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A 21 años de internet en nuestras vidas

¿Está buscando recomendaciones musicales? aquí le dejo una.

Quiero compartir un álbum que por estos días me colma de sentido. Se trata de «La casa de Asterión» de Mecánica Popular, el cual alberga dos íconos ocultos del mundo actual: Enrique Piracés y Asterión el Minotauro, personaje del cuento de Jorge Luis Borges titulado con el mismo nombre que este disco.

La genialidad de esta obra es que logra entrelazar los fundamentos del cuento de Borges con los inicios de la era cibernética, desarrollando guiños a los ejes individualizantes y solitarios del internet. Se enlazan los argumentos de la soledad del Asterión Borgeano con el experimento hecho por Enrique Piracés, que consistía en encerrarse por 8 meses en una casa, sobreviviendo mediante el uso exclusivo del internet. Puso cámaras en cada rincón, auto cuarentenándose, y comenzó a sobrevivir allí para demostrar que se podía subsistir sin salir de la casa comprando exclusivamente por la computadora. En la portada del disco aparece el mismo Piracés posando con mirada de pionero. En ese entonces nos parecía un loco.
Mecánica Popular, conducidos por Mario Villalobos y Manuel García, complementados con Marcos Chávez y Diego Álvarez, consolidan a mi gusto, un álbum que inaugura una época. Si ponen atención a las letras de las canciones, son tan crípticas como la cooptación de la nueva era que se avecina; tan herméticas como la intuición de aquello que se escribe sospechosamente de un nuevo tiempo que comienza.

En la literatura del disco se plasma el delirio que puede generar el abusivo uso del internet y la soledad con la que este fenómeno se enfrenta.  Soledad física y conexión digital tan bien descritas en la canción “Fiebre impar del horizonte” que intenta retratar lo que pudo haber sentido el joven Piracés y Asterión, cada uno en su contexto.

Hoy somos Piracés, comprando y consumiendo sin salir de nuestras casas, encerrados por meses a la compañía del wifi. Y también pasamos a ser Asterión, insertos en la perspectiva de lo solitario, perdidos a veces en la repetición de las paredes de nuestra propia casa, una casa que se convierte en el espacio externo e interno simultáneamente, de la misma forma que se expresa en el cuento -en palabras de Asterión- “La casa es del tamaño del mundo, mejor dicho, es el mundo”.

La casa de Asterión, la casa de Enrique Piracés, la de cada quien que sobrevivió (o sobrevive) sostenido/a al delgado, pero expansivo vibrar de la conexión computacional o celular, termina siendo alegóricamente la casa común de quienes han sufrido estos aconteceres. Por ello el álbum es importante, porque hace que esa casa universalizada se materialice mediante la música, y se convierta en un hogar perceptivo.

Piracés y Asterión, convertidos en un disco musical, son antecedentes de un estilo de vida actual que cambió, o cambiará, algo más que perspectivas del ser. Con el tiempo aproximaremos las fechas, y podremos decir que el nuevo milenio comenzó con la tecnología ciberconectada.

Ah y ¿de qué año es el disco?

Del 2000, qué mejor puntapié inicial para abrir los fuegos, o mejor dicho los routers, y echarse a andar por un espacio digital, que al igual que el universal, se va explorando cada vez más. ¿Será que el internet se inventó o se descubrió? Bueno no relativicemos tanto que para ello ya hay bastante actividad.

Sostenga la cabeza, conecte sus mejores parlantes, cierre los ojos y déjese llevar por el delicado sonido del “delirio azul”.

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