Toda sociedad tiene un modo de reproducir su existencia, de organizar la producción de lo que se necesita y la forma en que se consume. Antes del capitalismo, esto se ordenaba en torno a la reproducción de la vida colectiva humana. Esto no quiere decir que no hubiera injusticias o desigualdades, las había, pero el trabajo y la forma de distribuir la riqueza producida, estaba, finalmente, dirigida a permitir la continuidad de la vida humana.
¿Qué ocurre a partir del capitalismo? Lo que sucede es que el proceso de producción-consumo comienza a independizarse. Se produce y se consume no para satisfacer las necesidades de la vida en sociedad, sino para producir y consumir más, es decir, para expandir el capital.
Alguien podría decirme “pero si yo trabajo para mis hijos e hijas, no para el capital”. Pero la verdad es que nuestro trabajo sirve primero al capital y luego, de paso, a nuestros hijos e hijas. Para decirlo de otro modo. El sistema capitalista permite que alimentemos a nuestros hijos, solo en la medida en que contribuimos a su propia reproducción, primero a través del trabajo y luego del consumo.
Por primera vez en la historia de la humanidad el trabajo y el consumo no tiene como finalidad última el vivir, sino la de acumular riqueza. El mero vivir no es productivo para el capitalismo. Por eso trabajamos todo el día, y cuando no lo hacemos, terminamos en el mall o en el supermercado. Para muchos, la vida se ha convertido en un paréntesis entre el trabajo y el consumo.
Francisco Letelier Troncoso
Sociología UCM