Las variopintas muchedumbres, más o menos numerosas, que hace 5 años interpelaban a la sociedad exigiendo cambiar una realidad que no les acomodaba, incluían demandas tan diversas que resulta difícil sistematizarlas. No obstante, si se pone de un lado aquellas pretensiones de un trasfondo económico y material (mejores pensiones, mejor salud, mejor vivienda), quedan al otro reivindicaciones y reclamos que podríamos describir como más abstractas e intangibles (pero no por ello menos sentidas), entre las que destacan las exigencias de reconocimiento de derechos de los pueblos originarios y los múltiples requerimientos que podrían definirse como feministas. Si se observa imágenes de esos convulsos meses de 2019 y el año posterior, destacan grandes grupos de mujeres, mayoritariamente jóvenes, que interpelaban al sistema construido por sus padres y exigían acabar con esa estructura heteronormada.
Más tarde, vino aquella oleada electoral que el Lector debe recordar, y que empujó a lo más alto a muchos nuevos líderes (y lideresas, como dice el neologismo). Todo habría de cambiar, suponían, en la medida en que las normas y los protocolos fueran dictados por esos nuevos liderazgos. Sin decirlo, pareciera que se decía lo que Alberto Fernández allende Los Andes: se inauguraba el primer Gobierno feminista de la Historia. Y entre los discursos apasionados, los clichés vehementes, las canciones entusiastas y los eslóganes ardorosos de aquellos tiempos, hubo algunos que, sin duda, quedarán en el registro por muchos años. De ellos, el “amiga, yo te creo” puede ser el más recordado.
¿Sabe Ud. que esta frase se acuñó un año antes del malhadado “estallido social”? Fue un año exacto antes, en octubre de 2018, cuando en medio del proceso electoral de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, un candidato UDI a la presidencia de ese organismo fue acusado por una estudiante de la misma Universidad, de abuso sexual. En repudio al supuesto abusador, se usó la frase (que era el nombre de una organización feminista de Concepción). El acusado perdió la elección, que ganó el Frente Amplio, y meses más tarde se reveló que nada de dicha imputación era verdadero. El supuesto abuso no había ocurrido y la supuesta víctima ni siquiera existía. Pero la frase, desde entonces, ya se había consagrado para resumir con ella el apoyo femenino a las denunciantes de abuso sexual.
El actual Gobierno, desde su primer día, quiso levantar como uno de sus sellos distintivos el feminismo. La paridad, la perspectiva de género y el decidido apoyo a las demandas feministas, por extremas que fueran, sería una de las características con que la Historia lo definiría. El Ministerio de la Mujer sería el bastión que defendería a las mujeres e impulsaría sus derechos. Todo lo anterior, por cierto, con abundancia de recursos que visibilizaran dicha misión. Pero llegó el “caso Monsalve” y, con él, todo se derrumbó. Y sobrevino la denuncia por supuesta difusión de imágenes íntimas, en contra del Presidente, y lo que podría haber quedado en pie… se desmoronó también.
Todos los criterios, protocolos y estándares feministas que sostuvo con tanta vehemencia el candidato Boric, han sido renegados en estos casos. La tardanza increíble en exigir la renuncia de Monsalve, su autorización para informar primero a su familia y la preocupación por su situación, omitiendo absolutamente cualquier desvelo por la víctima, desmienten que las numerosas autoridades que supieron anticipadamente del caso tuvieran presente el “amiga, yo te creo”. El tardío, casi obligado, supuesto apoyo “nuestro deber es creerle” del Primer Mandatario sólo contribuye a esta percepción. Y el otro caso, anterior en el tiempo, pero posterior en su aparición pública, sólo permite ahondar en lo ya señalado. La revictimización de la denunciante, la publicación de sus correos al, entonces, particular Gabriel Boric, la manera no ortodoxa en la que, se dijo, se pesquiso la denuncia y, nuevamente, la increíble tardanza en dar a conocer el caso (después de las elecciones, por cierto), dan cuenta de que aquello de la transparencia ha sido tan dejado de lado como el eslogan en comento. Este más bien ha devenido, cuando la denuncia no conviene, en un “amiga, yo no te creo”.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho