La pandemia ha afectado muchos ámbitos de la vida cotidiana, especialmente para ciertos grupos de nuestra sociedad a quienes les ha sido particularmente difícil sobrellevar los nuevos desafíos que esta crisis sanitaria nos ha impuesto. En especial, un grupo que lentamente ha empezado a ganar visibilidad en los medios son las familias con hijos e hijas dentro del Espectro Autista.
Un niño dentro del espectro, con pocas habilidades en lo social (que la mayoría de las personas las desarrollan de forma natural), tiene pocas oportunidades de aprender en este contexto pandémico.
La toma de turnos, el compartir un juego grupal, respetar los espacios y las formas de los demás, son elementos muy ambiguos para algunos niños y niñas EA. Muchos no comprenden tampoco las emociones de los demás; ¿cómo saber si mi interlocutor está enojado, triste o interesado con lo que digo o hago?
Las personas dentro del espectro autista pueden presentar dificultades para comprender la comunicación humana. No es solo la híper-literalidad con que pueden comprender el lenguaje, sino también por la falta de habilidades para comprender la gestualidad y expresión de emociones que conlleva una conversación con otros interlocutores.
Es complejo para muchas personas EA el comprender metáforas, ironías o intenciones, más aún si hay una mascarilla que tapa parte importante de la cara, donde se puede leer lo que pasa por la mente del otro. Los rostros, entonces, se vuelven más aún herméticos e indescifrables, excluyendo de los juegos y grupos a quien no entienda el sentir común.
Es por ello que la inclusión educativa, un tema importante pre-pandemia, se vuelve urgente en este 2022.
La educación post-pandemia debe comenzar a parecerse al sastre de antaño, quien remendaba y creaba lo que cada persona necesitaba. Al respecto, el sistema educativo, a través de las herramientas ya creadas, ha dado un tremendo paso que inicia un camino hacia una inclusión real. Es necesario, entonces, debido al contexto, apurar el tranco con la mirada puesta en aquellos y aquellas que necesitan de las adecuaciones curriculares que hagan el contenido accesible, pero que también son un recordatorio vivo de que la sociedad es más diversa y más rica de lo que se pretende creer.
En este sentido, la academia tiene un tremendo desafío: la formación de docentes que sean capaces de responder a la diversidad dentro del aula. La formación inicial docente está aún al debe en atención a la diversidad. Salvo excepciones, los nuevos profesores no están capacitados para responder efectivamente a un niño autista, una estudiante con síndrome Down u otra condición. Es por ello que, la oportunidad en la vicisitud es la posibilidad de transformar la educación en una oportunidad real de incluir al otro como un legítimo otro.
Prof. Mg. Juan José Lecaros
Facultad de Educación
Universidad Autónoma de Chile