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BALANCE CRÍTICO DEL AÑO por Franco Caballero Vásquez

Finaliza el año y me hago el balance respectivo ¿fui disciplinado este año? ¿fui un ser construido? Cierto que es más fácil cuando la marea de la vida se sosiega y pacifica porque cuando se levantan las olas del vértigo pareciera que sobrevivimos más que la dirigimos. Así reflexiono, 2024 un año difícil, como ya es la tendencia, pero con un ánimo distinto, muy diferente al ánimo de los críticos años 2023, 2022, 2021. Este año volvió el espíritu.

Creo que todo lo intenso de este veinticuatro de la nueva era cibernética o del nuevo milenio, quedarán recordados como tiempos que avecinan algo nuevo. La pandemia terminó por introducir la nueva vida de redes sociales, internet e instantaneidad creando un mundo que se abre a la robótica. Así como hace dos años atrás surgía y arremetía la inteligencia artificial, este año que ya comienza viene con la tecnología del robot.

Los avances impresionan a los más analógicos, los autos se conducen solos en Estados Unidos, los médicos operan a distancia en Japón y los humanistas seguimos preocupados por el avance del ser, como sujeto espiritual, intelectual, humano y político. Así entonces observamos un año que consolidó el sentimiento de moda: la ansiedad, síntoma social de los últimos periodos.

Por su parte la vida se torna efímera, delgada, amenazada, campo ideal para cumplir con el sujeto político por excelencia: la multitud hecha uno solo. Son tiempos propensos y necesarios para la construcción de la persona colectiva, de la persona país, de la persona humanidad. Pero es un gran desafío ante la fragmentación de los intereses. Nuestra persona sociológica está enferma, no agoniza, pero padece de la gripe liberal que enciende malestar e insatisfacción por la vida.

El mundo espiritual tuvo sus respuestas, pero lo que pudo haber sido una revolución inmensa como muchos creyeron que traerían los nuevos paradigmas, terminó siendo un conjunto más entre tantos intereses y principios, como el mundo vegano, mundo cristiano, mundo deportista, mundo gimnasio, etc. Mundos que por lo demás ofrecen salidas, ofrecen soluciones para convertir a quienes vagan perdidos por las “temporadas del infierno” de Rimbaud, se dejan envolver por las “flores del mal” de Baudelaire o persisten en la noche de los “ángeles del demonio” de Silvio. Cuando la voluntad se pierde, todo se pierde, el carácter, el aprendizaje, y para peor, se comienza a inflar el globo febril de una sociedad que se enancha de quienes sufren del gozo, placer y disfrutes insustanciales, dejando al ser incompleto y furioso. La culpa es del sistema decíamos antes, por lo menos antes lo decíamos.

Los hijos de hoy son las víctimas del gozo adultocentrista actual, adultos con excesos de una libertad que es un disfraz del abuso capitalista por agotar el instante en la dopamina inacabada de la producción eterna del presente. Si tuviésemos que poner un antagónico al ser entregado a tan liviana dicha sería el estoicismo. El ser estoico es la disciplina perdida, emana de lo justo, de lo que corresponde hacer, nuevamente, de la fundación del carácter.

Los adultos disfrutan la navidad y los años nuevos, se los han apropiado y se lo arrebatan a los niños quedan relegados a la pantalla silenciadora. La adultez, la edad productiva y festiva, mantiene la máquina de la vitalidad actual, sin mucho sentido y casi a la deriva sumergida en un éxtasis capitalista que ya comienza a mostrar las hilachas. La adultez también es un conjunto de la sociedad, uno donde reside la democracia, uno que consume sus placeres, consume sus libertades, participa de la producción de realidad, ejerce el statu quo.

Nunca antes el mundo fue tan de los adultos como hoy. Hoy que el falo es el capital, quien lo tenga domina todo, pero yo lo sé, sé que vienen nuevos bríos que inclinen las balanzas, que hagan despertar al ser común, al ser único conformado de todas las diferencias. Nunca antes se requirió de tanta responsabilidad, de tanta ética. El llamado sigue siendo la conciencia, el capital del espíritu, algo que desintegre el pesar del famoso haiku del capitalismo de Etel Robles “entra el pesar en tu bolsillo vacío: buscas un trueque”.

Franco Caballero Vásquez

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