Cuando el Presidente Boric, hablando en la semi vacía sala de la Asamblea General de la ONU, criticaba la profusa, grave y sistemática violación de los derechos humanos en Nicaragua, pensé que haría una pausa y, luego, se referiría con igual énfasis a los otros dos casos de regímenes violadores de aquellos derechos en Latinoamérica. Pero no lo hizo.
«Me siento en el deber, como he señalado en otros foros internacionales, de denunciar ante esta asamblea y el mundo, la persecución que hoy día vive todo quien piensa distinto del Gobierno del régimen dictatorial del señor Ortega y Murillo en Nicaragua, en donde no solo se prohíbe su participación en elecciones, sino que se les persigue, se les priva de nacionalidad, se les allanan sus casas y se les privan de derechos políticos» dijo el Mandatario, condenando aquella dictadura. Las severas, más bien absolutas, restricciones a la libertad de prensa; la descarada supresión de candidaturas opositoras en los últimos procesos eleccionarios, encarcelamiento incluido; la impúdica persecución, y prisión, de activistas defensores de derechos cuidadanos; la privación administrativa de la nacionalidad a destacados intelectuales opositores; el hostigamiento y cancelación de personalidad jurídica a Universidades y centros de estudio críticos del régimen; así como la acumulación grosera de atribuciones, legales o no, del matrimonio Ortega y Murillo que, cual monarcas, gobiernan Nicaragua con la desvergüenza que permite el poder absoluto, hacen de la denuncia hecha por el Mandatario una acusación merecida.
Sin embargo, la justa denuncia presidencial se quedó corta. Al Mandatario se le olvidó que existen otros dos países cuyos regímenes son tan violadores de los derechos ciudadanos de su pueblo, como lo es el de Nicaragua. Porque ¿es igual de repudiable vulnerar los derechos fundamentales en Managua, que en La Habana o Caracas? ¿Los derechos humanos se defienden en cualquier país, frente a cualquier régimen y en cualquier época, o es que algunos regímenes siguen siendo más iguales que otros? El Canciller chileno, tratando de justificar la ostensible omisión en el discurso del Primer Mandatario, recurrió al argumento de la proximidad temporal de las violaciones a los derechos ciudadanos del pueblo nicaragüense, señalando que esas violaciones son “evidentes y recientes” en Nicaragua, ¿está diciendo que las mismas no lo son en Venezuela o Cuba? ¿Qué lleva al Presidente a criticar y denunciar a uno y no a los otros?
Respecto de Cuba, cuyo régimen dictatorial lleva más de 60 años, con un listado de violaciones a los derechos fundamentales demasiado extenso para intentar siquiera hacer un resumen, el Presidente chileno no emitió crítica ni denuncia alguna. Más bien victimizó al país, recordando el embargo económico, hoy más simbólico que efectivo, que Estados Unidos mantiene sobre la isla. Pero de los 1.500 “presos de la revuelta” ocurrida en julio de 2021, de los que aún se mantiene en prisión 700, nada dijo (es que allí no hay gobierno que indulte). Como tampoco se le escuchó decir algo acerca de la censura a medios de comunicación, las restricciones a las redes sociales e internet, el hostigamiento a organizaciones y líderes disidentes.
Tampoco hizo una crítica severa al régimen venezolano, responsable de iguales violaciones que sus regímenes “hermanos” de Nicaragua y Cuba. Al parecer allí no habría nada criticable, a juzgar por la omisión presidencial. No habría la mayor crisis humanitaria, la más alta inflación y la mayor diáspora latinoamericana. No habría una escasez alimentaria tal que los índices de nutrición infantil han retrocedido décadas. Ni una obscena intervención electoral que impide candidaturas de los principales líderes opositores. Tampoco sería efectivo lo constatado por la Misión Internacional Independiente de la ONU, que el miércoles recién pasado señaló que, entre 2020 y 2023 hubo numerosos asesinatos, secuestros, detenciones arbitarias, torturas y violencia sexual, cometidos por razones políticas, cuyos responsables son agentes regulares e irregulares del Estado. Nada de eso se dijo ni, menos, se denunció o criticó.
Bien la denuncia del régimen nicaragüense. Pero mal el “olvido” de denunciar los mismos hechos cometidos por las dictaduras cubana y venezolana. Una buena, pero dos malas.