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¡ALTO EN NEGACIONISMOS! por Felipe Orellana Solar

Como a todo millennial, me ha tocado vivir en primera persona las radicales transformaciones en las últimas décadas: pantallas touch, acceso a internet, Wifi, y, en un pestañeo, la información en la palma de nuestras manos ¿Recuerdan el cambio de milenio? Junto a la ideal futurista de un mundo cibernético, la utopía recurrente era que todas las personas tendrían acceso a todo el conocimiento existente. Y efectivamente la masividad de contenidos llegó, pero sin filtros que la validen como veraz. Han proliferado en los últimos años grupos de personas que rechazan toda fuente que provenga de algún medio científico, negando gran parte del registro científico y de la propia historia de la humanidad. Este fenómeno se conoce como negacionismo.

El término negacionismo surge originalmente para referirse a la negación de crímenes de lesa humanidad,  pero su uso se ha extendido al campo científico. Diversos autores señalan que es un rechazo irracional a la evidencia empírica comprobable y aceptada por la comunidad científica y la sociedad (O’Shea, Paul 2008), que busca confundir, escondiendo otras motivaciones y que se basa en un análisis intelectual deshonesto o basado en el autoengaño (Edward Skidelsky, 2010). El negacionismo científico tiene algunas características comunes: el falseo de la evidencia empírica; el uso de lenguaje académico para darle seriedad; la negación o la minimización de lo que las ciencias han demostrado y aceptado; la glorificación de quienes atentan contra lo establecido desde el ámbito científico; y, quizás, su aspecto más controvertido, la determinación de una intención oculta de dañar a la comunidad científica.

Los últimos años se han podido ver situaciones de evidente negacionismo científico, por ejemplo, los vinculados a la pandemia: personas que ponen en duda la efectividad de las vacunas, el uso de mascarillas y las medidas sanitarias en general. Así mismo existen negacionismos vinculados a las Ciencias de la Tierra o Geociencias, con grupos o personas que ponen en duda el Cambio Climático, candidaturas presidenciales que desconocen el ciclo hídrico, o  incluso grupos que aseguran que nuestro planeta es plano, como en la Edad Media. El acto negacionista más masivo y reciente lo vimos luego de la erupción de un volcán en Tonga, donde decenas de personas se quedaron en las playas pese a la alerta de tsunami declarada, indicando que era información falsa.

Las ciencias no funcionan bajo la idea de una verdad absoluta, por lo que cuestionar fundamentos y teorías es parte incluso del propio quehacer científico, pero esto debe ser bajo ciertos parámetros. Si vamos a cuestionar, por ejemplo, las Leyes de la Termodinámica debemos tener presente la acumulación de conocimiento de décadas, incluso siglos que lleva a sostener estos conocimientos. Toda idea es válida como supuesto (a lo que llamamos hipótesis), pero para ser una idea aceptada requiere de experimentación y pruebas (testeo) lo que muchísimas veces lleva al error pero, también, al éxito. Cuando el éxito ocurre repetidamente, se puede llegar a establecer una teoría aceptada a nivel global. Todo lo anterior es en parte a lo que se conoce como método científico.

Por cierto, los éxitos de hoy que sustentan ciertas teorías, pueden modificarse mañana; bien lo sabemos desde las Geociencias con la Teoría de Tectónica de Placas. Las ciencias no buscan imponer modelos o esquemas, de hecho, enseñar ciencias y formar cientistas (geocientistas en mi caso) esperando que los modelos se crean deliberadamente sin cuestionamiento alguno sería un error, los modelos son variables y están para ser utilizados en función del conocimiento disponible en el momento, no son dogmas, si no caeríamos en el mismo error negacionista que pregona un discurso fundamentalista y que, por cierto, solo aleja a la sociedad que desea informarse.

Nuestro propósito, desde las ciencias, no debe ser confrontar al negacionista, esa batalla ya la ganamos hace décadas de la mano del método científico. Sin embargo, nuestra deuda con la sociedad es la democratización del conocimiento, salir de la academia y desplegarnos en todos los espacios posibles, fomentando una mayor vinculación con las comunidades y sus territorios, porque, cuando las ciencias están al alcance de todas las personas, los negacionismos van derecho a la extinción.

Felipe Orellana Solar

Geólogo

Director carrera de Geología UCM

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