Esta es la historia de cómo un joven poeta surrealista talquino es poseído por el espíritu de Zeller, y crea una serie de collages con acento gótico y transgresor (por Rodrigo Contreras Vergara)

Como si de un poema surrealista se tratara, Benjamín Rivera, a los 24 años, hace clases en el Liceo Abate Molina, mismo establecimiento donde estudiaron Enrique Gómez Correa, Teófilo Cid y Braulio Arenas, fundadores de La Mandrágora, mítico grupo que a fines de la década del 30 se enfrentó al realismo imperante. Fue la veta chilena de un movimiento originado en Europa, más precisamente en París, a mediados de los locos años 20.
Tiene un aire surrealista Benjamín. Lo suyo, dice, es vivir poéticamente. No es necesario escribir para ser poeta. De hecho, era reticente a exponer sus collages. “Los surrealistas tienen poetas sin obras”, asegura y nombra a Jacques Vaché. Busco a Vaché y la IA me dice que su actitud subversiva y de desacralización inspiró a los primeros surrealistas. Y sí, Vaché no escribió libros, pero sí cartas. Y son esas cartas las que Benjamín destaca. Vaché se opuso a las normas establecidas y a los valores tradicionales, asumiendo una actitud de desinterés y rebelión.
Jacques Vaché tuvo una vida breve. No alcanzó a cumplir 24 años. Benjamín sí. Surrealista coincidencia. Rivera estudió pedagogía en la Universidad Autónoma. Fue allí donde comenzó a leer obsesivamente. Se topó con Vicente Huidobro y sus Poemas Árticos. Chocó de frente con los caligramas de Apollinaire. Se detuvo en los surrealistas franceses y, claro, en los chilenos.
Hasta que un día, esto yo lo suponía o lo intuía o siempre lo supe, fue a dar una charla a la universidad el poeta Hugo Villar, creador que suele aparecer y desaparecer como un mago multifacético. Gran encuentro. Benjamín lo esperó tras la charla y le regaló uno de sus libros autoeditados, esos de tirada breve y espíritu secreto. Se inició así una amistad surrealista.
Benjamín ha publicado, aunque publicar es un decir, cinco libros, porque, ya está dicho, defiende la vida poética antes que el libro de poemas. Libros pequeños, autoeditados, a excepción de su participación en una antología de poetas maulinos editado por Daniela Sol. Pero de que ha leído libros, ha leído. Como “El Monje”, de Matthew Gregory Lewis, una novela gótica de 1796. Esta vez Wikipedia me dice que se trata de un texto escabroso y transgresor que muestra a un sacerdote como villano. Fue esta obra, escrita por Lewis cuando tenía 20 años y en apenas diez semanas, la que Benjamín menciona para definir el sentido de los collages que creó para su exposición. Porque ese sentido transgresor y de pecado es el que quiso reflejar en sus collages. Intención que el ojo perspicaz descubrirá en los cuadros de pequeño formato expuestos en el Centro Cultural Municipal de Talca.
EL ESPÍRITU DE ZELLER
Pero esa es solo una parte de esta historia. Lo fundamental es la relación de Benjamín con Ludwig Zeller, poeta surrealista, cuya obra es resguardada por el Centro de Documentación Patrimonial de la Universidad de Talca, junto a trabajos de Susana Wald, pareja de Zeller y artista visual.
No es que Benjamín conociera personalmente a Zeller. Todo fue parte del proceso de inmersión poética de Benjamín en el surrealismo. Fue conocer La Mandrágora y a través de Gómez Correa llegar a Ludwig Zeller, quien se había radicado en México y falleció el 2019. Luego el contacto con la hija de Zeller, quien le envía obras que su padre había traducido. Entremedio, Benjamín, de manera autodidacta, empieza a traducir libros desde el francés. Le escribe correos a Susana Wald. Y en 2022, cuando ella viaja a Talca, conversan personalmente. De regreso en México, Susana le envía varios paquetes con recortes que Zeller había juntado para realizar sus collages y que no alcanzó a utilizar. “A mí me pareció magnífico, ¡eran de Ludwig Zeller! Era como sentirse dueño de un tesoro”, recuerda de cuando recibió los recortes.
Benjamín se sintió poseído por el espíritu de Zeller. En 20 días realizó 18 collages. Composiciones donde, explica, abunda el misterio de seres sospechosos, como en la novela de Lewis sobre el monje transgresor. Los collages, acota, tienen un acento gótico como la obra del inglés.
El 2009 Ludwig Zeller visitó Talca. Tuve la oportunidad de entrevistarlo. Titulé la nota con un entrecomillado que decía: “El surrealismo no se puede cerrar como una llave”. Me regaló unas tarjetas ilustradas con un abecedario realizado con la técnica del collage y el libro “Preguntas a la médium y otros poemas”. Y al observar los collages de Benjamín, no se puede negar el espíritu de Zeller.
Rivera tiene aún un montón de recortes. Calcula que podría realizar otros 300 ó 400 collages. En algún momento el espíritu de Zeller volverá a pasearse por la Alameda.
EXPOSICIÓN
Los 18 collages de Benjamín Rivera se pueden ver en la exposición “El sueño de la pecadora”, instalada en el Centro Cultural Municipal, en 1 Oriente, entre 2 y 3 Sur, y que estará abierta hasta el 19 de junio.
