Cómo mueren las democracias, es una expresión meditabunda empleada hace algún tiempo por dos politólogos norteamericanos Levistky y Ziblatt, pero que cobra sentido cuando en Chile nos encontramos en un encrucijada de definiciones sociales y políticas para el futuro de los próximos cincuenta años a lo menos. Recordemos que desde octubre de 2019 la ciudadanía ha puesto en el banquillo de los acusados a los partidos y a la clase política tradicional demandando cambios sustanciales en la forma de hacer política y de ejercer el poder. Entonces, resulta legítimo preguntarse cómo mueren las democracias tal como lo han planteado estos autores. La respuesta a esta interrogante parece simple.
La democracia muere por la vía de las armas, como ha sido en nuestra experiencia histórica reciente, donde hemos vivido en tres momentos: la Guerra civil de 1891, el golpe militar de 1924, y principalmente el golpe de Estado de 1973, este último con las dolorosas consecuencias que hasta hoy nos dividen. La democracia muere del mismo modo, cuando líderes autócratas, paradojalmente electos, suprapoderosos que logran desmantelar las instituciones al ejercen el poder, pero cuya ciudadanía no logra percibir cuándo y cómo se comienzan a socavar los principios esenciales de la democracia como es la participación ciudadana libre y soberana, fenómeno muy potente en América Latina en las últimas décadas.
La tercera causa, y la que nos preocupa especialmente esta vez, de por qué mueren las democracias, tiene que ver con nosotros, los ciudadanos “de a pie”, quienes finalmente validamos o aprobamos el funcionamiento de las instituciones con la participación electoral. En ese sentido, la abstención de los procesos eleccionarios es y puede ser una opción para muchos, pero deja en evidencia la desafección política que estamos viviendo, precisamente por causa de quienes han ejercido el poder sin leer los contextos, y que anquilosadamente pretenden continuar con prácticas políticas que no representar el sentir ciudadano.
Es impresentable para el Chile que queremos, que miembros del Estado como son los parlamentarios, envíen mensajes por los medios de prensa que atentan contra la convivencia ciudadana, que validan la violencia verbal en la lógica del empate y aumentan la distancia con la clase política y solo contribuye al descrédito de estos representantes del Estado, que fueron elegidos democráticamente.
Entonces, ¿cuándo re-nacen las democracias?, la democracia renace cuando existe una cultura que educa en convivencia, en respeto a la dignidad humana, cuando se reconoce la existencia del “otro”. La democracia no solo consiste en participar de los procesos eleccionarios, es también cultivar la dignidad del adversario, tolerancia por sobre la arrogancia, actos que se “aprehende” en la familia y en la Escuela, por eso la educación es la esencia de la democracia, ese es el gran desafío que nos convoca como sociedad de aquí a los próximos años.