Quiénes somos, esa pregunta siempre latente. La pregunta por nuestra identidad, tanto individual como colectiva, es una constante en la reflexión humana. No obstante, dicha pregunta no tendría respuesta, al no existir el problema de la identidad dice el filósofo analítico Derek Parfit, pues no existe una continuidad narrada de lo que somos, sino episodios del tiempo, fragmentos que constituyen una no continuidad. Esta filosofía desafía la idea de una identidad nacional monolítica y nos invita a comprender la chilenidad como una construcción social e histórica, en la que si no existe continuidad, adquiere relevancia la memoria. En esta sintonía podríamos decir que somos lo que recordamos que somos. El mes de septiembre invita a pensarnos como país, como sujeto sociológico, donde nuestro ser nación se divierte, se enfiesta, se colma de alegría, visible en el 18, que es y ha sido la fiesta más grande a nivel nacional, eso expresa nuestro talante político cuando el aniversario de la República es el carnaval más importante. Salimos de Parfit y ha puro pulso diremos somos un ser país político y politizado. Ante la conversada falta de identidad o carencia de una forma de ser determinada, algo que nos definiría sería la política, bien requerida además, por una geografía que es compleja. Pero, ciñámonos a la teoría.
Según Parfit, premio de Lógica y Filosofía 2014, nuestra identidad no es estática. Definirnos de manera fija, como si Chile fuera políticamente de izquierda o de derecha, es una simplificación excesiva. Ambos espectros han dejado su huella y cada uno ha tenido sus momentos. La izquierda, en José Miguel Carrera, en la relevancia mundial de Allende, en un siglo XX muy importante, sindicalista y de valores republicanos que han hecho de las revoluciones procesos ciudadanos y legales. En la otra vereda, la derecha, en Bernardo O’Higgins, proveniente de las élites tradicionales, no produce figuras tan radicalmente vacías de teoría como Milei o Trump. La derecha chilena, en su expresión empresarial, dista mucho entre la sobriedad política de Sebastián Piñera y el Donald.
Pero bueno, con el filósofo británico, no podemos decir que somos tal o cual país, ni rojo ni azul. Sin intentar definir de una manera rígida como somos, nuestra historia nos otorga un marco de referencia. La memoria existe mediante la psicología, nos da un peldaño para pisar algo sólido donde poner un pie para luego poner otro y así progresar. El concepto de progreso, a diferencia de la evolución, implica una dirección intencional hacia un futuro deseado. La democracia es ejemplo de ello, al permitir la discusión y el debate, ha demostrado ser una herramienta eficaz para construir un futuro mejor. Sin embargo, es importante reconocer que el progreso no es lineal y que enfrentamos desafíos constantes. El progreso se asocia al porvenir como agente activo cuando la democracia se vuelve verbo y acción. La evolución está asociada al devenir, al estado pasivo de los sucesos, en este caso, cuando la democracia se estanca.
La política, como construcción activa de nuestras vidas, lucha por el porvenir. Las dictaduras someten el porvenir y establecen el devenir. El devenir rinde bajo control.
Existe una teoría que cuestiona el sistema representacional del sistema político moderno, basado en la estructura piramidal con la figura presidencial, puesto que estaría produciendo más devenir que porvenir. El presidencialismo —en Chile muy hablado, comentado por Sieyés incluso— el formato representacional hace dirigir a unos pocos sobre la mayoría. La mente que nos dirige recae en algunos muy pocos, cuando las determinaciones que modifiquen las leyes se podrían decidir entre todos. “El poder ejecutivo no puede estar sobre el poder legislativo” dice Antonio Negri, quien plantea esta teoría, la cual osa a terminar con la dialéctica izquierda-derecha para concluir una síntesis en el sujeto social, como tercer elemento mejorado de una democracia para el porvenir. Y como bien dice Enrique Barrios, escritor chileno-venezolano, en Ami, el niño de las estrellas, no nos preocupemos por cómo somos, mejor ocupémonos que es mucho mejor.
Franco Caballero Vásquez