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A 80 años de la Segunda Guerra Mundial : Auschwitz o el infierno de la raza superior

Es necesario memorializar y simbolizar los lugares donde se cometieron estas aberraciones indescriptibles para educar y recordar a las nuevas generaciones que tal inhumanidad no se puede repetir (por Gabriel Rodríguez, escritor y periodista)

Hace 80 años terminó la Segunda Guerra Mundial y el mundo pudo conocer el horror de los campos de concentración que la dictadura nazi estableció a lo largo de los extensos territorios que llegó a dominar. Particularmente en Polonia varios campos estaban destinados a lograr la “Solución Final” para el problema judío como lo habían determinado los jerarcas en la Conferencia de Wannsee, cerca de Berlín en 1942.

Esta consistía en la eliminación total de los judíos de Europa y de paso de todos los disidentes y resistentes de las naciones invadidas. La ideología nazi impulsada por un pequeño partido de extrema derecha liderado por un pintor fracasado había determinado que el culpable de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial y responsable de todos los males era el pueblo judío. Consigna simple que encontró eco en la frustración y el racismo de las masas.

Auschwitz, convertido hoy en un Monumento Estatal que por presión de los sobrevivientes logró mantenerse casi tal como lo encontraron los rusos en 1945 es visitado por miles de delegaciones y peregrinos. Más de dos millones de visitantes al año recorren esta maquinaria de muerte donde 6 mil 500 soldados de las SS y unas 200 mujeres ejecutaron durante la guerra a niños, mujeres y ancianos. De ellos sólo 750 fueron sometidos a juicios tras la derrota de Alemania.

EL INFIERNO NAZI

En 1940 Polonia resistía débilmente la invasión de las tropas hitlerianas, acción que había desatado la Segunda Guerra Mundial. Los antiguos barracones militares situados a 43 km al oeste de Cracovia fueron acondicionados mínimamente para recibir a miles de prisioneros: judíos, gitanos, disidentes y otros. Alambradas electrificadas y torres de vigilancia dividen y rodean completamente el inmenso lugar.

Se requiere coraje para adentrarse en el complejo represivo en el cual, entre 1 y 1,5 millones de judíos, gitanos, intelectuales, rusos, polacos y minorías sexuales, entre otros, fueron asesinados. El 90% de las víctimas fueron judíos polacos y de otras nacionalidades.

Un sarcástico letrero en la entrada dice Arbeit macht frei: “El trabajo te hace libre”. Lo único real es que los prisioneros capaces de trabajar eran sometidos a extenuantes jornadas, mal alimentados y solo cubiertos con su uniforme a rayas.

En una zona del extenso campo permanece la explanada donde diariamente llegaban los trenes para animales con miles de prisioneros desesperados después de días sin agua, sin servicios higiénicos y sin alimentación. Muchas veces las cámaras de gas y los hornos donde se cremaban los cuerpos de los niños, las mujeres y los hombres no daban abasto y los desesperados prisioneros debían esperar dos o tres días encerrados en los vagones.

LA CÁMARA DE GASES

Cuando los forzados viajeros eran bajados, médicos los separaban en dos grupos. Uno fue Josef Mengele denominado “el ángel de la muerte”, quien elegía a los aptos para trabajar y los demás eran llevados a la cámara de gas. Mengele sobrevivió a la guerra y como otros criminales nazis se refugió en el Cono Sur de América, pasó por Argentina y se estableció en Brasil donde murió por causas naturales.

Los condenados eran llevados a una sala subterránea donde debían desvestirse completamente, se les cortaba el cabello y se les mentía diciéndoles que irían a las duchas. Se les empujaba a la cámara de gas que se cerraba herméticamente y desde el techo se lanzaba Ziklon B, gas venenoso que en veinte minutos podía matar a mil quinientos prisioneros.

Cuando cesaban los gritos se abría la cámara, se ventilaba y los sonderkomando (otros prisioneros obligados a trabajar para los nazis) retiraban los cuerpos, les extraían los dientes con incrustaciones de oro y los trasladaban a los hornos para ser cremados.

Para mantener el horrendo sistema los SS contaban con la ayuda de perros entrenados para atacar y de auxiliares llamados “kapos” que en un principio fueron criminales alemanes y después judíos que aceptaban realizar dicha función.

En Auschwitz es posible visitar la cámara de gas y los hornos crematorios que no alanzaron a ser destruidos por los nazis al huir ante el avance de las tropas rusas.

Los muros de esas construcciones subterráneas tienen una extraña similitud con los muros de la bodega de papas de Colonia Dignidad, donde cientos de secuestrados chilenos fueron sometidos a torturas durante la dictadura chilena.

En una oportunidad los sonderkomando de una de las cámaras de gases se rebelaron y lograron destruir una cámara de gas y resistir algunas horas a las tropas nazis. Finalmente, todos murieron resistiendo. De todas maneras, cada cierta cantidad de tiempo eran asesinados para ser reemplazados por nuevos prisioneros.

