Tu me dirás que estoy loco, que estamos en pandemia, que la gente se muere todos los días, que hay cuarentena, que no se puede salir a trabajar y sin trabajo no hay plata. Me dirás, apenas susurrándome, que el amor se acaba, de eso no hay duda.
Tu me recordarás el día que nos conocimos, una tarde de un sábado en el Parque Forestal, tu sentada en el pasto bebiendo agua, yo observándote desde una banca a quince metros. Yo acercándome sediento para pedirte un trago, tu derramando las últimas gotas en el pasto. Tu sonriendo. Yo sentándome a tu lado.
Tu me prometerás que el tiempo lo cura todo, incluso la pandemia más abrasadora, que nunca se acabará el aire, que jamás necesitaré oxigeno, que nada es tan terrible, que la muerte no es eterna. Me jurarás que reencarnarás en un microbio alérgico a las palabras melosas.
El mundo se esparce en un solo estornudo alcanzándolo todo y tú como si nada. Acurrucada en tu sentido común, el más común de los sentidos, me dirás que volvió a subir el gas, que no te alcanza para la gasolina, que el maestro no quiere arreglarte el baño, que 50 mil pesos no rinden en el supermercado… que la luz, el agua, y de bonos nada. Sola, con dos cabros chicos, con media jornada de clases virtuales, vives en modo automático, contando los días por minutos, la vida enmascarillada. No te alcanza lo del departamento. Nada te alcanza. Ni siquiera mis palabras.
Yo te digo que estás sola porque quieres. Que el maestro quiere arreglarte el baño, pero no encuentra materiales o están muy caros. Anda un día al supermercado, sin un peso en los bolsillos, y observa a la gente, fíjate qué mira y qué lleva, detecta la pena en sus rostros. Quizás descubras que no necesitas ni la mitad de lo que anotaste en la lista.
Te recuerdo que un día estuvimos todo un fin de semana dando vueltas con un paquete de galletas en la mano, sin ser capaces de comernos la última.
¿Qué importa cuánto sube el gas, el limón, el tomate, el dividendo, la luz y el agua? ¿Qué importa el 100 por ciento?
Te prometo que un día volveremos a estar juntos, sin mascarillas, sin necesidad de recordar nada, sin IPC ni cuentas corrientes. Solo con una última gota en la botella que dejaremos caer sin pena en la tierra.