En las ciudades, el transporte es una necesidad humana. Todos los días nos movilizamos de un lado para otro. Gastamos buena parte de nuestro tiempo arriba de autos, colectivos, buses, bicicletas o simplemente caminando.
Lamentablemente no estamos resolviendo adecuadamente esta necesidad. Extendemos las ciudades y así generamos una demanda cada vez mayor de traslados a distancias siempre más extensas.
Pero resulta que nuestros sistemas de transporte públicos son pésimos. La micro nunca pasa, y si pasa, lo hace llena. La experiencia del viaje es agotadora: calor/frío, saltos, frenazos. Los choferes andan enojados (ganan poco, no quieren ser choferes).
Compensamos un mal transporte público con más autos, que a su vez producen más tacos. Las veredas están cada vez más invadidas por automóviles. También las plazas y parques. Aparecen el estrés y con él actitudes hostiles entre conductores y despreocupación por las normas comunes.
Los peatones tenemos que apurar el tranco al cruzar una avenida por que el verde no dura nada (se privilegia el flujo vehicular). Nuestra experiencia de movilidad urbana es penosa y no estamos haciendo mucho por mejorarla. Se ensanchan calles y se abren nuevas, pero, por otro lado, se financia la renovación de colectivos y se permite que la ciudad se siga extendiendo al infinito. ¿Quién podrá defendernos?
Francisco Letelier T.
Sociología-CEUT UCM