Con tanto calor es increíble que nuestras ciudades no tengan más árboles. Hay enormes tramos sin ninguno, parecen desiertos. Donde los hay, se los mutile indiscriminadamente para “resguardar” el alumbrado público y tanto cable inútil que va de un poste a otro. ¿No habrá otra manera? He visto árboles enormes y hermosos convivir con el cableado urbano. Seguramente esto requiere un trabajo más delicado, más organización y planificación, pero claramente se puede hacer. Pero no, es más fácil dejarlos bien mochos, total, “van a crecer otra vez”. Mientras tanto, vamos por las calles sufriendo por el calor, añorando una buena sombra. El dicho: “quién a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija”, es hoy pura metáfora, nos olvidamos que su origen, de los árboles verdaderos. De hecho, el “buen árbol” se asocia generalmente a quién tiene plata o poder. Los árboles que interesan son los que producen riqueza, no los que producen sombra. Los últimos no son rentables. Hace unos días le propuse a un vecino poner un quillay frente a su casa. “No” me dijo, “¿y donde se estacionarían mis hijos cuando vienen? “Bueno”, le dije, “tratemos de buscar la forma en que no moleste”. No hubo caso. Para consuelo, tenemos al Club del Árbol, una organización de la que todos deberíamos ser socios.
Francisco Letelier T.
Sociología-CEUT UCM