La reciente publicación de “El Chile que he vivido”, de Andrés Zaldívar, nos permite aquilatar una larga y fecunda vida política. Zaldívar sostiene que “es bueno para el país mantener una amistad cívica que permita encontrarnos, pese a nuestras diferencias” (por Mario Rodríguez Órdenes)

Seguramente Plutarco, el historiador griego de la antigüedad, habría elegido a un hombre como Andrés Zaldívar Larraín como figura de su clásico “Vidas Paralelas”. Zaldívar es una de las figuras relevantes de la política chilena.
Un hombre que ante los designios del destino ha sabido imponer su voluntad. ¿Cómo explicarse que a los 87 años acometa el desafío de presentarse a candidato al consejo constitucional que escribirá la propuesta de una nueva carta constitucional?
“Responde a un compromiso profundo con un país que amo. A una larga relación con mujeres y hombres, de hoy y del ayer, con sus sueños y esperanzas. No es fácil, pero es algo que no puedo eludir”, señala durante la conversación con Diario Talca.
Recientemente en el gran Salón de Honor del ex Congreso Nacional, Andrés Zaldívar acaba de presentar “El Chile que he vivido” (Editorial Catalonia, 2022). Se trata de un libro de poco más de 400 páginas donde el destacado hombre público relata cómo ha vivido desde la política las últimas décadas de la historia de Chile.
Algo que está lejos de terminar ya que Zaldívar, el 7 de mayo participará en la elección de los 50 consejeros constitucionales, que a partir del 7 de junio se reunirán a trabajar en la sede del ex Congreso, en Santiago.
El próximo 7 de noviembre el Consejo tiene que entregar la propuesta de una nueva Constitución que deberá ser ratificada por un plebiscito que se efectuará 45 días después de la publicación en El Diario Oficial del decreto con el cual el presidente Gabriel Boric convocará a elecciones. Andrés Zaldívar postulará al cupo de consejero Constitucional por la circunscripción de Aysén.
Andrés Zaldívar Larraín (Santiago, 1936) cursó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto Alonso de Ercilla de los hermanos Maristas, donde se destacó por su rendimiento y fuerte carácter. Como abogado se formó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, titulándose en 1959. En 1952 inició lo que sería una larga carrera política al ingresar al Partido Conservador Social Cristiano. En 1957 participó en la fundación del Partido Demócrata Cristiano. Muy joven fue ministro de Hacienda y Economía durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1968 – 1970).
Con la vuelta a la democracia fue ministro del Interior durante el primer gobierno de Michelle Bachelet (2006); cuatro veces electo senador de la República y durante tres periodos presidente del Senado. Presidente de la Democracia Cristiana en varios periodos, entre 1982 y 1986 fue elegido presidente de la Internacional Demócrata Cristiana. En 1981, en pleno exilio, funda el Centro de Investigaciones para Iberoamérica y España. Casado con María Inés Hurtado Ruiz – Tagle, son padres de cuatro hijas: Paula, Patricia, Claudia y Francisca.
Andrés, no será una tarea fácil la que se le viene encima si resulta elegido…
“Ciertamente. Pero tengo la convicción que, si la gente me elige, podría aportar toda mi experiencia. Es largo el tiempo que he prestado servicio público y en el gobierno. Tengo conocimientos relativos al tema constitucional, porque he sido parte del comité de constitución del Senado en varias oportunidades, porque he estado en las modificaciones a la Constitución de 1980, principalmente en las del año 2004. Creo que es un tema que conozco bien”.
Fue la propia Democracia Cristiana la que le propuso competir en las elecciones por Aysén…
“Efectivamente. Y también tuve la opción de representar a la Región del Maule, de la que me siento muy cercano. Sin embargo, me incliné finalmente por Aysén. Es una apuesta por las regiones, tan postergadas por el centralismo de Santiago”.
Representa a un partido algo alicaído…
“La Democracia Cristiana tiene que salir fortalecida de esta crisis que afecta a la política. Si somos capaces de identificar la crisis y enfrentarla, vamos a salir adelante”.
¿Le preocupa la deserción de militantes, algunos de gran connotación?
“Cuando una casa se empieza a incendiar, hay que apagar el incendio y no irse de la casa para que se incendie entera. Yo he escuchado a varios. Unos van a crear partidos, otros se incorporan a Amarillos, otros se van a mantener independientes. Pero todos ellos tienen en el fondo el espíritu de la Democracia Cristiana y pueden reencontrarse con ella. La DC es casi una cosa de tipo cultural. No quiere decir que no pueda llegar el ocaso, porque sí puede llegar si no sabemos afrontar la crisis”.
¿Y cuál es su posición personal?
“Yo me quedaré en el partido hasta el último día de mi vida. Creo que el ideario de la DC está plenamente vigente y representa a una parte significativa del país que va más allá de sus militantes. También soy un convencido que cuando uno está en un partido, se tienen que superar las diferencias en un diálogo franco. Una vez que se superan el partido termina fortalecido”.
