La Catedral de Talca arrastra aún el estigma de los tiempos en que los pobres no se cruzaban con los ricos en la plaza. Los ricos se fueron y los pobres se quedaron a pesar de los terremotos (por Rodrigo Contreras y Jorge Valderrama)

El poeta Bernardo González Koppmann me recordó recientemente, en un sentido y reivindicativo poema, que en tiempos donde en Talca, después de misa, la aristocracia se paseaba por el lado sur de la plaza de armas y el pueblo trabajador por el lado norte, el obispo Manuel Larraín, para poner las cosas en su lugar, decía: “La catedral se construyó con las promesas de los ricos y los pesitos de los pobres”.
Exactamente un día después, Héctor Bahamondes, coordinador de la parroquia Catedral, que funciona a un costado de la iglesia, hizo referencia a la misma frase del recordado obispo que vigila el templo desde la plaza.
Bahamondes tiene 82 años. Lleva 45 años vinculado a la Catedral. Y suma 57 años de matrimonio con su señora, Sonia Valenzuela, quien es catequista. Es de los católicos practicantes, de esos que se comprometen y viven de acuerdo a las enseñanzas de Jesucristo. Se acordó de la frase del obispo Larraín, porque quería aclarar el prejuicio que existe con la parroquia de la Catedral como un lugar al que asisten los “ricos”. No es así, enfatiza. No hace mucho falleció un ahijado y el velatorio se realizó en la capilla de la Catedral. Y escuchó que algunos conocidos le preguntaban a la viuda que quién iba a pagar. En esos momentos se acuerda del obispo Larraín.
Llegó a Talca desde Santiago cuando tenía 21 años a estudiar topografía en la sede de la Universidad Técnica del Estado. Debió ser el año 1963. Conoció a quien sería su esposa, que venía de Curicó, y no se movió más de Talca.
Recuerda que con el terremoto de 1985 la Catedral sufrió algunos daños y gracias a los aportes de la comunidad se logró su recuperación. Lo mismo pasaría el 2010. Nuevamente los feligreses salieron a entregar sus aportes.
Desde que asumió como coordinador de la parroquia Catedral, don Héctor dice que una mayoría de fieles se fue del centro de la ciudad, muchos al sector oriente, quedando la zona limitada a la actividad comercial. Sin embargo, dada la relevancia institucional del templo, ubicado frente a la plaza de armas, mantiene una importante presencia religiosa y cívica. Él no se fue. Sigue viviendo en su casa de la 5 Norte con 2 Poniente.
Conoció al obispo Manuel Larraín. Luego a Carlos González, Horacio Valenzuela y Galo Fernández, el actual obispo. Toda una vida. Admite que las cosas han cambiado. La sociedad es distinta. Los jóvenes tienen otros valores. Aunque, no pierde la esperanza. Por algo sigue “cuidando la vela, que la procesión es larga”. No fuma, no toma alcohol, ni baila apretado, dice con humor. Pero sabe que tampoco le queda mucho tiempo. Le gustaría que su despedida fuera en la Catedral. “Uno propone y Dios dispone…”.
De Santa María a Talca
Una vez, cuenta Juan Chamorro, don Carlos González, el mismísimo obispo, lo fue a ver al hospital después de una operación. Ya trabajaba como auxiliar en la Catedral. Se había venido del campo, en el sector de Santa María, camino a Duao, a Talca. En el campo iba a misa y participaba del Mes de María, mientras trabajaba en la cosecha de cebollas. En la parroquia de la Catedral estaba el padre Villalón. Era el año 1991. Hoy tiene 69 años y echa de menos la catedral cuando tiene días libres y va de visita al campo.
Juan Chamorro recuerda que la ceremonia en que despidieron al obispo Carlos González fue muy bonita. Estuvo ayudando en el proceso de preparar la cripta donde descansan sus restos, junto a otros obispos de la diócesis: Manuel Larraín, Carlos Silva, José Ignacio Cienfuegos.
Chamorro se mueve por la Catedral con la naturalidad de la experiencia. Levanta una de las bancas y dice que todavía es capaz de moverlas cuando hay ceremonias o conciertos.
Es una tarde fría. El sol apenas se asoma. Y aunque se asomara, la temperatura sería igual de baja. Juan Chamorro responde una consulta de una mujer que busca la parroquia. Un hombre se levanta desde una de las últimas bancas, se persigna y sale a la calle.
Iglesia Catedral
En Talca y sus alrededores -así como en el resto del país-, la Iglesia Católica ha acuñado su presencia con monumentales establecimientos, algunos de los cuales aún perviven como preclaros designios de fe.
Entre esos se mencionan: el Colegio de las Monjas del Sagrado Corazón de Jesús, conocido también como Sagrados Corazones (SS.CC.), levantado en 1858; la Casa de Ejercicios, fundada por el presbítero talquino Manuel Pío Silva en 1848; Congregación religiosas del Buen Pastor (4 Poniente con 2 Norte), fundada por don Miguel Rafael Prado en 1872; Casa de Huérfanos, obra levantada gracias al sacrificio y entrega del infatigable cura José Fortunato Berríos, quien la erigió en 1883; Congregación de las Hijas de María, fundada en 1869 y de la que formaron parte casi todas las principales señoritas de Talca, otorgando consuelo y caridad a los más necesitados con los recursos que aportaban; y varios más.
En ese tenor, como Catedral de la Diócesis de Talca fue designada la Iglesia Matriz San Agustín, la cual había empezado a construirse aproximadamente en la segunda mitad del siglo XIX y que al momento de ser elevada a tal dignidad aún no se terminaba de edificar. Fue consagrada en 1864 gracias a don Daniel Barros Grez -ingeniero y escritor- y exhibía una colosal cúpula sobre el crucero y poseía tres naves. Fue arruinada por el terremoto de 1928.
Sólo en 1944 se inició la construcción de la actual Catedral, la que fue inaugurada solemnemente por monseñor Manuel Larraín Errázuriz en agosto de 1954. Esta se encuentra ubicada en el mismo lugar donde se situaba la antigua Iglesia Matriz, es decir, en la esquina de las calles 1 Norte con 1 Poniente, frente a la Plaza de Armas.
Asimismo, en la cripta de la Catedral talquina, ubicada debajo del altar mayor, descansan los restos de los obispos José Ignacio Cienfuegos, Carlos Silva Cotapos, Manuel Larraín Errázuriz y Carlos González Cruchaga (primo hermano de San Alberto Hurtado Cruchaga).