsonaro, Milei), en Europa (Erdoğan, Orbán, Meloni) y otras regiones, se ha verificado el surgimiento de líderes que, al igual que Trump, desafían las normas establecidas y prometen un cambio radical. Estos líderes suelen presentarse como verdaderos outsiders, ajenos a la política tradicional, que utilizan el descontento popular como plataforma para su ascenso, conjugándola con la promesa de una restauración económica y valórica para lograr el triunfo electoral.

La lección que deja el reciente triunfo de Donald Trump es clara: la política tradicional debe adaptarse y responder a las demandas de una ciudadanía cada vez más desencantada con las instituciones. Ignorar estas señales puede abrir la puerta a más líderes neopopulistas que, con sus promesas de cambio y su rechazo a las élites, seguirán ganando terreno en el escenario político global, debilitando la democracia.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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