Ha sido crítico del gobierno del presidente Boric…
“Y lo seguiré siendo cuando algo no me parezca bien. Sin embargo, apoyaré al gobierno y al presidente Boric en todo lo que sea positivo. Espero que le vaya bien en su gestión. Creo que es bueno para el país mantener una amistad cívica que permita encontrarnos, pese a nuestras diferencias”.
Su madre, Josefina, fue gravitante en su preocupación social…
“Efectivamente mi madre siempre me infundió mucho el compromiso con lo social y desde niño me llevaba a los hospitales y a los hogares de ancianos”.
¿Muy cercano a Eduardo Frei Montalva?
“Sí. Y nunca me explique el por qué. Don Eduardo era mayor que yo, pero de inmediato se produjo una sintonía muy especial. Yo siempre lo entendí como mi tutor y mi padre político. La primera vez que tuve contacto con él fue cuando los estudiantes social cristianos (a los que pertenecía) y los falangistas de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile llegamos a la conclusión de que debíamos fusionar ambos partidos, y fuimos a ver a don Eduardo. Le comentamos esto y él nos dijo que justamente ese era el camino”.
¿Por qué Frei se convirtió en un peligro para la dictadura, decidiendo su asesinato?
“Después del discurso en el Teatro Caupolicán en el año 1980, Frei era el gran opositor. Por eso creo que el autor intelectual fue el régimen de Pinochet. Manuel Contreras y la DINA hicieron operaciones sucias en todo sentido. Para ellos era muy importante eliminar a Frei y sacarlo de cuadro”.
Cuando Frei muere usted estaba en el exilio lo que le impidió venir a Chile.
“Vine, pero no me dejaron entrar. Fue muy duro. Venía con una delegación española, entre ellos, el primer presidente de los diputados de la transición española… Aterrizamos y al avión lo llevaron carreteando hasta una punta del aeropuerto, donde se estacionó y se puso la escalera para que bajaran los pasajeros. Llegó una camioneta gris que decía protocolo. De repente se bajan unos gallos con metralletas y suben al avión gritando ¿dónde está Zaldívar? Me dejaron sentado y les pidieron a todos que bajaran. Estuve tres o cuatro horas en el avión… Como a las 7 de la tarde me suben a un avión LAN con agentes de la CNI, sin decirme nada. El avión paró en Lima y los agentes me hicieron bajar. Al interior del aeropuerto me dicen ‘vamos a estar un rato acá, vaya a estirar las piernas, y nos encontramos a tal hora’. Cuando volví no había nadie y el avión ya se había ido. Me dejaron botado en Lima a la una de la mañana sin plata, sin pasaporte, sin maleta”.
Pronto se cumplirán 50 años del Golpe Militar de 1973. ¿Qué revisión somera puede hacer?
“La inmensa mayoría de este país estaba convencido que el Golpe venía por la situación que había de violencia, movilización callejera, la inflación desatada, la situación de inestabilidad, la falta de respaldo a Allende de su propia coalición, el desabastecimiento, el mercado negro, la desestabilización que se estaba haciendo desde Estados Unidos, de Kissinger y Nixon para sacar al presidente Allende del gobierno. No querían tener otra Cuba como ocurrió con Fidel Castro. Nosotros no apoyamos ni aprobamos el Golpe. Después supimos, por la información que nos entregó Carlos Briones, que era ministro del Interior en ese momento, que Allende iba a anunciar el plebiscito el día martes. Y Pinochet el día antes le había dado plena seguridad a Allende que no había ningún riesgo de intervención militar. Cuando se produjo el Golpe, nosotros cometimos un error”.
¿A qué se refiere?
“En ese momento hubo dos posiciones en el partido. Una fue encabezada por Frei y Aylwin. Yo participé en ese grupo, en que reconocimos que el Golpe era inevitable. Pensamos que las Fuerzas Armadas iban a restituir el poder a la gente en un periodo de tiempo, e iban a llamar a elecciones. Mientras que otro grupo rechazó y condenó el golpe, sin ninguna muestra de confianza hacia lo que había hecho el mundo militar. Ese grupo, que se hizo llamar los 13, tuvo la razón. Nosotros fuimos más ingenuos, cometimos un error”.
Desde hace un tiempo se hace una crítica a la transición que se hizo en Chile, tras el término de la dictadura…
“Tomo las palabras del presidente Boric, lo que dijo cuando se inauguró el monumento de Patricio Aylwin: Era lo que podía hacerse para hacer el tránsito a la democracia. Cuando Aylwin asume su gobierno, la estabilidad democrática era muy débil. Pinochet tenía pleno respaldo de las Fuerzas Armadas”.
Andrés, acaba de cumplir 87 años. ¿Qué lo anima a seguir participando en política?
“Comparto que la política es una vocación. Si la asumes, no la puedes dejar. La documentación del Concilio Vaticano II (1962 – 1965) dice que es una vocación de tanto valor como el sacerdocio. Y es más necesaria que nunca en la compleja coyuntura que vive Chile. Hay que aceptar la discrepancia. He aprendido que la amistad cívica es fundamental. Y eso significa respetar al que piensa distinto, no considerarlo un enemigo, sino que un adversario”.
