Gracias al apoyo de sus amigos y del presidente Pedro Aguirre Cerda su obra es conocida en Suecia y el año 1945 la Academia Sueca le otorga el mayor honor a que puede aspirar un creador, el Premio Nobel de Literatura (por Gabriel Rodríguez, periodista y escritor)

La niña Lucila Godoy Alcayaga gustaba de instalarse entre los matorrales de su pequeña aldea en el Valle de Elqui para leer los libros que le facilitaba un amigo periodista. Así ocupaba sus horas de ocio. Y así fue como conoció a los autores de la época que le impresionaron y forjó una personalidad que la llevó desde su pequeña aldea de Montegrande, donde vivió su infancia, a las principales capitales del mundo y a recibir en 1945 el primer Nobel de Literatura para una chilena y una poeta latinoamericana.
No deja de asombrar este periplo extraordinario para una hija de familia modesta, con un padre generalmente ausente y a quien se le cerraron todas las puertas posibles para educarse y desarrollar sus capacidades. La ceguera y la ignorancia de pequeños grupos conservadores, pero poderosos, la acusaron de publicar poemas “paganos” y de corte “socialista”. Con ese argumento le cerraron las puertas cuando intentó ingresar a la Escuela Normal de La Serena.
UNA MUJER AUTODIDACTA
En Vicuña fue víctima de bulling de parte de una profesora y de sus compañeras, al punto que fue apedreada en la plaza del pueblo. Estas experiencias negativas la marcaron de por vida y serán motivo de su alejamiento del país cuando tenga la oportunidad de hacerlo.
Trabaja como una especie de secretaria de una profesora y realiza exámenes especiales en la Escuela Normal lo que le permite ejercer como docente.
Lee a los más conocidos escritores y poetas de su tiempo y sigue publicando esporádicamente en diarios y revistas regionales. Asume la dirección de escuelas y liceos a lo largo de Chile. Cuando ejerce como directora del Liceo de Temuco lee los poemas adolescentes de un muchacho delgado y tímido que posteriormente será conocido por el seudónimo de Pablo Neruda. Le regala libros de autores rusos.
Un hito importante en su vida ocurrirá el año 1914 porque obtendrá el primer lugar en los Juegos Florales organizados por la Federación de Estudiantes de Chile con sus conmovedores “Sonetos de la muerte”. Es tan tímida que no se presenta a la ceremonia de premiación y asiste anónimamente desde la galería.
EN MÉXICO
En 1922 es invitada por el poeta y ministro de Educación de la Republica de México a colaborar con la Reforma Educacional en su país. En la tierra de Villa y Zapata dejará una huella imborrable y hasta hoy se la recuerda y se le rinden homenajes. Ese mismo año se publica en Nueva York su libro “Desolación” con el auspicio del Instituto de las Españas. En México se edita “Lecturas para mujeres” y en 1923 aparece en España su libro “Ternura”.
En esta década dicta numerosas conferencias y clases en Estados Unidos, Europa y Centro América.
VIAJERA INCANSABLE
En 1932 inicia su carrera consular en Génova, Italia. Cargo que no podrá ejercer por ser considerada enemiga del fascismo, corriente ultra derechista que con los años logrará imponer dictaduras en Alemania, Italia y España y que desencadenará la Segunda Guerra Mundial. Anualmente envía dinero para comprar regalos para los niños del Valle de Elqui. Recibe nutrida correspondencia diaria desde todos los países donde va sembrando su palabra y sus libros. Paga rigurosamente sus cuotas a la Sociedad de Escritores de Chile a la que representa en diversos Congresos de Escritores.
En su abundante prosa siempre dedica gran parte de sus escritos a denunciar la miseria en que viven los campesinos, los pueblos originarios, la dependencia de la mujer, el dolor de los niños, los humillados y los vencidos de América Latina. Son años en que la “cultura de la hacienda” es dominante en el continente y en que cualquier propuesta de cambio es mirada con profunda sospecha. Practica y promueve un pacifismo a toda prueba, resiste en silencio los ataques, inspirada en su cristianismo y su breve etapa budista.
Es cónsul de Chile en Nápoles, Madrid, Lisboa y Brasil.
Hacia 1938 retorna a América Latina y publica su libro “Tala” en Buenos Aires.
SU AMIGO RADOMIRO TOMIC
“¿Cómo la recuerdo? Siempre imponente de talla y compostura, con su hermosa cabeza erguida y bien cuidada, la mirada clara como de lámpara, y a veces centelleante, sobre todo cuando reía; pero en general vagamente ausente, como separada del flujo de sus palabras. Un rictus de amargura o de cansancio en la comisura de los labios”.
El ex embajador en Estados Unidos y ex candidato presidencial reflexiona: “La vida la privó de muchas cosas desde la primera infancia: el abandono de su padre; la pobreza; el recuerdo de su experiencia en Vicuña; su ansiosa búsqueda del amor y sus fracasos; la muerte de su único sobrino”, a quien ella llamaba Yin Yin y que fue víctima de bulling de jóvenes nazis.
Gracias al apoyo de sus amigos y del presidente Pedro Aguirre Cerda su obra es conocida en Suecia y el año 1945 la Academia Sueca le otorga el mayor honor a que puede aspirar un creador, el Premio Nobel de Literatura.
Recién en 1951 Chile le hace justicia y le otorga el Premio Nacional de Literatura. En 1954 regresa a nuestro país y como narra Tomic, fue su gran reencuentro con su pueblo: “Las calles apretadas de gente de toda condición; los coros de miles y miles de niños en Valparaíso; la oleada de fervor estallando en cada estación, pueblo o villorrio…el desborde de cien mil personas en Santiago. Su regreso fue una gira triunfal…¡Ella una era símbolo vivo de una sola Patria y en ella nos reconocíamos todos los chilenos!”.
UN LEGADO IMPERECEDERO
Tres años después su vida terminará en Nueva York después de luchar valientemente contra un cáncer, siempre acompañada de su fiel amiga y asistente Doris Dana.
Después se publicaron varios de sus libros inéditos, entre ellos “Poema de Chile” y “Epistolario”, entre otras. Y hasta ahora infinidad de estudios, cartas, relecturas y biografías de esta mujer que desde la precariedad de su vida en el Valle de Elqui alcanzó las mayores cumbres.