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Ambidiestro

No lo había visto en mi vida. Pero después de una primeras frases de cortesía, me dice como si fuéramos viejos conocidos: tu eres de derecha, te han engañado, te vendieron la pomada de una convención constitucional y no te diste cuenta del fondo del asunto. Y cuál es el fondo, atiné a preguntar en un balbuceo indigno. Que la izquierda quiere destruir el país, así de simple, me responde con aires de triunfo. 

Le contesté que jamás sería de derecha. Que decir que nunca justificaría la violencia no era ser de derecha. Que no me gusten Boric, Jadue, Provoste, Narváez, no significa que me gusten Lavín, Sichel, Desbordes o Briones. Que decir que la democracia es el único sistema que se acerca a las ideas de libertad e igualdad no es, bajo ningún punto de vista, una claudicación al neoliberalismo. 

Qué tiene que ver el neoliberalismo con la democracia, escuché que me interrogaba mientras encendía una pipa de tabaco cubano. Mucho, todo, no nos engañemos, le respondí, la democracia no es mas que un disfraz del capitalismo. Peor son los totalitarismos, las dictaduras…

Me empezaba a aburrir con el típico discurso de derecha. Sin embargo, no podía dejar de escucharlo. Hablaba con vehemencia, con una elocuencia envidiable, sin duda, como si quisiera acabar, solamente con frases largas y enfáticas, con años de ideología comunista. 

¿Yo de derecha? Por favor. Creo en el diálogo, le dije. Por algo estamos conversando y no lo he mandado a la cresta. Pero de ahí a asegurar que soy de derecha…vamos…se está pasando de la raya.

Cansado, le argumenté, como último recurso, que mi cantante favorito era Silvio, y no es necesario decir su apellido, usted sabe perfectamente de quién hablo…y no me venga con caricaturas…

Pensé que iba a estallar, que sus ojos saltarían de las órbitas, que me insultaría llamándome hijito de Fidel…Pero comenzó a reírse sin parar. En vano traté de que se detuviera. No hubo caso. Me di la media vuelta y salí de su negocio de chucherías.

Mientras trataba de calmarme camino a la casa, me pregunté si mi nuevo amigo no tendría razón. Tal vez sí era derecha. Tan de derecha como mi vecino comunista de misa dominical, como López y sus anchas alamedas, como Silvio, como Fidel fumando su habano en el paraíso comunista junto a Mao y Marilyn Monroe.

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