Señalaba, como herencia negativa del año 2023, el deterioro de nuestra educación; hace poco, se dio a conocer el informe Pisa, y “mal de mucho consuelo de tonto”, las consecuencias negativas de dicho informe las compartimos con España y Francia; según el diario “El Mundo”, los franceses están impactados al saber que, en comprensión lectora, retrocedieron 19 puntos. En ese mismo diario se lee, que el ministro de educación francés reconoce que “uno de cada tres alumnos que acceden al Bachillerato no tengan un nivel suficiente en lengua o en matemáticas”. La evidencia chilena, no es mejor.
Es legítimo preguntarse respecto a las causas de esta debacle y convocar a un “urgenciólogo” que revierta esa situación; a propósito de esa analogía, el citado ministro afirma que para la educación se necesitan “pedagogos más que sociólogos”.
En verdad, el ministro Attal de Couris, reaccionó de inmediato al mencionado informe y, en vez de cuestionarlo o aducir circunstancias que aminoraran sus efectos, lo enfrentó, señalando, que uno de los culpables de que los alumnos no se apliquen, es lo que denomina “el buenismo educativo”.
El aludido ministro prioriza cambios en la manera de enseñar, pero además volver a inculcar el “respeto por los profesores y el orden en las aulas…”, en definitiva, “recobrar el orden y el respeto en clase”.
Para quienes ya lo estén etiquetando de fascista y con otros epítetos, el mismo diario, señala que es un joven socialista desencantado, gay con pareja estable, hijo de un padre franco-tunecino. Este ministro, se ha colmado de esta deconstrucción, ha dicho “basta”, expulsando y denunciando a los estudiantes que agreden a profesores y a compañeros.
Admite, que uno de sus referentes es el doctor en neurociencia Michel Desmurget, autor del libro “¡Hazlos leer! Para acabar con el imbécil digital”, quien sostiene que el abuso de las redes sociales y de los celulares, está “devastando los pilares más esenciales de la inteligencia de nuestros hijos, del lenguaje, la concentración, la capacidad de memoria, la creatividad, la cultura (…)”, concluyendo que “Nuestros hijos son así, literalmente (e incuestionablemente) más imbéciles”, expresión que justifica para “sacudir las conciencias”.
Imparto clases, desde hace muchos años, a alumnos de derecho y de carreras afines, pudiendo constatar in situ lo que observa Desmurget; los y las jóvenes que acceden a la Universidad, lo hacen sin comprender lo que leen, con un vocabulario inferior al básico, incluso, sin saber hablar. Desconocen quiénes son las personas que gobiernan el país, la región, la comuna; quiénes han sido personajes relevantes del país.
Aunque les parezca insólito, no saben quién fue Bernardo O Higgins, Portales, Balmaceda, Laferte etc.; desconocen la obra de Cervantes, de Pablo Neruda, etc. El retroceso de la educación chilena y el abismo que se está produciendo entre la educación privada y la pública, necesitará años en acortarse. Al contrario de lo que se ha dicho, a la educación pública debieron entregársele patines. Lo increíble de aquella frase, es que, quienes las dicen, siempre los han usado, lo que les ha permitido acceder a centros de estudios de calidad.
Estudié en un colegio privado, y recuerdo que, en un tiempo, las comisiones examinadoras se integraban con profesores de un Liceo público. Eran de temer, por lo estricto, pero por sobre todo por su calidad docente. Nos tenían que enseñar en forma rigurosa para poder dar un examen satisfactorio.
Primos y amigos estudiaron en liceos fiscales, y si confrontábamos lo que nos enseñaban, era lo mismo. Al llegar a la Universidad no había grandes diferencias entre unos y otros. Además, los colegios particulares, comenzaron a contratar a profesores de los liceos.
En la columna anterior, citaba a Hanna Arendt, quien ya en 1940, criticaba el destierro de los métodos tradicionales de educación, por una “mezcolanza de sensatez e insensatez”. Eso es lo que vemos hoy en día, y es lo que debe acabarse.
Se debe volver a la educación clásica, por cierto, mejorada, pero donde la disciplina y el respeto al profesor jueguen un rol preponderante. Reordenar los programas curriculares, desterrar el buenismo, volver a la repetición de curso, cuando sea necesario, y muchos etc., la palabra la tienen los pedagogos.
El ministro francés agrega: “En un momento, la tolerancia está bien, la amabilidad está bien, pero el desorden se acabó”.
Rodrigo Biel Melgarejo
Abogado
Profesor Universidad de Talca