Ahora que se acerca el término de un año particularmente complejo, conviene iniciar un recuento que se haga cargo de lo más importante cuando se estudia el pasado: cómo se vislumbra el porvenir. Y, en esa revisión, más bien prospección, uno puede percibir nubes bastante oscuras y nudos extremadamente enmarañados, que se contraponen a los deseos de un “próspero año nuevo” que todos quisiéramos.
Hace pocos años decíamos que Chile enfrentaba la conjunción de varias crisis, que le configuraban una tormenta perfecta. A la indudable crisis político-institucional sumábamos otras: la económica, la sanitaria y la medioambiental. Y todas ellas nos atormentaban con sus urgencias, desafíos y desvelos. Hoy, cuando hemos superado dolorosamente la crisis sanitaria que nos provocó la pandemia, observamos que las otras permanecen sin solución y, para peor, otra nueva se ha agregado a este catálogo de tribulaciones: la crisis de seguridad y delincuencia.
Los severos problemas político-institucionales que padecemos, cuyo remedio se nos dijo sería el reemplazo constitucional, pareciera que están lejos de solucionarse. Porque, cualquiera que sea el resultado del plebiscito del próximo domingo, me temo que esta crisis permanecerá por mucho tiempo. De mantenerse la actual Carta Magna, las ansias refundacionales de algunos no desistirán de sus empeños y, más temprano que tarde, volverán a pujar por su reemplazo. Y, de triunfar la aprobación del cambio constitucional, tampoco cejarán en su oposición a la nueva Carta. En conclusión, esa crisis institucional y política seguirá acompañándonos y, lo más lamentable, impidiendo que los tiempos y energías se ocupen en solucionar las urgencias reales de la ciudadanía, harto lejanas de la política.
Algo semejante, lamentablemente, ocurre con la severa crisis económica que enfrentamos. Lejos de mejorar los indicadores, como infructuosamente intenta hacer creer el Ministro de Hacienda, estos permiten augurar que la reactivación y recuperación sólo podría comenzar en un par de años más. Y, también hay que decirlo, esa anhelada pero eventual mejoría dependerá de una conjunción de factores externos (el comportamiento económico de China, la superación de varios conflictos bélicos y la estabilización de la economía norteamericana y europea), como también internos. Si no conseguimos convencer que Chile es un país seguro, estable y acogedor, la ansiada inversión extranjera no arribará a nuestras tierras, impidiendo que el crecimiento económico vuelva a ser lo que alguna vez llegó a ser.
Respecto de la crisis medioambiental, léase calentamiento global y cambio climático, es angustiante comprobar lo poco que podemos hacer. Por cierto, podemos contribuir a aminorar sus causas y sus efectos, pero de manera tan exígua, que la desesperanza supera nuestras ilusiones. Esta es, por lejos, la peor de las crisis que enfrentamos y la de las más oscuras consecuencias. Y pareciera que las variadas reuniones y foros internacionales sobre el tema contribuyen más a la desazón que al alivio de una crisis que podría ser la última.
Y, a todo lo anterior, agregamos hoy la delincuencia. Cualquiera sea el parámetro que se utilice, todos los estudios indican que la inseguridad, sea a nivel de percepción, sea en datos cuántitativos, se ha transformado en la principal preocupación de los chilenos, superando por mucho las otras crisis ya citadas. La estadística de hechos delictivos, particularmente aquellos de mayor violencia y daño a las personas, junto con la incorporación de delitos “nuevos” y especialmente la penetración del narcotráfico en vastos sectores sociales, hacen de la magnitud, alcance y consecuencias de esta crisis, tan amplia y grave como para comprometer aquellas metas nacionales que alguna vez soñamos los chilenos. Es por eso que, a juzgar de lo señalado, el futuro mediato de nuestra sociedad se observa severamente comprometido. A la pregunta inicial: ¿cómo vamos?, no podríamos responder más que con la desesperanza de quien se siente caer por un despeñadero oscuro y de insondable profundidad. Nada bien, para el término de un año.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho