Aquí diré si apruebo o rechazo. Aunque nadie me lo pregunte. Aunque vaya en contra de la objetividad periodística. Objetividad que no existe. Existe el profesionalismo, y tendría que hablar de valores, pero me metería en profundidades aún más interpretables, sino que lo atestigüe el ministro Jackson. Pero seamos realistas, cada cual interpreta a su pinta. Entonces, acúseme usted según su punto de vista, tan respetable como el mío. O quizás más respetable que el mío. Hay que ser humilde en la tribuna.
Supongo que ya se ha enterado. Esta no es una crónica periodística. Tal vez sí, al menos una parte, pero es más un deseo, un riesgo, un freno, un paréntesis, un golpe en la cabeza. En definitiva, unas ganas locas de que después del 4 de septiembre seamos mejores, sin tanta diferencia o por lo menos sin tanto drama. Un deseo, una ilusión, un ideal.
¿A qué viene tanta palabra? ¿Por qué decir en voz alta yo apruebo… yo rechazo…? Matías del Río, por mucho menos, se metió en un lío que nada tiene que ver con su labor periodística. Está muy agitado todo.
Bueno, el asunto es que a menos de un mes del plebiscito me pareció una buena idea salir a “cronicar” el ambiente, oler la calle, escuchar a la gente, al ciudadano, al pueblo, como le dicen. Lo había hecho para las elecciones presidenciales. Y ya en esos días me topé con gente que me decía: “No, gracias…prefiero que no…”. Tampoco es que les preguntara por quién iban na votar. Un taxista, recuerdo, me tuvo 15 minutos hablando pestes de la política. El típico discurso anti “señores políticos”. Pero al momento de grabar y sacar la foto…”no, disculpe…tengo que ir a trabajar”.
Es así, es parte de la pega. Ahora entiendo a los encuestadores telefónicos, que al menos no tienen la presión del cara a cara. Además, “qué tiene que venir a preguntarme a mí un periodista por quién voy a votar, o si apruebo o rechazo”. Y claro, puede ser un poco violento. Se respeta el silencio. Pero me gustaría, como ciudadano de este país, no como periodista, encontrar un mayor espíritu cívico, un interés real por expresar ideas -sean de donde sean- de salir del comentario familiar o de amigos frente al televisor. Sería bueno, creo, para el bienestar emotivo de nuestra sociedad. Tal vez por eso los argentinos, tan expresivos, no han tenido un estallido social al estilo chileno. No soy sociólogo.
CIVISMO A LA BANCA
Mediodía en la plaza de armas de Talca, centro cívico por excelencia. Recuerde las jornadas multitudinarias del 2019. Una feria con puestos de artesanías, flores y plantas atrae a curiosos y oficinistas. Algunos esperan sentados en las bancas, fuman, hablan por teléfono. Afuera de la municipalidad, justo frente a la puerta de entrada, tres personas, dos mujeres y un hombre, conversan animadamente. No son funcionarios públicos. Les explico de qué se trata y parece que están de buen ánimo, que van a aceptar la entrevista. Incluso, él casi lo primero que dice es que va por el rechazo. Y me perece que ellas también. Pero no, tienen que ir rápido a otro lugar, se excusan. El sujeto asegura que las cosas están mal, como con ganas de hablar. Insisto tímidamente, un par de minutos, les digo, no más, pero no hay caso.
En una banca frente a la catedral, muy cerca de la figura de monseñor Manuel Larraín, descansan dos hermanos. Él, que fuma un cigarro, tiene una hora médica en uno de los centros asistenciales del sector. Ella hace una pequeña mueca y argumenta que prefiere no ser entrevistada. Pero no puede evitar acotar que “por todas las cosas que uno ve…como esas encerronas que muestran en la tele…un niño asustado diciéndole a su papá que los podían matar…me inclino por el rechazo…”. Él sigue fumando y no dice nada.
¿Será que les asusta que los graben, que les saque una foto? Creo que ni siquiera toman en cuenta que se trata de un diario papel. No es la tele. No es un matinal. Aunque me parece que al Mucho Gusto le iría mejor. Me gustaría trabajar en una empresa de encuestas. Saber qué tan difícil es convencer a las personas para que contesten unas preguntas, qué porcentaje no acepta participar. Me niego a creer que el chileno no tenga opinión. Prefiero culpar al tema. La política, las elecciones y ahora el plebiscito ahuyentan el ímpetu “opinológico”. Pregúntenme del clásico, de Rangers o del reguetón, no hay problema. Pero, seamos justos, avanzamos. El estallido nos enseñó que la educación, la salud, las pensiones, son temas importantes y hay que expresarlo. Por lo mismo, hablar de la nueva Constitución es hablar de esos y otros temas. Debería importarnos. Deberíamos discutirlo.
