La del Crece es una historia de buenas intenciones. Pero, se sabe, a veces no bastan solo las buenas intenciones. El municipio quiso ordenar el asunto. Despejar la 1 Sur de los ambulantes y darles un espacio digno, cómodo, moderno, en el mismo sector, un punto estratégico para el comercio, de flujo peatonal constante, cerca del terminal de buses, de la 1 Sur. ¡Qué mejor!
En febrero del 2018 los ambulantes, algunos no muy convencidos, se trasladan al Crece, en la 1 Sur, entre la 11 y 12 Oriente, pasando el puente ferroviario, vereda norte. Sí, vereda norte. Pequeño gran detalle.
Bastaron unos meses para que llegaran las primeras quejas. No se vende. No entra nadie. Así no se puede. Comenzó entonces un tira y afloja con el municipio. La autoridad implementó diferentes estrategias, desde el no pago de arriendo hasta campañas publicitarias para atraer público. Los ambulantes, disconformes, salieron a la calle, protestaron, realizaron petitorios. Negociaron días para instalarse en la 1 Sur, en el paseo peatonal. El municipio ofertó cuatro días al mes. Los locatarios contraofertaron con 8. Llegaron a acuerdo en esta última cifra.
Entremedio el estallido social y después la pandemia. Se habilitaron estacionamientos, Sercotec entregó un aporte de 1 millón y medio de pesos a cada locatario y, ahora último, se instalaron mamparas. Y está el compromiso de habilitar un boulevard que le aporte atractivo urbano al sector. Algo más que buenas intenciones.
Para las fiestas de fin de año se acordó un nuevo permiso para instalarse en la 1 Sur, el que, se supone, terminaba después de Navidad. Pero los comerciantes, aprovechando la poca o nula fiscalización, han seguido en el lugar durante enero.
Sin embargo, con el tiempo han ido surgiendo matices. Un recorrido, primero, por el paseo peatonal y los tradicionales toldos rojos y, luego, por el Crece, da cuenta de dos posturas respecto a la situación del centro comercial. Se evidencia que no todos los locatarios le han puesto la lápida. Hay dos bandos. Los que se instalan periódicamente en la 1 Sur, con una queja constante por la escasa venta al interior del Crece, y los que se quedaron en sus puestos y defienden el proyecto.
En contra
Lorena Castro y su esposo, Cristian Campos, siempre trabajaron en la calle. Así han educado a sus cuatro hijos. Se instalaban en la 1 Sur, entre 11 y 12 Oriente. Al principio estaban de acuerdo con el proyecto. “¡Qué comerciante no tiene el sueño de tener un local! (…) Estábamos contentos, aunque con la duda de cómo iba a funcionar”. Y para Lorena no funcionó. “El sector nunca fue bueno. Íbamos al centro y vendíamos en una hora lo que en el Crece vendíamos en una semana”.
Partieron en el Crece con productos de paquetería. Y cuando se dio la oportunidad de salir a la 1 Sur comenzaron con los frutos secos y los aliños. Y así han estado todo este tiempo. Van y vienen.
Una mujer se acerca y le pregunta a Lorena qué tiene que hacer para solicitar un permiso. Quiere instalarse en el sector y vender ropa reciclada. Se llama Ingrid Cádiz. Dice que estuvo un rato en la Plaza Las Heras. Vive en Rancagua y con la pandemia el negocio de arrendar piezas a universitarios se vino al suelo. Lorena le responde que no tiene que hacer nada, que se instale y listo.
Lorena es categórica sobre el futuro del Crece. “Deberían cerrarlo. No entra gente, no va a tirar para arriba con nada. Hubiese estado bien, pero en otro lugar”, explica y apunta hacia la plaza de las ex Concentradas que está a las espaldas de su puesto en la 1 Sur.
Su vecina, Victoria Salazar, termina de ubicar sus carteras, bolsos y gorros. Es adulta mayor. Lleva 17 años vendiendo en la calle. Recuerda especialmente la vez que Carabineros se la llevó detenida por no retirar su mercadería de la vereda. Y si bien valora no pagar arriendo, ni agua, ni luz en el Crece, además de destacar el apoyo y comprensión del alcalde, cree que deberían cerrarlo y dejarlos a todos en el centro.
José Rodríguez, presidente de la Agrupación de Hombres y Jefes de Hogar del Crece, ordena los insumos de celulares en su puesto en el paseo peatonal. A diferencia de Lorena y Victoria, no le baja la cortina al Crece. Aunque tiene varios reparos y mantiene el discurso de que en el centro comercial se vende poco y es necesario compensar con los días en la 1 Sur.
Rodríguez trabajó en la misma cuadra del Crece. Primero en la vereda sur y después en la norte. Y en esta última no vendía nada. Detalle que, argumenta, es fundamental para entender el escaso atractivo que despierta el edificio ubicado en la vereda norte. Porque el flujo de personas en el sector sigue la dinámica natural de: terminal de buses-12 Oriente-1 Sur (vereda sur) y 11 Oriente, en ambos sentidos.
