Cuánto pensamiento negativo veo en los medios, tantos comentarios tristes y apagados. Los podría distinguir en dos tipos, unos tristes, de desesperanza como los que se perciben mayormente en cuanto a lo futbolístico y otros negativos en cuanto a control, opresión, dogmas que se perciben en moralidades transversales a las conductas, ya sea en el mundo de la política o de los comportamientos sociales. Me pregunto cómo es que se les da tanta tribuna para comentarios que se desarman en la sola idea de que nadie puede predecir el futuro. Es el problema que ya hemos dicho muchas veces en cuanto al aparato de las encuestas.
Es una prognosis, diría Koselleck, una secularización de las profecías (edad media, tiempo anterior a la modernidad) eso de andar intentando capturar el futuro. Creo que son comentarios con fines mediáticos, y sobre todo, subjetivos y por tanto moleculares, personales, individuales, propio de la expresión mediática de nuestros tiempos, stands ups, memes, cápsulas moleculares, pequeñas dosis de percepciones que hablan desde las pasiones.
Extraño esos comentarios y aportes con alturas de miras, sin emociones que se evidencian al dirigirse a futuros tan distópicos, con escenarios oscuros como decir que “el mundo se ha derechizado” o manifestaciones del “arte” alarmantes como la serie Adolescencia, son para mí, formas de contribuir a lo mediático, lo entiendo, pero ¿dónde quedaron esas expresiones libres de pesimismo, colmadas de conocimiento y sensatez? Primero, no podríamos decir ni una ni otra cosa, no podemos cargar el lado de la balanza, por mucho que queramos, no podemos estimar una visión negativa de las cosas porque esa posición tiene una contra que es la visión positiva, por tanto, se anula inmediatamente.
Abogo por una postura convergente, conjunta, compleja y entrelazada. Es que una postura negativa en el fondo es tristeza, entonces observo y veo cuánta angustia carga el mundo cuando lo mediático le da tribuna. Entiendo que es comprensible, existe una susceptibilidad por alcanzar lo incierto, por atrapar lo venidero, pero donde están los soñadores, aquellas mentes y expresiones que pueden hacer películas como Amelie o que pueden ajustar una proximidad política liberadora (no libertaria), dónde están los que sueñan con el porvenir.
El pensamiento soñador es positivo no es triste, no tiene miedo y por ningún motivo intenta capturar el futuro ni lo que sucederá mañana. El pensamiento positivo, resultante de un buen ánimo, sosegado y sereno, cultivado por la razón, construye y avanza con el presente y la historia a cuestas. Pero, por sobre todo, creo que el pensamiento positivo es colectivo, se traspasa su respaldo hacia la comunidad y cuando se expresa no somete el juicio a las viscerales argumentaciones que, a diferencia del contraste, sí cultiva una construcción, algo por hacer, antes que echar por tierra todas las cosas tan fácilmente.
Ahora, cuando la visceralidad negativa intenta capturar el futuro en política, es conveniencia, la prognosis, como dispositivo secularizado, es influencia directa, por tanto, es campaña. Cualquier encuesta que quiera aproximar las elecciones a un presente que todavía no corresponde, es proselitismo, campaña y propaganda política. El intento por sujetar lo que está por ocurrir, predecir lo incierto, evidencia que el campo del presente es activo y se construye en todo momento.
Si algo podemos aprender en estos días en que el catolicismo celebra la semana santa, es mantener vivo el mensaje cristiano en cuanto a trabajar y aportar por el bien, en todo orden de cosas, más allá de lo que pueda poner en cuestión respecto a las expresiones mediáticas, porque en cada escenario, en cada tribuna yo puedo hacerme la pregunta ¿cuánto de esto aporta para el crecimiento de la sociedad y cuánto de esto agobia, entristece, distopiza y restringe el porvenir de quienes atienden?
Esta es una pregunta fundamental para contribuir por el bien, para aportar para el bien, para ponerle paños fríos al entusiasmo negativo por despotricar o dejarse inundar por el delirio emocional, porque el razonamiento no es delirante, y a estas alturas del mundo, inspirado por estos días donde el mensaje de Jesús como Cristo, se hace más latente, es que el mundo debe ser ético. La ética es el discernimiento para aportar o destruir. “Perdón si me propasé y me puse moralejo” pero si “me pongo el sol al hombro el mundo es amarillo”.
Franco Caballero Vásquez