EL COMPLEJO DE LA MUERTE

Cuando Auschwitz se hizo estrecho para los miles de prisioneros que llegaban diariamente, Heinrich Himmler, el jefe de las SS, ordenó agrandar el campo sumando el sector llamado Auswitch II Birquenau, que fue destinado a las mujeres y a los miles de gitanos trasladados desde toda Europa. Una parte del campo gitano también se reveló y lograron sobrevivir algunos días más. Allí reinaban dos crueles guardianas: Irma Grese y María Mandel. Después de la guerra ambas fueron juzgadas y ahorcadas como criminales de guerra.

En el lugar, además de los dormitorios especiales para los miembros de las SS existió una cantina y un prostíbulo donde las judías más bellas eran obligadas a trabajar para sus opresores.

El actual Monumento muestra en gigantescas vitrinas miles de maletas, algunas con los nombres de sus dueños, las que les eran arrebatadas a las víctimas cada vez que se bajaban de los trenes de la muerte. En otra se exhiben miles de zapatos que también les eran arrebatados, así como sus ropas. En la zona llamada “Kanada” las prisioneras debían revisar la ropa y extraer el dinero, las joyas o cualquier objeto de valor que portaran los prisioneros. Las joyas y el dinero eran enviados al Banco de Alemania.

En unas salas que no se permite visitar por respeto a las víctimas se guardan toneladas de cabello humano que se vendían a empresas alemanas para confeccionar calcetas y telas. También hay lámparas y otros objetos fabricados con piel humana.

El horror alcanzó los más altos niveles de crueldad. Los médicos nazis experimentaban inyectando todo tipo de sustancias a sus indefensas víctimas. Mengele realizaba experimentos con gemelos y cuando uno de los menores fallecía el otro era asesinado.

En la etapa final de la guerra los últimos prisioneros capaces de caminar fueron obligados a marchar hacia Alemania dejando un reguero de muertos de frío, hambre o agotamiento.

Cuando los rusos descubrieron Auschwitz encontraron a 7 mil prisioneros agonizantes, entre ellos 200 niños.

PRISIONEROS FAMOSOS

En Auschwitz pasaron, murieron y sobrevivieron personas notables, profesionales y personas comunes y corrientes que por diversos motivos llegaron a ser conocidas, entre ellas, Ana Frank, adolescente que vivió escondida en un entretecho en Holanda. Ella y su familia fueron descubiertos y enviados a Auschwitz. Sólo su padre Otto Frank sobrevivió y encontró el Diario de Vida de Ana y lo publicó en 1947.

Maximiliano Kolbe, sacerdote católico que se ofreció para morir de hambre en lugar de Francisco Gajowniczek y  que fue reconocido como santo hace pocos años.

Elie Wiesel escritor que sobrevivió y escribió sobre su vida en el campo. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1986.

Viktor Frankl, psiquiatra que pasó por cuatro campos nazis incluido Auschwitz y creó una terapia denominada logoterapia. Escribió “El hombre en busca de sentido”.

Imre Kertész de origen húngaro, Premio Nobel de Literatura, autor de “Sin destino”.

Sara Rus, sobreviviente de Auschwitz y posteriormente una de las Madres de Plaza de Mayo que aun exigen verdad y justicia para los crímenes de la dictadura argentina.

Primo Levi, escritor italiano que escribió “Si esto es un hombre”, estremecedor relato de la vida en Auschwitz.

LAS SECUELAS DEL TERROR

La raza superior lo único que legó a la humanidad fueron países destruidos, millones de muertos y miles de sobrevivientes traumatizados tras su paso por los campos de muerte. Con sus brazos marcados con un número, muchos emigraron a Palestina y otros se quedaron en Europa buscando a sus seres queridos. Varios de ellos se atrevieron pronto a narrar sus historias. Otros han podido hacerlo después de décadas bloqueados por el miedo a revivir sus recuerdos.

Los traumas son transgeneracionales, los sobrevivientes de las dictaduras latinoamericanas y sus descendientes cargan con experiencias parecidas que han quebrado sus vidas. De allí la necesidad de memorializar y simbolizar los lugares donde se cometieron estas aberraciones indescriptibles para educar y recordar a las nuevas generaciones que tal inhumanidad no se puede repetir.

Ya sabemos que algunos de los criminales nazis fueron enjuiciados en Núremberg. Un grupo de ellos fue condenado a muerte y otros a largas condenas incluida la cadena perpetua.

Rudolf Höss, encargado del campo entre 1940 y 1943, fue capturado después de la guerra y tras dos juicios por “crímenes contra la humanidad” fue condenado a muerte. Al costado del crematorio permanece silenciosa la horca donde el criminal vio por última vez el campo que una vez dirigió con mano de hierro y donde el asesinato diario de miles de seres humanos era su trabajo.

Los sistemas totalitarios que desprecian la democracia y legitiman a caudillos ignorantes y brutales encierran siempre el peligro de engendrar monstruos asesinos y omnipotentes capaces de persecuciones, asesinatos y “crímenes de lesa humanidad”.

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