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ÁRBOLES POR DECRETO por Leonardo Vergara

A propósito de muchos temas ambientales que se están discutiendo para la redacción de la nueva Constitución y, en general, del debate que con frecuencia se expresa sobre este asunto, creo vale la pena expresar un simple punto de vista, solo con la intención de poner una mirada fría y posiblemente demasiado objetiva a la conversación.

Los arboles que se planten en cualquier parte, independiente de cual especie sea, podrán o no desarrollarse y transformarse en bosques, solo en la medida que logren establecerse, es decir, superar la capacidad de afianzarse en ese suelo y soportar el clima existente en ese lugar o sector. Esto es como lo más simple y, quizás, un poco básico, pero simplemente es así. Excepcionalmente se podría “ayudar” con humedad, fertilización y otras técnicas, pero eso también estará supeditado a los costos que ello puede implicar, dado que forestar, en general, implica extensiones sumamente grandes.

Es por lo indicado que lo que en cualquier parte del planeta se hace, es buscar aquellas especies forestales que sean capaz de soportar el estrés de la plantación y logren afirmarse o establecerse hasta que ya son un bosque en formación, es decir, los primeros cinco a siete años.

Todo lo indicado implica que técnicamente es poco factible que cualquier especie arbórea, sea capaz de subsistir en cualquier suelo o lugar. A lo anterior hay que agregar que la nobleza de las especies arbóreas, (según mi opinión) está principalmente dada por el aporte que ese árbol o especie puede entregar, tanto como un servicio, como cultura o como un bien, entre muchas otras posibilidades. Una guitarra fabricada de Araucaria posiblemente sonaría muy mal, pero la majestuosidad, estética y cultural de la Araucaria es tremenda.

Una de las principales medidas de seguridad que el mundo entero ha aplicado en pandemia, han sido las mascarillas faciales y, en nuestro país, la gran mayoría han sido fabricada a partir de celulosa de Pino.

Termino esta columna indicando que las sensibilidades y preferencias individuales por distintas especies de árboles es muy legitima, y que bueno que  existan y se puedan expresar, no obstante, colocar un tipo u otro de árbol, por decreto, en un determinado lugar, no es sinónimo de que eso se transforme en un área con el fin deseado, sino que serán las otras variables técnicas indicadas anteriormente (en especial, el suelo y clima) las que determinarán el éxito de lo plantado, a lo que -por cierto- se le deberían agregar las variables sociales, económicas y culturales de cada lugar o zona.

Ojalá estas líneas ayuden al debate y a recordar que solo en Maule, entre suelos abandonados a su suerte y otros productos de incendios que también se están perdiendo, tenemos unas 250 a 300 mil hectáreas (casi el 10% de la superficie total de la región) que con urgencia necesitan atención y un poco de cariño útil.

Leonardo Vergara

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