Lo acontecido este 4/9 es histórico, no era la historia del plebiscito propiedad de una sola opción del plebiscito. Lo que ha ocurrido un domingo de septiembre, en que más de 12 millones de personas han manifestado su esperanza de un Chile mejor, no debe ser olvidado. Muchas páginas se escribirán explicando, justificando o criticando el resultado. Se buscarán culpables, y muchos/as se lavarán las manos. Pero nada de eso importa desde mañana, pues existe un desafío pendiente que debemos construir entre todos/as sin exclusiones.
Se ningunearon las encuestas, se canceló la opinión distinta. Se miró desde una posición de superioridad democrática a quienes apoyaban el rechazo, posición de superioridad que en sí misma es antidemocrática. Se asumió un privilegio interpretativo de la propuesta («en realidad no entienden lo que quiere decir»), un aura de sabiduría autocomplaciente. Seguirán los/as convencidos/as inamovibles afirmando que lo que está ocurriendo ahora es el triunfo de la miopía, una oportunidad desaprovechada dirán. Pero no es así, esta es una oportunidad dorada, nos muestra que es lo que Chile quiere y no quiere: Chile quiere una nueva Constitución pero no una escrita con un sesgo ideológico excesivo.
Desde hoy es importante recordar y no olvidar que Chile somos todos y todas, sin exclusiones ni imposiciones de quienes se sintieron la voz de los sin voz (con toda la soberbia que ello implica). Solo una propuesta como esta pudo conseguir revertir un 80% de apoyo del plebiscito de entrada, y derivar en una CC que olvidó a quienes representaban, porque pese a sus discursos pro democracia directa eso eran, representantes.
Hubo además un intervencionismo inaceptable del gobierno, uno que no puede volver a repetirse.
Gracias Dios.
Rafael Miranda Rojas
Académico de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosóficas
Universidad Católica del Maule