Antes se decía que tal o cual persona llevaba una vida licenciosa. Con ese concepto se pretendía abarcar comportamientos habituales, conductas reiteradas y pertinaces inclinaciones contrapuestas con la ley o con la moral o con las buenas costumbres. Y, a veces, reñidas con todas ellas. A aquellas personas, los de vida licenciosa, nuestros abuelos les llamaban crápulas, disolutos, tarambanas o perdularios. Ninguna de esas palabras se usa hoy. Han quedado en el olvido, arrumbadas en diccionarios antiguos, guardadas con naftalina y disponibles sólo para quien, rebuscadamente, pretende un lenguaje florido.
¿Es que ya no hay chilenos que lleven una vida licenciosa? ¿Se acabaron los libertinos, los impúdicos y los frescos? ¿Será que ya no viven entre nosotros personas de habitual conducta indecente, desvergonzada y marrullera? ¿No hay, acaso, pillos, bribones y sinvergüenzas en el Chile de hoy?
Lamento decir que los sigue habiendo. Quizás han cambiado de nombre, no tan rebuscado ni florido, pero los sigue habiendo. Continúan caminando entre nosotros, mezclándose con quienes persisten en una vida respetuosa de la ley, de la moral y de las buenas costumbres. Pero, cada tanto, emergen a la superficie, nos asombramos de su número y, sobre todo, nos sorprende su obscena falta de pudor. Es que los licenciosos cubren, excusan y justifican sus artimañas con argumentos abundantes en falacias y fuegos de artificio. Rara vez reconocen su propia culpa y frecuentemente la asignan a una sociedad llena de injusticias o al destino inmerecido que les tocó vivir. La culpa, siempre, será de los demás.
Estos últimos tiempos los hemos visto nuevamente. Como una olla que se destapa de improviso o la mentada caja de Pandora que alguien abrió, Chile entero se ha visto inundado por casos de una sinvergüenzura asombrosa (pese a que nuestra capacidad de asombro se está agotando). La impudicia ha tomado varias formas. La vimos en el caso “Convenios” del que ya pocos se acuerdan, en la conducta de cierto prestigioso letrado y sus variadas amistades, y muchos otros de los el Lector se acordará sin mi ayuda.
Pero, el que destaca por su magnitud, extensión y daño a la ética pública, es el caso “Licencias médicas”. Comenzó (y no sabemos dónde habrá de acabar) con el descubrimiento de 25.000 personas que, estando con Licencia médica, salieron al extranjero en vez de mantener el reposo estricto que el facultativo les había prescrito. El caso continuó al constatarse que muchas (miles) de esas Licencias, había sido extendida por un grupo reducido de médicos que, pareciera, hallaron una forma expedita de aumentar sus ingresos, ya elevados. Más aún, el caso permite sospechar, y la investigación lo corroborará, la gran mayoría de las mencionadas Licencias no están respaldadas por dolencias reales. Muchas son, derechamente, falsas. Amén de otras que entrelazan al médico que la extiende con otro médico que la recibe. Y viceversa.
Tan extendida era esta práctica, que se había hecho habitual en el hablar chileno decir que tal persona iba a “tirar licencia”, “conseguir una licencia” o “salir con licencia”. Y es tal su magnitud, que prácticamente todas las entidades públicas han estado, las últimas semanas, revelando cuántos casos “licenciosos” tienen en su personal. Organismos gubernamentales (partiendo por el nivel central), Congreso (incluyendo parlamentarios), Tribunales y demás órganos del aparataje judicial (Ministerio Público incluido), Municipalidades, entidades educacionales y un larguísimo etcétera, han declarado decenas, cientos y en algunos casos, miles, de enfermos imaginarios y viajeros más allá de Los Andes. No obstante, estoy seguro que el caso en comento superará en poco tiempo nuestro asombro. Ya vendrán otros que, al igual que este, confirmen mi aprensión: los chilenos de vida “licenciosa” no se han extinguido. Tal vez se han transformado, mimetizado y cubierto con nuevos atuendos, diplomas o billeteras, pero, en esencia, la deshonestidad e inmoralidad será la misma de los crápulas, tarambanas o perdularios.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho