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AÚN TENEMOS PATRIA por Juan Carlos Pérez de La Maza

Hace unos días pude asistir, al igual que miles de maulinos, a una festividad que los organizadores llamaron “Chilenidad en familia”, una celebración masiva de las mayores y mejores tradiciones nacionales, acompañada de muestras de folclore, atuendos típicos, música, bailes y variadas destrezas caninas y ecuestres.

Y me volvió el alma al cuerpo.

El entusiasmo que se podía observar en los asistentes, que coreaban, bailaban y celebraban las continuas cuecas y tonadas que, por todos lados, se escuchaba, permitía concluir que no todo Chile vive al ritmo del reggaetón. Y la letra de las canciones interpretadas en la festividad comentada no hablaba de sexo, drogas ni delitos, sino de recuerdos cariñosos, amistades entrañables y paisajes imponentes. Los atuendos folclóricos, especialmente de la zona central, que lucían cientos de niños y numerosos adultos eran parte del paisaje, tal como lo era nuestra bandera nacional, dispuesta en cada rincón del espacio de la muestra. Los colores blanco, azul y rojo, omnipresentes, parecían interpretar, otra vez, los sentimienos más profundos del orgullo patriotico, la unidad nacional y la esencia de la chilenidad.

Cuán lejos está este ambiente, reflexionaba yo mientras recorría muestras de artesanía, exhibiciones de folclore y juegos típicos, de lo que hace cuatro años vivió nuestro país. Cuán lejos está esta celebración feliz y unitaria, de la odiosidad, el resentimiento y la violencia irracional que se desató en octubre, hace cuatro años, en tantas ciudades de nuestro Chile. Cuán lejos, recordaba con tristeza, este Himno nacional interpretado varias veces durante el día, de la vejación que se infirió a esa Canción en el inicio de la funesta Convención Constitucional, hace poco más de dos años. Cuán lejos, en fin, estuvo esa profusión de banderas chilenas, escarapelas y cintas tricolores, instaladas por doquier, admiradas con emoción y lucidas con orgullo en esta fiesta de Chilenidad en familia, con la ofensa increíble que perpetraron ciertos “artistas” en una performance en Valparaíso, en agosto del año pasado.

Pareciera que la distancia entre el ambiente feliz, unitario, integrador y respetuoso que se observa en actividades como la reseñada, se sitúa a una distancia sideral del otro, vivido hace tan poco, lleno de animosidad, ofensas gratuitas y disvaloraciones. Por esto, la dicotomía que pareciera desprenderse de comportamientos tan disímiles en un lapso tan breve, nos lleva a preguntarnos dónde radica la chilenidad esencial y quiénes la representan. Esa patria en esencia ¿vive en el espíritu “octubrista”? ¿Son los miembros de “la primera línea” quienes representan la chilenidad más legítima y profunda? ¿Es la violencia, la rebeldía y el desprecio por los símbolos patrios nuestra característica primaria hoy en día? O, por el contrario, la genuina esencia chilena vive en la familia, en las tradiciones del campo, con el que todos tenemos raíces más cercanas o lejanas, en el aprecio al suelo patrio, a su espléndida naturaleza y la valoración de un pasado histórico de esfuerzos, lo que nos conforma como nación.

Demás está señalar que tan sólo la segunda opción es la esperanzadora. Ya lo decía (citaba, en verdad) Alessandri hace más de 100 años: “El odio nada engendra, sólo el amor es fecundo”. Por eso, quiero abonar mis esperanzas saludando con especial aprecio iniciativas como la comentada. En la medida que se abra espacios para que, por ellos se manifieste la verdadera esencia de la chilenidad, que no es la violencia, el rencor ni la irreverencia sufridas hace poco, abriremos también la oportunidad de demostrar que somos muchísimos más quienes preferimos el respeto antes que el desprecio, la sensatez antes que la irreflexión y el amor a la patria, a sus símbolos y a sus tradiciones, antes que la ofuscación y el enajenamiento de la violencia, la saña y el encono. Por eso, creo válido repetir hoy aquella arenga que, hace poco más de 200 años, enarbolara Manuel Rodríguez como baluarte patriótico de la esperanza, frente a la adversidad que, cada tanto, vuelve a amenzar la esencia de la chilenidad.

Juan Carlos Pérez de La Maza

Licenciado en Historia

Egresado de Derecho

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