En los inicios, según sus cálculos, un 60 por ciento de los ambulantes estaba indeciso sobre si aceptar o no trasladarse, mientras que el 40 por ciento derechamente no quería.
De los 150 locales que tiene el Crece, estima el dirigente, solo unos 10 ubicados en la entrada venden algo, pero “tampoco mucho”. Precisa que “algunos dicen que les va a bien, que venden 30 o 40 lucas, pero el 80 por ciento vende 10 lucas”.
Entonces, concluye, “el Crece es un proyecto que fracasó. No hemos recibido ayuda para volver allá, para reencantarnos”. Pero casi en seguida menciona algunas ideas que se han ido concretando como la instalación de mamparas para evitar el frío en invierno o el bono otorgado por Sercotec. O el proyecto de hermosear el entorno con un boulevard.
Rodríguez insiste en su discurso zigzagueante. Asegura que no se van a ir al Crece “para gastar lo poco que ganamos en la calle (…) Vamos a llegar hasta las últimas consecuencias. Es nuestro futuro”. Pero, vuelve a retroceder: “no lo doy por muerto”.
¿Qué hacer entonces? El directivo no lo tiene claro. Pide voluntad al alcalde. Lanza la idea de habilitar ferias en otros sectores de la ciudad o en la misma 1 Sur.
A favor
Es casi mediodía de un martes. El calor se deja sentir. Una incipiente fila se nota afuera de la farmacia municipal que funciona a un costado del Crece. Un guardia controla la temperatura en la entrada, y aunque no es mucha la gente que circula, tampoco es que sea un desierto. Y es verdad lo que dice José Rodríguez, son los locales más cercanos a la entrada los que muestran algo de actividad. A medida que se avanza por los pasillos aumentan las cortinas cerradas.
Un grupo de locatarios aprovecha el poco movimiento para entablar una charla que se interrumpe ocasionalmente cuando un cliente aparece para consultar algo. Entre ellos está Segundo Reyes, vocero de los comerciantes de uno de los pasillos del recinto.
Lo primero que aclara Reyes es que los que tienen abiertos sus locales en el centro comercial tratan de cumplir el reglamento del Crece. Es decir, si son 8 días al mes los que pueden instalarse en el centro…son ocho días. Acusa que hay locatarios que llevan más de un año sin abrir sus negocios. “La gente, claro, ve todo cerrado y no le dan ganas de entrar. Pero si viera abierto, entonces entraría (…) Lo que necesitamos es que los locatarios vengan a abrir sus locales. Nunca han estado todos abiertos”. Y señala que muchos solo trabajan los 8 días en el centro y no abren en el Crece.
Y no es que no se quiera reconocer que las ventas han bajado respecto a cuando vendían exclusivamente en la calle. Segundo Reyes admite una baja de entre un 60 y 70 por ciento.
Luis Eduardo Rebolledo también se quedó en el Crece. Tiene un local de joyas, el 69. “Esta galería es para personas inteligentes que quieren emprender un negocio. Es fácil vender en la calle, tirar un paño y listo…”. Y no se queda en eso. Agrega que “a los que están trabajando en la calle no les da el mate para trabajar un negocio como éste (…) Si quieren quedarse en la calle, que se queden en la calle”.
A Rebolledo le gustaría que le pasaran el local de al lado, que pasa cerrado, para agrandar su negocio. También podrían permitir, acota, que el vecino de los libros se ampliara. “Sería bonito ver ese local grande, con gente comprando libros”.
El comerciante tiene los números claros. Dice que solo unas cinco personas, efectivamente, alternan entre la 1 Sur y el Crece. Otros 55, simplemente, no abren sus locales del centro comercial y trabajan afuera. Y alrededor de 60, entre los que se incluye, abren siempre sus puestos.
Así las cosas, las fuerzas están cincuenta y cincuenta. La mitad aprueba y la otra rechaza.
Lo que queda, advierte Luis Eduardo Rebolledo, es seguir conversando con la autoridad para ver cómo levantar el Crece. “Ha mejorado algo la cosa. Y es nuestra perseverancia la que ha hecho que la gente venga”.
La misma constancia que ha tenido Miguel Brito, más conocido como el “dipirona”, quien trabajó por más de 20 años en la calle, con frío o calor. Hoy, a los 69 años, no falta a la cita y abre todos los días su local de hierbas medicinales. Estar en el Crece, confiesa, “ha sido un regalo. Tenemos donde comer, tenemos baño, hay guardias, sin pagar un peso”.
Una joven le pregunta si tiene albahaca o eneldo. Brito le responde que no. Una mamá avanza por el pasillo y le dice a su hija: “mira…este es el Crece”, y se acerca al local del “dipirona”.