Las recientes proyecciones de la Reserva Federal de EE. UU. (FED) eleva el crecimiento al 6,5%, muy similar a las proyecciones realizadas por el Banco Central de Chile (BCCH) para nuestro país (6%-7%), lo que ya está generando presiones inflacionarias en el gigante del norte y que son aún más evidentes en Chile, con una inflación que podría acercarse al 4% este año.
Lo anterior, en parte, se explica a una lenta pero gradual recuperación de los empleos, que será mucho mayor el segundo semestre, generando una mayor renta en la economía y, consecuentemente, un aumento del consumo. Si a esto se le suma el masivo paquete de ayuda fiscal del Presidente Biden de 1,9 billones de dólares y la posible aprobación de la renta básica universal en Chile, que bordearía los 600 mil pesos, no hay duda de que junto con la inflación vendrán ajustes graduales a la tasa de interés, tanto en EE. UU. como en Chile.
Como cualquier ente regulador del mercado monetario, la FED y el BCCH deben resguardar ciertos equilibrios financieros, lo que sugiere que un aumento de la inflación debe ser acompañada por un aumento de la tasa de interés, entre otras cosas, porque se debe reflejar en el financiamiento y la inversión el mayor precio del dinero (interés) provocado por el aumento de la demanda de dinero, en un escenario de mayor renta nacional.
A pesar de que en EE. UU. y en Chile se siguen manteniendo las tasas de política monetaria en los mínimos históricos, ya hay señales en los distintos mercados de capitales de un aumento de las tasas de interés de largo plazo, en particular los bonos públicos y privados, pero también las tasas de corto plazo, como créditos y préstamos de consumo.
En este contexto, el alza de la tasa de interés por parte de la FED es una decisión muy esperada por todos los agentes económicos, tanto nacionales, como internacionales, ya que el mercado financiero de EE. UU. afecta a todos los mercados financieros del mundo, en especial a países que están fuertemente relacionados con su moneda (dólar), como es el caso de Chile, que efectúa permanentes y significativas transacciones comerciales y financieras con el país del norte (Balanza de Pagos), siendo uno de nuestros principales socios comerciales.
Es así como, por ejemplo, en Chile, a pesar de la gran escalada del precio del cobre a récord históricos, bordeando los US$ 5 la libra, el dólar se ha mantenido por sobre los $700, aun cuando en EE. UU. no se hace todavía efectiva el alza de tasas, lo que se explica por la internalización que el mercado financiero chileno ya ha hecho de la muy probable alza de la tasa de interés de la FED, evidenciándose a nivel global una apreciación del dólar.
En este contexto, estimo que si se producen las esperadas alzas graduales de la tasa de interés en EE. UU., que la llevarán a ubicarse este año por sobre el 1%, el dólar en Chile se mantendría alto por sobre los $700, frenado en alguna medida por el súper ciclo del precio del cobre que se estima se mantendrá, al menos, durante todo 2021.
Frente a este escenario, el BCCH se ha mostrado muy cauto en sus decisiones de Política Monetaria, y en muchos casos creo que más bien ha reaccionado, en vez de anticiparse al devenir del mercado financiero. Las decisiones económicas en el mercado financiero se realizan ex – ante (antes de) y no ex – pos (posterior a) para que realmente surtan efecto.
Es así como, la actual tendencia al alza de la tasa de interés en EE. UU. y los Bonos del Tesoro, provocará inevitablemente una fuga de capitales desde Chile buscando mayor rentabilidad y seguridad en el país del norte, generando así una mayor depreciación de nuestra moneda, lo que, junto a una mayor inflación interna, provocará durante el 2021 una constante presión a la autoridad monetaria para que suba la tasa de interés local y se alinea con el alza de las tasas de interés de EE. UU.