El bueno de Parker se embarcó en una misión suicida. Le dijeron ve y acércate al sol lo más que puedas. Vas cubierto de escudos solares de carbono de 4 pulgadas. Tiene que bastarte para soportar temperaturas cercanas a los 2 mil 500 grados Fahrenheit, le escupieron sin ninguna consideración. Ni siquiera se preocuparon de utilizar eufemismos.
No hay problema, pensaste, los conozco y sé perfectamente que los sentimentalismos no llevan a ninguna parte. Quizás si el momento más emotivo se le escapó a Zurbuchen cuando dijo que Parker iba a ser parte de un momento monumental, una hazaña verdaderamente notable. Han pasado tres años y Parker aún sigue pensando que Zurbuchen exageró la nota.
Es cierto, ha sentido en su rostro el viento que arroja partículas energéticas. Se ha atrevido a especular sobre las razones de por qué la corona es mucho más caliente que la superficie. Es más, descubrió las curvas, unas estructuras magnéticas en zig-zag que, les aseguró, se originan en la superficie del sol. Escuchaste a Raouafi elogiar tu trabajo, gritar a los cuatro vientos que Parker ha logrado cosas inimaginables. Tanto elogio no terminaba de convencerte. El asunto se complicó cuando en abril cruzaste el límite y entraste por primera vez en la atmósfera solar.
Fue en el octavo sobrevuelo, a 8,1 millones de millas sobre la superficie del sol. Kasper, tu padre, se mostró emocionado. Es probable que en enero vuelvas a atravesar la corona. Dicen que estás en el lugar correcto en el momento adecuado. Como en el amor. Wong Kar Wei lo dijo muy bien el 2046. Amar es cuestión de coordinación, es inútil hallar a la persona correcta si no es el momento adecuado.
Pero tú qué sabes de amor, Parker. A ti te basta con dar vueltas, espiar y escribir en tu bitácora. ¿O me vas a decir que te enamoraste? ¿Que te derretirás de amor en el centro de tu amado sol, justo antes de enviar tu último reporte? Pamplinas…Aunque, pensándolo bien, te entiendo. Te fuiste y nos dejaste, de advertencia, el cambio climático.