Los lectores más canosos han de recordar el antiguo dicho que pongo en el título. Es que, desde antaño, hay ciertos hechos invariables y ciertas fechas inalterables, las cuales nos permiten orientar el transcurso del año. Las mamás saben que, ya en febrero, hay que comenzar la compra de uniformes y útiles escolares. Todos sabemos que, pasando agosto, hay que prepararse para Fiestas Patrias. Y, a mediados de noviembre, los niños empiezan a escribir su (larga) lista de peticiones para la Navidad que se aproxima. Hitos inmutables, rutinas indelebles y celebraciones asentadas por el transcurso de décadas. O siglos. Milenios incluso.
Y, entre esas fechas inconmovibles, la celebración del nacimiento de Jesús es tan cierta que permite a todos, los creyentes y los otros, finalizar el año en un ambiente de sonrisas y de afectos. Para muchos, es la época más linda de año. Seguramente por eso es que Nicolás Maduro, el dictador venezolano, decidió adelantar estas fiestas para octubre. Ya lo había hecho en 2020, cuando decretó que la Navidad llegaría el 15 de octubre. Y en 2021 la adelantó para el 4 de ese mismo mes. Ahora, superándose a sí mismo, decidió que este año la Navidad se celebrará el 1 de octubre. Es que según el sucesor de Chávez: “Es septiembre y ya huele a Navidad”.
Pocos ejemplos son tan buenos como este, a la hora de ilustrar cómo se comporta un dictador de poderes omnímodos. Nada es ajeno a su voluntad. Ni siquiera el calendario. Así como los faraones en Egipto fingían ordenar al sol que se apagara durante los eclipses, Maduro ha tenido la osadía de disponer que la Navidad se adelante. Según dijo, esta vez lo hace en homenaje y agradecimiento a su pueblo. “Arranca la Navidad el 1 de octubre. Para todos y todas, llegó la Navidad, con paz, felicidad y seguridad”.
¿Por qué lo ha hecho esta vez? En las ocasiones anteriores, 2020 y 2021, la razón fue esconder bajo la alfombra navideña las secuelas sanitarias y económicas que provocó la pandemia en un país que poco pudo hacer para cuidar a su pueblo del flagelo. Pero esta vez ya no hay pandemia. Ahora el adelanto navideño obedece a otras razones, mucho más cercanas a la contingencia política y al devenir económico venezolano. En primer término, se intenta crear una cortina de humo que oculte el escándalo político que vive Venezuela desde las elecciones fraudulentas celebradas el pasado 28 de julio. Unos comicios tras los cuales Maduro, a través del Consejo Electoral chavista de Venezuela, se autoproclamó ganador con el 51,2 % de los votos a pesar de no mostrar ningún acta electoral que certificara estos datos.
En segundo lugar, esta inédita Navidad que llegará a Venezuela en 22 días más, trata de desviar la atención de la persecución sistemática, violenta y judicial con la que Maduro y su régimen intenta someter y acallar a la oposición liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Este último, además, recientemente ha recibido una orden de detención de la Fiscalía de Venezuela, acusado de usurpación de funciones y falsificación de documento público, por mostrar las actas oficiales que le certifican como legítimo vencedor de las elecciones. Y esto, el que alguien se atreva a cuestionar su “triunfo” es insoportable para el dictador que renovará fraudulentamente su mandato en enero (o antes, si él decide adelantarlo también).
Por último, una tercera razón que sustenta el insólito adelanto navideño es el reparto de alimentos a la población que el gobierno bolivariano suele realizar cuando se acercan los últimos días del año. Con motivo de la Navidad, y para que las familias puedan reunirse y celebrar las fiestas, el gobierno acostumbra a llevar a cabo un “plan especial de reparto” entre la población. Al más puro estilo asistencialista, este plan consiste en llevar a los hogares más humildes un “pernil”, plato típico que gran parte de los venezolanos no se puede permitir comprar debido a la extrema pobreza en la que viven hoy día.
La decisión comentada es una nueva muestra de cómo esta dictadura se burla y ofende la dignidad de su pueblo, sea intentando cambiar el calendario, sea tratando de meterse en una conmemoración religiosa, sea usando la pobreza y el hambre como herramienta para obligar a los venezolanos a seguir tolerando un gobierno ilegítimo. Pero, también, es una clara demostración del carácter totalitario de un régimen que, algunos, todavía insisten en avalar.
Juan Carlos Pérez de La Maza
Licenciado en Historia
Egresado de Derecho