Un joven, sentado en el respaldo de la banca, y un adulto, de pie, charlan a unos metros de los hermanos que esperan la hora médica. Escuchan la introducción y dicen que no pueden salir en el diario. Trabajan en la Intendencia y no se vería bien. Pero están por el apruebo. No se hace campaña, aseguran. El ambiente en el servicio público es normal. No hay discusiones con los funcionarios que vienen de gobiernos anteriores y que, suponen, votarán por el rechazo.
En la última banca de la 1 Poniente, casi al llegar a la 1 Sur, un hombre come unas papas fritas. Algo intuyo por el bolso que descansa a sus pies. Me cuenta que es de Santiago y que anda buscando trabajo. Se dedica a labores agrícolas. Hay más pega en Curicó. Estaba por viajar a la vecina comuna. Me recordó al taxista. Se quejó de todo, especialmente de la corrupción. Pensé que era del rechazo. Pero no, “yo apruebo”, dijo convencido sin dejar de criticar la actualidad del país. Las apariencias engañan, tanto como las palabras.
ESPERO NO DECEPCIONARME
Hasta ahí ninguna foto. “No, gracias, pero…oiga…”. Todo cambia cuando se apagan las luces y, evidentemente, pensar y hablar no es lo mismo. Si dijéramos todo lo que pensamos…uf…El doble estándar, dirá usted. Pero no se trata de eso. Se trata de expresar, de escuchar, de aportar, de hacer país. ¿Exagero? ¿No es para tanto? El periodismo puede ser muchas cosas, buenas y malas. Pero en esencia es una bonita oportunidad para comunicar y comunicarse.
Solo dos personas, afortunadamente un hombre y una mujer, para salvaguardar la equidad de género, y uno de cada lado, para que no se me acuse de hacer campaña, se atrevieron con la grabación y la foto (ver recuadros). Mirna Troncoso, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, que lucía orgullosa una chapita del apruebo, y Andrés García, un ciudadano de Empedrado que por trabajo viaja frecuentemente a Talca, expresaron sin complejos su opción ante el plebiscito. Gracias.
¿Yo? En un ejercicio de honestidad brutal, como diría Calamaro, o en un suicidio profesional, como diría un periodista escrupuloso, confieso que votaré apruebo. No porque esté de acuerdo en todo, ni porque crea que sea la gran solución, sino porque todavía tengo esperanza. Aún creo en las personas y espero no decepcionarme.
APRUEBO Y RECHAZO
Mirna Troncoso
Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Talca
“Apruebo por muchas razones. Primero, tenemos que terminar con el legado del asesino de Pinochet, porque los tiempos han cambiado, la juventud necesita más oportunidades, todos necesitan tener acceso a su casa propia, y ser tratados dignamente. Y todo eso lo trae esta Constitución nueva. por eso apruebo y voy a aprobar siempre, cualquier cosa que sea en beneficio de Chile (…) Yo creo que vamos a ganar, veo a la juventud organizada, vamos a ganar (…) Yo soy optimista. Siempre a nosotros nos rechazaban las querellas en los tribunales de los detenidos desaparecidos, de los ejecutados políticos, de los torturados, hasta que al final las tuvieron que aceptar y hubo justicia. Como dijo el presidente Aylwin, en la medida de lo posible, pero por lo menos se han dilucidado varios hechores y están en la cárcel, en una cárcel de muchas estrellas, pero están privados de libertad”.
Andrés García
“Rechazo, porque todo partió mal cuando se hicieron las elecciones para buscar a los constituyentes…salió mucha gente que a lo mejor no está capacitada para el tema. Para escribir una Constitución tienen que ser personas realmente preparadas, por lo menos que tengan educación, que estén informados en el tema (…) Creo que esto se tomó muy a la chacota, encuentro que no está a la altura de lo que debiese haber sido. Podía haber sido muy bueno el cambio de la Constitución, pero haberlo hecho como corresponde (…) La actual Constitución ha sido reformada en varios puntos, entonces creo que hubiese sido mejor haber reformado esa. Porque nosotros como chilenos no estábamos tan mal, hay algunas cosas que mejorar, como la educación, la salud, lo que es delincuencia, la corrupción que se está dando ahora, creo que había que reformar algunas cosas”.