Ahora que estamos comenzando la temporada de ofertas para arreglar los problemas nacionales a cambio de un simple voto, convendría determinar cuál, de las muchas contrariedades y aprietos que nos aquejan, es verdaderamente fundamental. Es que problemas tenemos de sobra: medioambientales, educacionales, económicos, delictuales y muchos más. Pero de ellos ¿cuál tiene el potencial de trascendencia que le convierte en fundamental? Porque muchos de los trances y congojas que nos afligen son, a fin de cuentas, pasajeros. Episódicos. Y, en una mirada un poco más larga, muchos de esos padecimientos serán superados. O aprenderemos a vivir con ellos. Pero también es cierto que, de todos, algunos superan ciertos niveles o barreras, transformándose en un problema de fondo. Fundamental.
Así, elevándonos por sobre la chimuchina política, el revoltijo electoral y el griterío propagandístico (que superaremos más temprano que tarde) hay dos asuntos que tienen el potencial trascendente al que aludía: la problemática medioambiental y la crisis demográfica. Por cierto, ambas cuestiones superan las fronteras nacionales. Pero eso, el que sean un mal de muchos, no nos debe consolar. Algo podremos hacer para contribuir a la solución, si es que la hay. Probablemente en el primer caso, el del medioambiente, el tamaño, la fuerza y la jerarquía de nuestro país nos limita demasiado. Chile es muy pequeño como para lograr empujar al mundo hacia una mayor conciencia ecológica y, aunque muchos estamos convencidos del futuro desastre que nos amenaza, conseguir que demos marcha atrás supera los músculos nacionales. Pero en el otro problema, la crisis demográfica que se advierte en el mundo, y en Chile, sí podríamos hacer algo. Algunos ya lo hemos hecho.
El número de nacimientos en el planeta está sufriendo un dramático descenso. Los estudios demográficos mundiales señalan que, de aquí al 2050, de no mediar un vuelco revolucionario, 155 países (de un total de 204) no tendrán una tasa de fertilidad suficiente como para mantener el crecimiento poblacional. Es más, proyectando hacia el 2100, casi todos los países del mundo (198 de 204) no lograrán sostener un crecimiento demográfico suficiente para el recambio. Y, por supuesto, Chile está entre ellos. Recientemente fue publicado un informe preliminar con nuestras propias cifras. Y, de acuerdo a esto, Chile tuvo en 2023 una tasa de fecundidad de, apenas, 1.16 hijos por mujer en edad fértil. Muy inferior a la cifra necesaria para mantener la población, que es de 2.1 hijos. Los índices demográficos de crecimiento (más bien decrecimiento) chilenos no han parado de reducirse en el presente siglo. Hoy Chile se sitúa como uno de los países con menor tasa de fecundidad en el mundo (ocupamos el lugar 222, de 236) y, de no ser por el aporte de los inmigrantes a la natalidad, esta tasa sería todavía más baja (casi el 20 % de los niños nacidos en Chile el año pasado, tienen una madre de origen extranjero). Sin embargo, este aporte específico se reduce en el tiempo, dado que los inmigrantes paulatinamente adoptan las pautas reproductivas del país de destino.
La situación descrita tiene múltiples “aristas”, como dicen ahora. Primero, las causas que llevan a que millones de mujeres decidan no tener hijos o, algunas, postergar su maternidad, tienen relación con mayores oportunidades educacionales, laborales o económicas, así como un notorio desequilibrio en la corresponsabilidad respecto de los hijos, todo lo cual redunda en menores nacimientos. Por otra parte, entre las consecuencias de este fenómeno están la reducción de la fuerza laboral, el impacto en los sistemas previsionales, el aumento en la esperanza de vida y la mayor presión respecto de políticas públicas focalizadas en adultos. ¿Qué podemos hacer ante esta notable escasez de hijos? Aportes económicos estatales directos a las madres, extensión del postnatal, subsidio para el cuidado de los hijos hasta la edad preescolar, bonos para redes colaborativas de apoyo a la maternidad, incentivos tributarios que estimulen la contratación de madres, fortalecimiento de estrategias para el ingreso y mantención de madres en la educación superior, etc.
La notable escasez de hijos es, sin duda alguna, el problema más acuciante que debemos enfrentar como sociedad. Ante él, todos los demás asuntos no pasan de ser minucias sin alcances ni trascendencia.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho